• 20/03/2013 01:00

Un sistema de moral y modo de vivir

Una de las exigencias que ahora tenemos en Panamá es precisamente la de crear una conciencia moral que no pueda ser adulterada por la ri...

Una de las exigencias que ahora tenemos en Panamá es precisamente la de crear una conciencia moral que no pueda ser adulterada por la riqueza fácil de los peajes del Canal (producto fundamental de nuestra economía), de la actividad de los puertos nacionales, la Zona Libre de Colón, el turismo y los recursos naturales. Tenemos que crear un sistema de amortiguación profunda de la sociedad panameña para que no nos invada una riqueza que pueda ser auxiliar fundamental de nuestro supuesto crecimiento, pero que también puede ser factor de distorsión en el equilibrio moral de la conciencia del país.

Entre los muchos errores que generalmente se cometen (de los que generalmente es responsable el actual ‘régimen de mando personal’ que nos desgobierna), está el de creer que las cosas son importantes porque son grandes. En Panamá, como en muchos otros países del mundo, se comete el gravísimo error de pensar que solo son eficientes las grandes magnitudes. Se argumenta, por ejemplo, que un complejo hospitalario, como el que proyecta la dirección de la Caja de Seguro Social, es bueno porque tendrá grandes dimensiones; que una carretera será importante si tiene varios canales; y eficaz un centro educacional si es concurrido por miles de alumnos (?).

Hay que destruir la mitología de la grandeza, de lo colosal, que está creando dificultades en todas partes y una de las mayores fuentes de perturbación social. Hay que aprender modestamente la lección de que las pequeñas cosas de la vida o de la sociedad pueden ser eficaces en sí mismas. Por ejemplo, una pequeña plaza puede ser más eficaz que un gran parque, siempre que sirva a determinados fines sociales. Un gran edificio puede resultar inútil en comparación con un pequeño edificio. Y una gran carretera puede ser poco recomendable cuando hay otras vías más modestas y apropiadas para determinados fines colectivos.

Es preciso destruir, con toda la fuerza de la voluntad y de la inteligencia, el mito del siglo XIX, según el cual la producción de la eficacia estaba reservada al gigantismo. Hoy, por el contrario, se ha demostrado que ese gigantismo resulta ineficaz, y es una de las mayores causas de perturbaciones en el mundo actual. Queremos llamar la atención sobre este punto, si bien sabemos que de esta manera nos separamos de muchos criterios frecuentes que cultivan el concepto de lo colosal como la última palabra de eficiencia y progreso.

La regionalización, la descentralización, constituyen precisamente una reacción contra el gigantismo de las cosas. La regionalización es la vuelta a la vida natural y al antiguo concepto de que el hombre está rodeado, primero que todo, de hechos y cosas naturales, que son los que propician la convivencia.

El Municipio, la ciudad, el mundo, todos están vinculados hoy más que nunca. Los polos de dirección política e histórica del mundo se desarrollarán en esas direcciones, en el decurso del siglo XXI. Por un lado están los poderes supranacionales que van creando la integración de los continentes; y por otro, la vida normal y corriente de los hombres, la vida ordinaria y habitual que se expresa a través de la aldea, del corregimiento, del Municipio, de la ciudad y del espacio inmediato en que se desarrolla su vida y se expresa su acción creadora y constructiva.

Esta es la perspectiva que está planteada en el mundo, y de allí, entonces, se podrá deducir lo que son las relaciones internacionales de un país que busca fórmulas de integración supranacional, fuera de las fronteras nacionales, y que busca asimismo acuerdos internacionales en el orden tecnológico, político y económico.

La fuerza y la salud política internacional de un país dependen de la fuerza y la salud interna del mismo. No es posible concebir que un país tenga una política internacional vigorosa, si no cuenta también con una fuerza activa que irradie, fomente y produzca esa política internacional vigorosa.

En la conciencia de cada hombre y en la fuerza interna de cada colectividad es donde terminan manifestándose las fuerzas definitivamente dirigidas a lograr que la realidad de un país sea más activa, importante o distinguida.

PEDAGOGO, ESCRITOR Y DIPLOMÁTICO.

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