• 24/02/2012 01:00

El Carnaval con esencia popular

Los noticieros locales de este Miércoles de Ceniza reportaron varios aspectos de la fiesta del Carnaval que recién culmina en el país. E...

Los noticieros locales de este Miércoles de Ceniza reportaron varios aspectos de la fiesta del Carnaval que recién culmina en el país. En la ciudad de Las Tablas las reinas de Calle Arriba y Calle Abajo se encontraban en el tradicional topón de tunas con ‘cuetes’, bajo acordes de tonadas de fuerte origen popular. La ciudad de Las Tablas muestra una cara del carnaval panameño, cosido y enjaretado bajo el abrigo de una larga y profunda tradición popular; mientras en Santo Domingo, los valores del traje nacional son ensalzados con un orgullo profundo y auténtico.

El Jumbo Carnaval de la City dejó —por declaraciones del ministro de Turismo— ochenta toneladas de basura, que fueron producidas por el populacho encerrado entre vayas de ciclón y aceras inundadas de los olores fétidos de un malaire de charcas de aguas sucias. La producción del carnaval incluyó coronar al decadente personaje de Jumbo Man, quien, reemplazando a Domitila y en medio de la celebración, elevaba oraciones al Altísimo, mientras se meneaba junto, y en estertores vulgares, con la horda enardecida y borracha, perdida bajo el grito de ‘agua, guaro y campana’, sin saber siquiera qué se celebraba.

Ningún noticiero reportó el desfile de polleras en la ciudad de Penonomé el Domingo de Carnaval, donde por las calles del pueblo desfilaron grupos de Congos, Diablos de Portobelo, indígenas de las danzas del Cucuá, dragones de la Comunidad China y una reina empollerada de la Comunidad Judía de Panamá. Todo esto ocurre bajo el apoyo económico de empresarios de la provincia de Coclé y de un amplio apoyo ciudadano.

En Río de Janeiro el Carnaval es sinónimo de música, ritmo y canto. El Carnaval se vende con paquetes de servicios hoteleros, acceso a la música y que permite al turista mezclarse —con disfraz incluido— entre las filas de las tradicionales ‘escolas do samba’. La fiesta aporta enormes ingresos a la economía carioca, actividad que calificó como la empresa cultural más importante del Brasil. El Carnaval de Río es la expresión popular que se enriquece bajo la mano de una empresa privada que, decidida, reconoce y valora el legado popular de la Samba. El Carnaval resalta los valores brasileños, imprimiendo el sello de identidad y cultura, cosa que lo hace rico y diferente.

En Palmas de Gran Canarias, el Carnaval es organizado y promovido bajo la figura del Patronato del Carnaval, que impulsa el reconocimiento de la tradición canaria bajo el concurso de murgas. Las murgas adoptan dos modalidades, las adultas que se componen de agrupaciones de 25 a 55 personas mayores de 16 años y las infantiles compuestas por grupos de 25 a 45 niños menores de 16; se reconocen, mediante un concurso, dos tipos de premios principales; el primero a la mejor Interpretación y el segundo el de mejor disfraz. El escenario es el Parque Santa Catalina, con la participación masiva de ciudadanos en una gran cabalgata, los Mogollones y el Entierro de la Sardina. Estos elementos le otorgan vigencia, autenticidad y continuidad al Carnaval canario.

En Barranquilla, acá cerquita, el Carnaval ha sido declarado Patrimonio Intangible por la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura —UNESCO— (como si eso acá importara), como reconocimiento de una fiesta auténtica, de fuerte sabor popular y urbana. En Barranquilla la Marimonda, a diferencia del Jumbo Man de Panamá, tiene un origen barranquillero, se escribe en español y que, en una combinación de primate y elefante, representa el espíritu del hombre nacido en Curramba La Bella: el que le gusta divertirse sanamente y que vacila a todos. El Carnaval de Barranquilla es la puesta en escena, y en la calle, de valores simbólicos y códigos pertenecientes a diversas manifestaciones culturales del Caribe colombiano, generadas por el mestizaje que da origen a la actual población de esa región de Colombia. El Carnaval barranquillero es cumbia, es costa, es negro, es auténtico y es colombiano.

El Carnaval de la ciudad de Panamá ha sido abandonado a la suerte del mercado de las televisoras, las bandas y arengadores mediocres, ignorando el potencial de la riqueza cultural de las comunidades que conforman la mezcla urbana de Panamá. No ha reconocido ni incorporado la riqueza y creatividad de las bandas independientes, por ejemplo, quienes, en un posible derroche de lentejuelas, pluma y musicalidad, podrían imprimir identidad a la fiesta urbana. La riqueza cultural, que incluye la música y el baile, ha sido encasillada en tarimas estridentes, limitando que el Carnaval se derrame en lo urbano, dejando en el recuerdo de la memoria de aquellos que conocimos las comparsas de coloridos y creativos disfraces.

Los tiempos eran otros cuando las plazas y las calles de la ciudad quedaban inundadas de serpentinas y confetis que alimentaban la fantasía del Carnaval. El Carnaval de Panamá se puede constituir en una empresa cultural, que tiene el potencial de reconocer lo auténtico, reforzando identidad, otorgando unicidad, forma y fondo a una de las celebraciones que más en serio tomamos los panameños.

HUBERT HUMPHREY FELLOWSHIP.

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