• 23/10/2012 02:00

Episodios de mi adolescencia (II)

Para mi agradable sorpresa, varios de mis lectores han comentado favorablemente mis artículos sobre reminiscencias de mis tempranas edad...

Para mi agradable sorpresa, varios de mis lectores han comentado favorablemente mis artículos sobre reminiscencias de mis tempranas edades. Me estimulaban a seguir mis relatos. Lo hago con gusto. Contaba en mi articulo anterior que era más cómodo y fácil viajar por aéreo de David a Panamá, gracias a PANAM. Viajar por carretera hasta los años 1960 era una aventura. En mi niñez, en los años de post-II Guerra Mundial, la trayectoria tomaba 14-16 horas. Recuerdo de niño escuchar el comentario de los adultos de que un rico del pueblo había realizado el recorrido en 8 horas. ‘¡Una gran proeza!’, decían unos; ‘¡Loco de remate!’, decían otros, quizás mas cerca de la realidad.

En ese entonces, la carretera de David a Panamá se desviaba en Guabalá hacia la costa, una ruta que llevaba a Soná y luego a Santiago para seguir la actual. La antigua aún existe, pero muy deteriorada, la última vez que la recorrí. Hay en ella un tramo tortuoso, bordeando ladera de colinas, escénico, con hermosas vistas del Pacífico y Coiba, indudablemente de mayor atractivo panorámico e interesante que la ruta actual. Vale la pena recuperar esa ruta con fines turísticos y de recreativos.

Más tarde en mi época institutora se mantenía la ruta por Soná. La carretera había mejorado, pero continuaba sin pavimentar hasta Río Hato. Era menos necesario prepararse cual realizar un safari, pero aún se seguía la costumbre de recorrer parte del trayecto de noche por ser más fresco y más seguro por la facilidad de detectar en las curvas el tráfico en dirección opuesta, gracias a los faroles, y evitar accidentes.

El trayecto de David a Soná se realizaba en la estación seca sin mayores dificultades, salvo calor, polvo y piedras, con las tradicionales escalas en Remedios y Soná. La cosa se complicaba en la época lluviosa, como veremos.

En el área del Tabasará existe una subida conocida como Loma Azul. Esa loma se convertía en la Némesis de los conductores en temporada lluviosa, tanto así que para remontarla y poder vencer el lodo se hacia necesaria la ayuda de tractores. En ocasiones los vehículos permanecían aislados por días, lo que estimuló la presencia en el lugar de puestos de venta de comida, bebidas y servicios de ‘mujeres del rumbo’ para los conductores ‘trancados’. Los conductores muy apropiadamente bautizaron el lugar como ‘Corea’, era la época de la guerra en ese país y el lodo del invierno era el peor enemigo de las tropas aliadas.

Recuerdo bien esos viajes, en una camioneta que alquilábamos los estudiantes chiricanos de la Capital, que usualmente conducía el popular personaje de mi pueblo, ‘Colacho’ Almengor, y quien ocasionalmente me permitía conducir.

Completé mis estudios secundarios en el Instituto Nacional, cuando aún era el gran plantel académico que desafortunadamente ha cesado de ser. En esos tiempo no existía Segundo Ciclo en David. El Félix Olivares solo ofrecía Primer Ciclo. Los que deseábamos continuar estudios secundarios, eramos forzados a buscar escuela en otros lugares. Algunos davideños en Nicaragua, donde existían excelentes colegios secundarios regentados por la Iglesia Católica, o EE.UU., en ‘high schools’ privadas. La mayoría en la Normal de Santiago, el Instituto Nacional o colegios privados en la capital. Tuve la fortuna de terminar mis estudios secundarios en el Glorioso Nido de Águilas.

Viví tres de mis mejores años de secundaria en el Internado del Instituto, hoy desaparecido. Fue una gran experiencia en todo sentido, representaba la liberación de una férrea disciplina hogareña. Llegué a presenciar momentos históricos importantes, como fue el derrocamiento de Arnulfo Arias en los años 1950 y su juicio; participé en la masa en manifestaciones estudiantiles contra el régimen (eran otros tiempos y otras mentalidades de los estudiantes) y fui parte del desalojo del Instituto y el Internado rodeado de la Policía Nacional bajo el mando del temible, ‘cuco’, de la época, Timoteo Meléndez.

Espero haber complacido a mis lectores, quiero agradecerles permitirme remontarme a mis años felices de adolescencia, tarea extremamente más placentera que escribir sobre la realidad que sufrimos que, como dicen los campesinos de mi tierra, ‘no la salva ni Dios con peones’, tal sería el esfuerzo. Quiera el Todopoderoso demostrarme errado.

BANQUERO Y EXDIPLOMÁTICO.

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