• 02/03/2013 01:00

¿Existe la educación ‘pasiva’?

S e han formulado diversas críticas contra la ‘educación tradicional’. Una de ellas consiste en acusarla de ser pasiva: el profesor o ma...

S e han formulado diversas críticas contra la ‘educación tradicional’. Una de ellas consiste en acusarla de ser pasiva: el profesor o maestro se limitaba a impartir enseñanzas, mientras los alumnos las recibían pasivamente. De esa crítica nace la famosa contraposición entre enseñanza activa y enseñanza pasiva.

Esta crítica, sin embargo, deja de lado un aspecto que no puede faltar en ninguna situación educativa. En la misma siempre se conjugan dos actividades: por un lado, la de quien enseña; por otro, la de quien aprende.

Si vamos al núcleo de la cuestión, notamos que una dimensión típica del conocimiento humano consiste en recibir, acoger, dejarse influenciar por los sentidos (lo que vemos u oímos) y por las personas (lo que escuchamos desde un lenguaje significativo).

Esa dimensión vale también para cualquier tipo de enseñanza, sea la que se realiza desde la naturaleza y las cosas (usando una fórmula que tiene un representante en Rousseau, pero raíces mucho más antiguas), sea la que ocurre en las aulas de escuelas y universidades, sea la que se produce desde el contacto continuo con libros, o con programas de radio y televisión, o con la ayuda del mundo de Internet.

Aprender, por lo tanto, implica recibir. En el punto de partida, un niño, un joven, o un adulto, carecía de un conocimiento. Después de aprender, ha adquirido un cierto saber. Pero recibir solo es posible desde un cierto interés y actividad.

De esta manera notamos cómo en cualquier tipo de verdadera educación se encuentran dos actividades. Por un lado, la del maestro, que busca ofrecer, con más o menos acierto, unos conocimientos o habilidades. Por otro, la del alumno, interesado en aprender, en descubrir, en solucionar dudas o en conquistar nuevas metas intelectuales o de otro tipo.

La imagen de un mundo antiguo y de una escuela clásica dotados de pasividad carece, por lo mismo, de bases reales. No puede haber ninguna enseñanza auténtica si alguien no aprende, según una fórmula famosa usada en el ámbito de la lengua inglesa. Y una persona no aprende si se expone pasivamente a la acción de un maestro, sin entender lo que recibe y sin esforzarse por adquirir nuevos saberes.

Toda enseñanza, por lo tanto, es siempre activa. Hablar de educación pasiva es, entonces, simplemente contradictorio y falso. Lo cual no quita que existan diferentes maneras de entender la actividad en la enseñanza.

Sobre este punto, vale la pena una reflexión continua y seria para dilucidar qué tipos de actividades son más adecuadas para cada persona y para cada grupo humano a la hora de promover buenos sistemas educativos.

SACERDOTE Y FILÓSOFO, ROMA.

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