• 24/05/2011 02:00

El desprestigio de la clase política

Los políticos se lo buscaron. Pensaron que podían hacer de todo a espaldas del pueblo y un pueblo sumiso e ignorante jamás los descubrir...

Los políticos se lo buscaron. Pensaron que podían hacer de todo a espaldas del pueblo y un pueblo sumiso e ignorante jamás los descubriría. El error estuvo en no entender que los tiempos cambian, las modernas comunicaciones, la nueva tecnología y por sobre todo la educación que poco a poco llegó a la gran mayoría, cambiaría a los pueblos. El panameño de hoy es mucho más preparado que sus antepasados, muchos con grado universitario y casi todos con algún grado de escolaridad, muy pocos analfabetas y todos conectados al mundo con radio, televisión, o prensa escrita.

El pueblo empezó a dudar de la honestidad de los políticos al ver sus actuaciones. Las transformaciones del hombre sencillo al prepotente, pronto vio cómo el representante de corregimiento quedaba con la mejor casa del área, cómo el nuevo ministro cambia de carro y pronto de casa mudándose a los barrios más lujosos. El ex funcionario que conociste de clase media, ahora es rico y cuidado millonario.

La campaña electoral del 2009 tuvo como lema principal la denuncia de quienes ‘entraron limpios y salieron millonarios’. El pueblo aprendió a ver en el político un corrupto que se aprovecha de su posición para enriquecerse.

Si bien es cierto que el pueblo no tiene seguridad de ‘cómo lo hacen’, no duda que ‘lo hacen’. Los políticos no han hecho el mínimo esfuerzo por esconder su métodos: compras directas, licitaciones amañadas, licitaciones al mejor valor y no mejor precio, nepotismo, viajes a costa del Estado, consulados que no reportan los ingresos reales, venta de visas y tantas otras cosas que el pueblo ahora ve y comprende. Eso sí, nunca hay culpables, saldrán nuevos ricos y seguirá el sistema operando, solo cambian los beneficiados.

Los ahora novedosos ‘wikileaks’ solo han venido a reforzar al pueblo en su percepción del nivel de corrupción que tiene el país. Si algo nuevo ha salido es que dentro de los propios partidos, los considerados aliados no eran más que amigos coyunturales, los militantes de los partidos ni siquiera se mantenían lealtad entre ellos, la baja estima que el pueblo sentía por los políticos se empeora con las nuevas infidencias que afloran en los medios. La actual crisis no es una crisis del gobierno de Ricardo Martinelli, no es algo que se resuelve con la salida de tres ministros o dos directores. Es una crisis de valores y moral que llegó muy lejos y que está poniendo en peligro la propia democracia. Ya no es solo la duda de la honestidad de los magistrados de la Corte Suprema, ya no es solo la salida de Almengor, o la pobre imagen de los diputados y el Órgano Legislativo, o la pobre actuación de algunos ministros. No, es que esa campaña que los clubes cívicos trataron en su momento de hacer por los valores, no triunfo.

Llegó el momento donde tenemos que hacer un alto. Despojarnos de la política y empezar una limpieza de la clase política y los partidos actuales. Se requiere un pacto nacional donde para empezar deberíamos exigir la renuncia del actual procurador general de la Nación y de la contralora general de la Nación, para que ambas instituciones, designados los nuevos encargados por un gran acuerdo nacional de ente los más capacitados e independientes posibles, garanticen el trabajo que se requiere, tanto en la investigación penal como en los controles fiscales.

No podemos aspirar a seguir con esta farsa democrática, en un país donde nadie cree en los controles del Estado y nadie cree en la justicia como la aplicamos. Y aunque los partidos sigan postulando para representantes, alcaldes y diputados a cualquiera por solo tener popularidad, debemos exigir que esos cualquieras al menos respeten las leyes y tengan un profundo compromiso de honestidad en sus cargos.

Es lamentable que seamos más los que permanecemos callados y dejamos que siga el deterioro moral, que aquellos que continúan aprovechando su posición y amistad para enriquecerse indebidamente.

Siento que muchos confunden lo que vivimos con una crisis de gobierno, no, es una crisis de la sociedad, una sociedad corrupta que tiene que autocorregir su rumbo antes que sea demasiado tarde. Quizás todavía estemos a tiempo, quizás sea demasiado tarde.

*INGENIERO Y ANALISTA POLÍTICO.

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