• 08/01/2012 01:00

El gran negocio: educación particular

T No cabe duda que los servicios particulares de educación se han proliferado. Desde luego el argumento esgrimido —entre muchos otros— e...

T No cabe duda que los servicios particulares de educación se han proliferado. Desde luego el argumento esgrimido —entre muchos otros— es que la educación costeada por el Estado no ha llenado las expectativas, razón por la cual, los resultados deplorables dan cuenta de su estado altamente crítico.

Frente a esto, se ha planteado desde la perspectiva eminentemente comercial una oferta educativa, que atiende más a razones económicas que a objetivos de verdadera formación profesional.

La Ley 47 Orgánica de Educación de 1946, con sus modificaciones realizadas por una serie de leyes es taxativa, cuando señala que la educación particular, aún cuando es impartida por entidades privadas, requieren en lo que respecta a planes de estudio, programas de enseñanza y a su organización la aprobación de Meduca.

Y contundente son esas mismas excertas legales, cuando buscando la correspondencia de esa educación particular y los fines del Estado nacional panameño, reconoce que ella debe coadyuvar con la familia, la sociedad, el desarrollo cultural, científico, tecnológico, intelectual, cívico, moral y espiritual.

No obstante, independiente de esas formulaciones, la educación particular por su propia naturaleza, tiene un contenido mercantil, de mucha especulación, descuidando de alguna manera la razón educativa fundamental. Allí el padre de familia, convertido solamente en una fuente permanente de ingreso económico, sin ninguna participación, ni siquiera en el conocimiento del cuerpo que ha de desarrollar la labor docente, es un convidado de piedra. Por otro lado, respondiendo a la lógica del negocio, pareciera que la contratación docente se da sobre la base de la estrategia del fracaso estudiantil, para garantizar, por un lado más ingresos a través de las llamadas reválidas.

En Panamá, sin embargo, hay que reconocer que algunos colegios particulares, han sido timbres de orgullo, por las respuestas serias que han dado en lo que respecta a la formación del recurso humano profesional. Esos son los menos, y las excepciones. Entre ellos, no hay duda alguna, la empresa Lasallista, impulsadora de los Colegios La Salle, constituyeron un ejemplo del servicio educativo particular serio, honesto y de valía. Cabría preguntar si esa tradición aún se mantiene, o si esa realidad se ha ido mutando para caer sin vacilación en la visión pura del negocio.

En esto, el Colegio La Salle de Margarita en Colón, a juicio nuestro, merece revisar una serie de asuntos para señalar una ruta que lo ponga en el camino de ofertar una verdadera educación, no con un ropaje de eficiencia que a la postre no resulta así. La renovación del docente añejo que se quedó estacionario, del educador improductivo que para esconder la incapacidad se escuda en el fracaso estudiantil, de una administración que no parece consecuente con los objetivos de la educación nacional, debe darse y con urgencia.

Correspondería a Meduca en primera instancia observar lo que planteamos, y de alguna manera a la Asociación de Padres de Familia que tiene que asumir su papel en esta hora de dura prueba.

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