• 29/01/2014 01:00

El riesgo de la fama

El locutor de la cadena CNN advirtió que sería extraño que alguien no hubiera escuchado en los últimos días hablar de Justin Bieber. Sal...

El locutor de la cadena CNN advirtió que sería extraño que alguien no hubiera escuchado en los últimos días hablar de Justin Bieber. Salvo si se mantenía sin encender aparatos de comunicación electrónica, o si no había escuchado noticieros, quizás por estar en lo más profundo de algún bosque donde eran imposibles las señales y el Internet. El comentario se refería a los incidentes que envolvieron al joven cantante en Miami.

No es una historia aislada aquella que envuelve, según dicen, al ídolo de la juventud mundial. Cada presentación suya crea conflictos, protagoniza escándalos en los bares, ruidosas aventuras con prostitutas en las madrugadas y en el contexto de sus francachelas, por lo general, deja trazas del consumo de drogas, borracheras y una adolescencia que demuestra muy poco control de sus actitudes frente a los triunfos.

Hace casi cincuenta años, en uno de mis primeros artículos, me referí al impacto del éxito de los artistas cinematográficos y a aquello que los sociólogos como Morin, llamaban el ‘sistema de las estrellas’; referido a esa construcción que el mercadeo confeccionaba alrededor de todo aquel que triunfaba tras las pantallas. Por lo general, la audiencia se identificaba con ellos y asumía sus actos y conductas como propios.

La juventud imitaba la rebeldía de James Dean, Sal Mineo, las aventuras de la adolescente Elizabeth Taylor, la sensualidad de Brigitte Bardot o Marilyn Monroe, la moda de Elvis Presley, el peinado de Tony Curtis, los amoríos de Richard Burton y el supuesto machismo de Rock Hudson, por mencionar algunos.

Esa cualidad se mantiene hoy con otros nombres, Amy Winehouse, Rihanna, las hermanas Kardashian, Lady Gaga, Britney Spears, Madonna, Robbie Williams, Luis Miguel; pero con la particularidad de que sus desenfrenos son constantes y prolongan sus actuaciones; así cualquier actividad fuera de los locales de la farándula, se convierte en escenario de desmanes.

Conducir ebrios, intimidades en la vía pública, son algunos desenfrenos; pero también lanzar huevos a la casa del vecino es una diversión de Bieber; fumar marihuana y aspirar estupefacientes con sus amistades, deleita a Lindsay Lohan. El tránsito del rostro y la belleza infantil en una deformada y grotesca juventud, ha sido la experiencia de aquel hermoso ‘angelito’, Macaulay Culkin, hoy consumido por los vicios.

Un artículo analiza estos casos depresivos; ‘... cuando los famosos resaltan por algún logro, los sentidos de sus seguidores están a la expectativa; y cuando están en el ojo de la tormenta por sus escándalos o problemas, estos pueden translucirse sin sorprendernos en algo que a estas alturas del partido no es novedad en algunas celebridades: la adicción a las drogas’.

El aspecto preocupante de tal condición, no es en sí la situación personal de las estrellas, en su mayoría jóvenes, que se hacen famosas. Se trata del carácter de ídolos que tienen para sus audiencias que oscilan en edades semejantes. Todas estas luminarias son más conocidas que cualquier patriarca estudiado en las aulas escolares y, por lo general, acompañan en las redes sociales a chicos y chicas sin modelos.

Las imágenes de estos divos del espectáculo aparecen en los directorios virtuales de la población imberbe; asoman en paños menores por los archivos que celosamente y a escondidas tienen los muchachos en sus carpetas electrónicas. El territorio bajo el ombligo de cada uno de estos artistas, es área de conocimiento común de nuestros futuros ciudadanos, así como sus deprimentes fechorías. Semejante modelo de vida está lejos de corresponder al ejemplo que ilustre la trayectoria de alguien y mucho menos de quienes tienen que labrarse un porvenir con esfuerzo, trabajo y madurez.

PERIODISTA Y DOCENTE UNIVERSITARIO.

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