• 09/01/2013 01:00

Justo al centro del blanco

V as conduciendo tu automóvil por la carretera. Tranquilo. Seguro. Poco a poco te aproximas al vehículo que va delante del tuyo. Lo vas ...

V as conduciendo tu automóvil por la carretera. Tranquilo. Seguro. Poco a poco te aproximas al vehículo que va delante del tuyo. Lo vas a rebasar. Miras el retrovisor. Nada. Miras el espejo izquierdo. Nada. Te lanzas a rebasarlo; pero de pronto, desde atrás y a la izquierda, aparece otro vehículo. ¡Peligro! Maniobras rápido. Vuelves al carril. Lo dejas pasar. Suspiras. Luego piensas: ¿Por qué no lo vi? ¿De dónde salió? La explicación surge de cualquier curso de manejo defensivo. Es el punto ciego del conductor. Si trazas una línea imaginaria desde el espejo lateral izquierdo hacia atrás, y otra desde el espejo retrovisor hacia atrás y a la izquierda, pues siempre queda un punto no cubierto por ambos espejos. Un punto ciego. Un pequeño lugar imposible de ver y que puede provocar una catástrofe.

También los conductores políticos y los jefes de campaña tienen puntos ciegos. Pueden ser personas con experiencia y gran conocimiento. Pero, es imposible que lo vean todo. Hay algo que escapa a su visión. Y ese algo, aún siendo pequeño, puede provocar una inesperada pérdida pre-electoral. ¿Cómo pueden ver lo que no ven? Mediante la mirada de otro. No simplemente otro político del staff del precandidato. No otro simpatizante. No otro miembro del equipo de campaña. Debe ser otro que sea realmente otro. Ajeno, de afuera, extraño a la campaña. Una segunda opinión. Un consultor político, preferentemente no contaminado con la política local. Una empresa investigadora de opinión pública que sea seria y rigurosa que ni siquiera simpatice con ningún colectivo. Y, de votantes indecisos que se plantean dudas y objeciones ante el precandidato para alcalde, representante, diputado, presidente.

Muchos creen que para ganar hay que gastar más. Mucho más. Más minutos de televisión y en radio. Más carteles en la vía pública. Más locales. Más centímetros en los periódicos. Más vehículos. Más personas a sueldo. Más despliegue en Internet. Entonces las campañas políticas se convierten en un pozo sin fondo, inagotable, donde siempre se necesita algo más y donde el dinero nunca alcanza. Para poder ganar hay que invertir. No gastar. Invertir mejor. ¿Qué es lo más importante para invertir mejor? La puntería. Sí: la puntería. Saber exactamente a quién apuntamos. Saber qué perfil tienen los votantes. Conocerlos en profundidad. Descubrir por qué votan o por qué no te votan. Una máxima en política sería ‘Conoce a tus votantes’. Porque si conoces a tus votantes, si los comprendes, si entiendes cómo toman sus decisiones, entonces vas a invertir mejor. Una campaña política no es una salva de tiros al aire. Es más bien un disparo preciso justo al centro del blanco.

Ligo lo anterior con los precandidatos a las primarias de los distintos partidos políticos. Hay muchos. Muchísimos. Se dice que esto es parte del pluralismo democrático interno de los colectivos. En algunos, tengo mis reservas. En otros, tengo mis cuestionamientos. Y, en pocos, mi aprecio. El físico, no cuenta. El que hable mucho y no diga nada, tampoco.

Lo que cuenta es que sea capaz de crear alternativas y mantener un mínimo de unidad y coherencia entre los suyos. Que no sea un aliado más de las garras de los poderosos. Cuidado con los ladrones de las esperanzas del pueblo. Me interesa el candidato concertador, humanista e inspirador; me atrae, me motiva. Y, aunque pertenezca a un colectivo político, debe ser independiente. Que no dependa de las ideas de otros, solo que esas ideas sean cónsonas, convenientes, acordes, congruentes con las del pueblo. Ideas bien entonadas, de acercamiento. Ideas que inspiren. De eso se trata. La vida de cualquier persona está marcada por esos momentos de inspiración. Sé que se necesitan otras cosas: vivienda, alimento, salud, seguridad, educación y, tantas cosas. Pero inspiración, sobre todo inspiración. Recuerda esto cuando vayas a dar un discurso o una conferencia o una entrevista. No, no es necesario que seas Mahatma Gandhi, o la Madre Teresa de Calcuta, o un gran poeta. No. Solo recuerda que la gente necesita sentir tus palabras, inspiradas para su vida a través de la tuya. Piensa en dejar una marca, una huella. No pienses solo en ti. Piensa en lo que necesitan los demás. Piensa en despertar algo bueno en ellos.

Necesito un candidato que tenga visión de Patria, de amor a la Patria. Así es, amor. El amor es el único sentimiento que edifica. Necesito un candidato humanista aquel de conciencia limpia, honesto, que nadie lo señale con el dedo acusador, que la verdad sea su sello de prestigio. Fuera todo vestigio de corrupción. Fuera candidato hipócrita. Fuera de nuestra casa presidencial. La casa de los buenos panameños.

Debiera haber un manual para los pre-candidatos y candidatos que se postulen a puestos de elección popular. Los requisitos, las características, el perfil, etc. deben ser definidos, acordados, reglamentados, formalizados, y concebidos por el pueblo. Ese pueblo cuya educación y cultura es el día a día. Ya está bueno de candidatos ‘reciclados’ que salen de ‘la nada’ o, de conocidos que no han hecho y no hacen ‘nada’.

El manual puede ser de gran ayuda al momento de detectar a los poderosos con piel de oveja y con máscara de cinismo. Y, que el pre-candidato o candidato sepa que con el pueblo no se juega. El pueblo debe aprender a disparar justo al centro del blanco. Sin error, sin dejarse contaminar, sin dejarse intoxicar. Sin puntos ciegos. ¡Basta ya de tanta permisividad!

PSICÓLOGA

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