• 04/05/2011 02:00

¿Quién nos responderá las 24 horas?

Con la muerte del profesor Raúl Leis los periodistas perdimos una fuente valiosa. El teléfono del profesor era público desde que se come...

Con la muerte del profesor Raúl Leis los periodistas perdimos una fuente valiosa. El teléfono del profesor era público desde que se comenzaba a estudiar periodismo en la Facultad de Comunicación Social de la Universidad de Panamá donde enseñaba Sociología. Allí conocía a la mayoría de los comunicadores que le llamarían luego, a cualquier hora del día. Pero aún quienes no asistieron a sus clases podían consultarle con confianza.

Aparecía en los medios muy seguido sin proponérselo. Diariamente recibía tantas llamadas, con la urgencia que conlleva el trabajo periodístico, para que expusiera su punto de vista sobre juventud en riesgo social, criminalidad, revueltas estudiantiles, desintegración familiar, maltrato a la mujer, en fin, todos esos temas que la sociología podría ayudar a explicar.

Quienes hemos pasado por un periódico, atenazados por una hora de cierre diaria, sabemos lo difícil que es el que un especialista exponga su punto de vista, ya sea porque no tiene tiempo, el tema no es de su interés, no conoce al periodista o desconfía de cómo puede usar sus declaraciones.

El profesor Leis trataba a todos por igual. No se irritaba por recibir llamadas de periodistas desconocidos ni exigía explicaciones sobre cómo se había obtenido su teléfono, si estaba ocupado devolvía las llamadas, siempre respondía con el mismo tono de voz compartiendo generosamente su conocimiento.

La mayoría de los contactos con el profesor eran por celular, a la carrera y con mucho ruido de fondo. Tampoco era de los desconfiados que no dicen una palabra a menos que te conocieran físicamente y en ese encuentro deciden si se dejaban entrevistar o no. O de los que cuando le haces una pregunta incómoda cortan el flujo de las palabras y se esconden, no te responden las llamadas tan pronto le digas quién les llama.

No era de los especialistas que se creen portadores de una cantera de sabiduría que necesitan volcar. Nunca llamaba a los medios solicitando que se le entrevistara a él. Muchas veces estas entrevistas resultan de poco aporte para los lectores y con intereses ocultos. Más bien había que preguntarle al profesor en qué proyectos estaba trabajando y cuándo podría divulgarse.

Para quienes necesitan de una corrección del idioma, con el profesor Leis también podían contar. Tenía a su haber cinco premios literarios Ricardo Miró. Pese a esto, nunca demostraba que conocía un lenguaje elevado que tuviera que expresar para obtener el reconocimiento de los lectores o del público en los tantos foros y encuentros públicos donde tomaba la palabra.

En el aula, el profesor era además un pacificador. En sus lecciones semanales no faltaban los trabajos grupales analizando textos del escritor Eduardo Galeano. Para mí, como para muchos otros llegados de provincias nos resultaban impactante aquellas situaciones presentadas en Las Venas Abiertas de América Latina. Al final del semestre, cada estudiante obtenía una nota justa, nunca demostró ese egoísmo de algunos docentes que desde el primer día advierten que ellos no ponen ‘A’.

Una fuente con la que se podía dormir tranquilo. Nunca llamaba al día siguiente enojado para reclamar que tal palabra no le gustaba o que eso no era lo que él había querido decir en la entrevista y menos solicitarte escuchar la grabación para verificar que lo escrito fuera punto por punto lo expresado en la entrevista.

Apenas el miércoles pasado una compañera durante el almuerzo comunicó la urgencia de un sociólogo que respondiera ya. Casi por inercia le contesté que el profesor Leis. ‘Dame el teléfono’, dijo aliviada y dejando la cuchara para buscar un pedazo de papel y anotar el número de celular, que ayer marqué ya con una crucesita en mi agenda de papel. Del directorio del celular aún no he reunido el valor para borrarlo.

*PERIODISTA E INGENIERO.

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