• 04/03/2012 01:00

Conscientes del problema

La semana pasada llamé la atención sobre el inminente cierre de la Escuela de Historia en la Universidad de Panamá. Muchos fueron los co...

La semana pasada llamé la atención sobre el inminente cierre de la Escuela de Historia en la Universidad de Panamá. Muchos fueron los comentarios que me llegaron, algunos de académicos e historiadores que aportaron más luces sobre esta grave realidad a la que se enfrenta el país. Uno de ellos señaló, acertadamente, que si no se forman profesores de Historia, ¿quién orientará a nuestros nietos (ya no a nuestros hijos) en esa materia?

Otro de mis lectores, historiador y geógrafo, me comentó que el Archivo Nacional de Panamá, ahora ba jo la dirección del Registro Público, es el único archivo de todo el continente americano que ha dejado de ser un verdadero archivo histórico, para convertirse en una dependencia repleta de los archivos notariales más recientes para una clientela de bufetes jurídicos. Los historiadores no tienen allí ni siquiera acreditación y una sala decente para hacer sus consultas, tienen que pagar sumas exorbitantes para tener una fotocopia de un documento como si se tratara de algo para hacer un negocio, y el Archivo no tiene ni un documento microfilmado y menos aún en Internet; la clasificación de los documentos es antediluviana y la conservación lamentable, a pesar de las millonarias subvenciones que recibe del Registro Público y de contar con un excelente laboratorio de restauración documental que apenas funciona.

Un destacado historiador, que fue profesor por muchos años en esa escuela hasta que decidió dedicar su valioso tiempo a investigar y publicar sobre temas históricos, me indicó que la falta total de estímulo para la investigación y la negación de recursos de todo tipo han reducido la profesión a la simple tarea de ‘facilitadores’ con mínimas o nulas posibilidades de investigar. Y de crear nuevos conocimientos.

Pero los desaciertos no terminan con la tragedia del cierre de la Escuela de Historia. Realmente empiezan con la poca educación que se imparte tanto en el hogar como en las clases. Con el inicio del año escolar, la misma historia que otra vez no están listas las escuelas y la mentada transformación curricular, que pocos la entienden, volvemos al ruedo enfrentando a una generación de panameños que de repente optan por ingresar a pandillas, porque les es más atractivo que estudiar. Tenemos un gran reto por delante, que no se puede resumir con slogans publicitarios, sino en hechos.

Si estuviéramos realmente conscientes del problema que tenemos, a nivel de sociedad, se podrían remediar muchas cosas. En el programa de Ismael Cala estuvo recientemente el científico panameño Ibis Sánchez Serrano, que recién publicó un libro sobre el colapso de los sistemas de salud en los diferentes países y cuestionaba la prioridad de hacer obras de infraestructura versus mejorar el Seguro Social. Este veragüense, de origen humilde, que dice que por falta de recursos, tenía que estudiar bajo los postes de luz de la calle, porque no tenían electricidad en la casa, era un lector voraz desde que tenía cuatro años. Su libro está nominado para el Premio Príncipe de Asturias. Su reflexión sobre las prioridades me hacen caer en cuenta de lo que recientemente se reveló: que de las partidas discrecionales de la Presidencia se destinaron más de 150 mil dólares en decoración para el trasnochado funeral de Estado que le hicieron a principios de año a Arnulfo Arias, pero a la Feria del Libro solo le asignaron tres mil.

En virtud de este tema, el cierre de la Escuela de Historia, el poco respaldo que se le da a nivel gubernamental a eventos tan importantes como la Feria del Libro y en contraposición, la voluntad de educarse, a pesar de las adversidades y limitaciones, debe llevarnos a participar en el crecimiento intelectual del país, no solo del económico.

ARQUITECTA Y EXMINISTRA DE ESTADO.

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