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- 01/07/2012 02:00
A Mohamed Morsi, presidente de Egipto*
Antes de que pueda deshojarse, en medio de la pasión política y la diversidad de intereses, esa bella flor de la democracia representada por su histórica elección reconocida el pasado domingo 24 de junio, permítanseme las siguientes reflexiones.
A pesar de que la democracia es mucho más que elecciones, cuando sus resultados son escrutados, correctamente, como parece el presente caso, ellas constituyen un reflejo de una de las bases fundamentales de este sistema superior de gobierno, puesto que confirman que el poder político radica en los ciudadanos y que los gobernantes son solamente sus delegados.
Como Ud. está plenamente consciente, ahora se reinicia una etapa muy reciente en el mundo árabe, y única dentro de los siete mil años de experiencia política en Egipto.
Para los optimistas, con el respaldo popular reiterado en la ahora mundialmente famosa Plaza Tahir, y dada por descontada su capacidad organizativa y profesional, vendrá inmediatamente la indispensable negociación con la cúpula militar que ha venido gobernando el país en las últimas décadas, para encontrar una fórmula realista, adecuada y progresista de cara al futuro. Para estos optimistas, el futuro está de su lado y, más tarde o más temprano, todo el mundo musulmán caminará hacia un porvenir político que reemplace incluso la confrontación histórica entre Suníes y Chiítas.
Para los pesimistas, por otro lado, el brazo político de la Hermandad Musulmana y su nuevo Partido Libertad y Justicia, confrontará no solamente la inercia de los líderes militares que han continuado detentando el poder después de la caída del expresidente Mubarak. También la reserva natural de los grupos no islámicos, entre ellos el 10% estimado de la población Cristiana, al igual que sectores femeninos preocupados por la posición tradicionalmente hostil de algunos líderes y ‘salafistas’ religiosos musulmanes. ¿Y qué decir de un sector importante de la juventud egipcia, que dio lugar en forma simultánea a la llamada ‘Revolución Árabe’ en varios países de la región, al igual que aquéllos que piensan que se desconocerán los acuerdos de paz suscritos con Israel?
Para quienes no somos musulmanes, resulta difícilmente comprensible la violencia sostenida entre Suníes y Chiítas, por ejemplo, muchas veces ayudados, financieramente, por Irán de una parte y Saudi Arabia por la otra. Estos se atacan mutuamente y con fanatismo digno de mejor causa, en el presente Siglo XXI, incluso mientras, auténticamente, practican la misma fe religiosa y oran en mezquitas con base en el mismo Corán.
Asimismo, los no musulmanes podemos reconocer lo expresado por el erudito Hicham Ben Abdallah El Elaoui, cuando en artículo publicado en enero del año pasado por la revista Journal of Democracy expresaba que: ‘En Verdad, un aspecto de la grandeza del Islam ha sido su habilidad para absorber y desarrollar las grandes tradiciones de la literatura y la filosofía clásicas. No se trataba de quemar libros, sino más bien de construir bibliotecas y preservarlas’.
Tal vez por ello mismo, durante la España Musulmana del Siglo X, alrededor de la ciudad de Córdoba, pudo alcanzarse una cultura superior al resto de la Europa de la época. Eran también los días cuando en el Siglo XIII, Alfonso X ‘El Sabio’, también llamado el Rey de Tres Religiones (Cristianos, Musulmanes y Hebreos) invitaba a sabios, quienes aportaban sus conocimientos sin impedimento religioso alguno. Tal pareciera como si, en España, Alfonso X se hubiese anticipado en cinco siglos a Federico II ‘El Grande’, cuando expresó en Prusia algo parecido en el sentido de que ‘a cada quien debe permitírsele ir al cielo por su propio camino’.
Con todo respeto, sometemos a su consideración las diecisiete ideas expuestas en el Epílogo de nuestro libro La Democracia Enjuiciada: Alegato de la Defensa (Evolución Progresiva o Revolución), ninguna de las cuales se opone a los fundamentos de la cultura Islámica.
Entre esas ideas y posibles iniciativas se encuentran: Partidas preferenciales en el Presupuesto Nacional para educación y entrenamiento; educación básica adecuada, gratuita y obligatoria tanto para niños como para niñas; garantías mínimas de salud pública y privada; Órgano Judicial con jueces independientes, estrictamente seleccionados y bien pagados; designación originalmente escandinava de ‘Ombudsmen’ o funcionarios para atender quejas de los ciudadanos, con oficinas bien dotadas para la investigación de abusos por parte del Gobierno; número limitado de Partidos Políticos, para garantizar una verdadera y necesaria oposición en el Órgano Legislativo; academias militares y policiales verdaderamente profesionales y apolíticas, para evitar la tentación de las dictaduras militares; aprobación de dos tercios del Órgano Legislativo u otro criterio restrictivo para Contratos con la Nación; posible creación de algunas Empresas Mixtas de Interés Público, con participación del Estado, pero con la administración en manos privadas; excepción de impuestos para estimular la creación de bibliotecas modernas, museos, laboratorios y actividades artísticas y deportivas.
Sin intención de agotar un tema permanente en los llamados Países del Primer Mundo, los ejemplos anteriores bien pueden servir de base para el diseño de políticas a corto y largo plazo.
*Dedicada a la memoria de quien fuera mi dilecto amigo Dr.-Rabino Heszel Klepfisz.
*AUTOR DEL LIBRO ‘DEMOCRACIA ENJUICIADA’ (‘DEMOCRACY ON TRIAL’).