• 18/03/2013 01:00

Diplomacia y protección de civiles

La protección de civiles desarmados en situaciones de conflicto es un desafío de orden moral y diplomático. Inocentes muertos, heridos o...

La protección de civiles desarmados en situaciones de conflicto es un desafío de orden moral y diplomático. Inocentes muertos, heridos o desabrigados no pueden ser tratados como meros ‘efectos colaterales’. Este tema exige que la Comunidad Internacional asuma su responsabilidad colectiva.

La importancia cada vez mayor del tema llevó a la Presidencia surcoreana de turno del Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas (CSNU) a realizar un debate este 12 de febrero, en el cual participé. En primer lugar, debemos tener presente que la prevención de conflictos es la mejor manera para garantizar la protección de civiles. Mucho se habla sobre la situación de desprotección en que algunos gobiernos se alejan a su pueblo, algo inaceptable. Hoy existe consenso internacional en cuanto a la necesidad de coordinar esfuerzos para enfrentar dichas circunstancias. Sin embargo, debemos reconocer que la Comunidad Internacional ha sido omisa en lo que respecta a algunos temas relevantes relacionados a la protección de la población civil, entre las cuales podemos destacar las siguientes:

1) La promoción del desarrollo sostenido, con énfasis en la erradicación de la pobreza y en la seguridad alimentar contribuye al fomento de la paz. La falta de oportunidades y perspectivas genera conflictos, estimula los radicalismos y debilita la confianza en las instituciones. Es lamentable el elevado nivel de gastos militares, mientras no se cumplan las metas de Asistencia Oficial para el Desarrollo, acordadas en Monterrey en 2002;

2) Necesitamos luchar para disminuir la disponibilidad de instrumentos de violencia, en particular las armas de destrucción masiva. Es imprescindible avanzar en el tema del desarme y no proliferación. La facilidad con que se adquieren armas convencionales, principalmente a través del comercio ilegal, multiplica los daños causados por los conflictos. Las consecuencias para los civiles del uso indiscriminado de novedades tecnológicas para combatir las insurgencias o el terrorismo, a su vez, requieren un debate profundo;

3) No podemos olvidar la responsabilidad que tiene la Comunidad Internacional en la paralización del proceso de paz Israel-Palestina y el fracaso del Cuarteto para llegar a un acuerdo. Medidas unilaterales están exacerbando las tensiones en la región. El Consejo de Seguridad debe actuar de forma decidida en este asunto. La vulnerabilidad de la población civil en los territorios ocupados representa una situación de alto riesgo, cuya peligrosidad no debe ser subestimada; y

4) La paralización en temas relacionados con la paz y seguridad internacional puede considerarse el ejemplo más preocupante del estancamiento del sistema de gobernanza mundial. El Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas, congelado en un sistema de poder anacrónico, es el foro que debate y puede llegar a autorizar el uso de la fuerza para la protección de civiles. Un CSNU más legítimo y representativo tendrá mejores condiciones para implementar medidas preventivas y estrategias diplomáticas que eviten la radicalización y solución de conflictos;

Reconocemos que en algunos casos la Comunidad Internacional no podrá prevenir, por medios diplomáticos, conflictos armados con violaciones masivas a los derechos humanos de la población civil. Mismo así deben agotarse todos los medios pacíficos para minimizar el impacto sobre civiles. El uso de la fuerza siempre trae consigo el riesgo de muertes y propagación de la violencia e inestabilidad. Las intervenciones Militares en Afganistán y en Irak tuvieron como resultado un alto índice de muertos civiles (estimativas conservadoras dicen que hubo aproximadamente 120,000 muertos de septiembre de 2001 a septiembre de 2012), además de refugiados y desplazados internos (aproximadamente 1,6 millones solo en Irak). África del Norte vive el efecto desestabilizador de acciones en Libia. Estas lecciones no pueden ser ignoradas.

En situaciones excepcionales y extremas en que el uso de la fuerza es autorizado por el Consejo de Seguridad para proteger civiles, se necesita garantizar que la intervención militar sea juiciosa, ponderada y estrictamente ceñida a los objetivos establecidos por la ONU. Dentro de este contexto debemos velar por la:

1. Inserción de la intervención en una estrategia diplomática de resolución de conflictos. En otras palabras, la intervención no puede ser un fin en sí mismo;

2. Generación de un mínimo de violencia e inestabilidad, evitando provocar más daños aún a la población civil; y

3. Adopción y cumplimiento de procedimientos claros de monitoreo y evaluación por parte del CSNU, de la forma como sus resoluciones son interpretadas y aplicadas.

La prevención de conflictos y la resolución pacífica de disputas minimiza el sufrimiento de civiles. Cuando la intervención militar es autorizada y considerada potencialmente benéfica, la responsabilidad de proteger debe estar acompañada de la responsabilidad al proteger. Los esfuerzos multilaterales de protección de civiles deben estar anclados en el respeto a los derechos humanos y al Derecho Internacional Humanitario, incluso en el contexto de la lucha contra el terrorismo.

Actualmente se usa cada día más la frase ‘no hay solución militar para...’. La presidenta Dilma Rousseff, en su discurso durante el Debate General de la 67ª Asamblea General de la ONU, declaró que: ‘No hay solución militar para la crisis Siria’. Es esta constatación que hace tan urgente y necesaria una plataforma diplomática tanto para Siria como para el Grupo de Acción de Ginebra de 2012. El presidente norteamericano Barack Obama, en su discurso de posesión en enero pasado, afirmó que ‘seguridad y paz duraderas no exigen guerra perpetua’. Pasado el momento unipolar e iniciado la formación de un orden multipolar, comienza a tomar fuerza la convicción de que no hay solución militar para la mayoría de los problemas de paz y seguridad del mundo contemporáneo. Debemos enfrentar esa evolución, siendo una nueva apertura para el multilateralismo y un papel más relevante para la diplomacia.

MINISTRO DE RELACIONES EXTERIORES DE LA REPÚBLICA FEDERATIVA DE BRASIL.

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