El índice de Confianza del Consumidor Panameño (ICCP) se situó en 70 puntos en junio pasado, con una caída de 22 unidades respecto a enero de este año,...
- 23/10/2011 02:00
El TPC y sus implementaciones
ABOGADO
La negociación del Tratado de Promoción Comercial suscrito con los Estados Unidos, requiere de una implementación que será cuidadosamente reglamentada por los norteños, mediante lo cual protegerán a sus nacionales y sus inversiones, imponiendo por otro lado condiciones que difícilmente podremos cumplir para satisfacer las mezquinas exigencias de los productores e importadores de esa nación. La sola firma del convenio no resuelve en realidad las aspiraciones nacionales, y es de sumo cuidado la atención que debemos poner en cada norma regulatoria del mismo.
Ya durante la negociación enviaron una carta que tenía exigencias inaceptables, provocando la renuncia de un profesional que en ese instante recibió el respaldo de muchos panameños. De haberse incorporado el contenido de dicho documento como base de la negociación, empezamos a renunciar derechos y a aceptar imposiciones que denigran la calidad de país soberano. Recientemente aprobaron una Ley Fito y Zoo sanitaria, que exige el cumplimiento de condiciones para las exportaciones a ese país de carnes y otros productos alimenticios. Es de suponer que dicha ley servirá para rechazar y condicionar las exportaciones que suponemos habrán de motivarse en el convenio.
No es un secreto la batalla legal que han debido librar los países europeos y asiáticos en el trasiego de productos avícolas, vigilados al llegar a las costas norteñas y examinados hasta encontrarles algún motivo para rechazarlos. Por otro lado, la descarga de desechos que negocian a precios irrisorios y que invaden los mercados locales, constituye una competencia desleal con el producto nacional, que por una parte no está subsidiado y por otro lado será importado con desmedro de la producción nacional.
Es una utopía pensar en la existencia de un mercado de trescientos millones de consumidores. En primer lugar, no tenemos una producción para abastecer diez millones de consumidores, sin dejar de atender el consumo local. Si nos solicitan cinco contenedores semanales de cualquier producto, muy difícilmente podríamos cumplir sin excluir los mercados que hemos conquistado y con menos exigencias. En cuanto a las inversiones del capital norteño, debemos pensar si, pese a la centenaria relación con ese país, su presencia como inversionista es notoria.
Nuestra producción agro—pecuaria no tendrá una acogida en ese soñado mercado, pero sus productos subsidiados vendrán a desplazar la limitada demanda de los nuestros. Ahora que ya se firmó el convenio, empezamos a preocuparnos por sus implicaciones en nuestra economía.