• 10/07/2012 02:00

Todos contra todos

En mi ilusión idealista, los partidos políticos son agrupaciones de ciudadanos con un proyecto de desarrollo del país compartido y que i...

En mi ilusión idealista, los partidos políticos son agrupaciones de ciudadanos con un proyecto de desarrollo del país compartido y que interactúan armónicamente por el desarrollo del proyecto. En el mejor de los casos, el partido debe funcionar con un sistema democrático interno donde lo dirija quien tenga el respaldo de la mayoría y todos acogiendo su dirección. Decisiones consensuadas garantizan el bienestar de todos los miembros. En la triste realidad de nuestro país, los partidos políticos son instrumentos disponibles para alcanzar el poder donde los miembros son utilizados por los que los logran dirigir en la búsqueda del poder, que alcanzado sirve para enriquecer al que lo ostente y sus allegados. Eso ha sido lo que hemos vivido en nuestras democracias.

Y, producto de esas ambiciones, los partidos políticos hoy lejos de ser un ejemplo y modelo a nuestra juventud, son una vergüenza nacional. Se han convertido en centros de peleas y denuncias internas, de muestras de lo bajo y no de lo que enaltece al hombre. Las sesiones de la Asamblea Nacional de Diputados deberían ser censuradas a menores y disponibles solo a ciudadanos con criterio formado. Y, mayor vergüenza, que estas discusiones, peleas y denuncias se hacen cada vez más públicas. Hemos quedado en un país donde la política no es más que un entarimado de todos contra todos.

En el Partido Panameñista los bandos están poco más claros que en otros. Los seguidores de Varela se aprestan a resistir a los disidentes, encabezados por Mireya Moscoso, mientras mantiene bajo observación a los amigos y seguidores de los 11 diputados tránsfugas que buscan llevarse con ellos a militantes del partido. Varela actúa con mano férrea contra sus adversarios internos, a los que no da espacio alguno en el partido y en ocasiones en público muestra su resentimiento a ellos.

En el PRD las batallas tienen historia. Divisiones que se dieron desde el gobierno de Pérez Balladares y luego las que generó el gobierno de Martín Torrijos, terminando con las peleas de las primarias del 2009. Adicionalmente, bandos claramente identificados según el liderazgo, los de Martín, la gente del Toro, los de Balbina y los de Juan Carlos Navarro, luego por supuesto la tendencia. Estos son los más locuaces y protagónicos y aunque hacen alianzas coyunturales y a veces estratégicas, siguen siendo entes separados.

Hoy, en una lucha sin jueces, casi todos se han unido contra el más fuerte, Juan Carlos Navarro. Hasta identificados por nombre, TOCONA (Todos contra Navarro), la lucha ha llegado a las redes sociales, volantes, anónimos y denuncias públicas. Nadie, al verla, podría sospechar que pertenecen al mismo partido político. Curiosamente cada vez que hay una elección interna surgen más divisiones, el Frente de la Juventud fue el último en dejar al secretario general Moulanier por un lado y a la derrotada Del Río en otro. Pero, el divisionismo es inevitable cuando los secretarios nacionales (ej. Juventud y Femenino) abiertamente apoyan a un candidato y no juegan imparcialmente con todos, al comprender su verdadero rol dentro del partido.

El Molirena afortunadamente tiene solo tres facciones: los fundadores y viejos del partido, la corriente de su presidente González Ruiz hasta hace poco comprometido con fusionar y desaparecer el partido en las entrañas del CD, y los tránsfugas recién incorporados que tienen como meta fortalecer el partido y luego definir lealtades. Con la excepción de dos voceros en medios, Olimpo y Lisímaco López, que atacan con furia diariamente a la dirección del partido, la pelea parece estar en un letargo esperando el momento de definición en la próxima convención a finales de año.

Por último, el CD, partido en el gobierno. Un partido que por dos años mostró unidad y solidez, empieza a mostrar ya el deterioro de las luchas internas. Meses atrás un primer choque, como abreboca, entre Guiselle Burillo y Alma Cortés, seguido de luchas en la Asamblea por la presidencia del órgano, solo presagiaban lo que llegaría. Hoy, la diputada Vallarino (y a la espera de turno, su esposo el suplente Sellhorn) han atacado y pedido la renuncia del ministro Quijano. Por otro lado, los ataques a ciertos funcionarios han tenido el aroma de fuego amigo, inclusive los últimos ataques al propio ministro Papadimitriu me suenan sospechosamente de dentro. El CD, que tiene hoy entre sus 500,000 CDs originales, liberales y solidarios de Unión patriótica, PRDs y Panameñistas tránsfugas, tendrá en sus propias elecciones internas peleas de campeonato. Ya la candidatura presidencial parece tener un número plural de aspirantes, Ferrufino, Aníbal Galindo, Giselle Burillo, Roberto Henríquez, los más abiertos en su aspiración.

No hay duda de que cuando se habla de los partidos, tenemos que estar esperanzados a que sean partidos unidos, las luchas internas solo los debilitan y mientras más abiertas las pugnas internas más daño se hacen. El PRD ha pagado un precio muy alto al dejar que se profundice la noción de una gran división que surgió al calor de las elecciones del 2009 y no parece haber superado el trauma. Pero la verdad del caso es que todos los partidos sufren del mismo mal, todos tienen divisiones internas dramáticas, solo que unos las disimulan más que otros. Al final, el grito de unidad al terminar cada reunión solo sirve para reforzar la noción de la división existente. Y, muchas de estas peleas, parecen ser sin árbitro y hasta la muerte.

ARQUITECTO Y ANALISTA POLÍTICO.

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