Alberto de St Malo, el padre de la enseñanza de ingeniería civil en Panamá

  • 09/05/2021 00:00
Visionario y entusiasta consagrado a la enseñanza. Fundó la Facultad de Ingeniería de la Universidad de Panamá y la dirigió durante 32 años
Alberto de St Malo, el padre de la enseñanza de ingeniería civil en Panamá

El 1 de noviembre de 1953 fue el gran día de la Universidad de Panamá. Después de 15 años de operar en los salones del Instituto Nacional, el centro de estudios superiores del país inauguraba su sede propia en el nuevo barrio de El Cangrejo, un campus de 32 hectáreas con edificios de innovadora arquitectura, calles, jardines e instalaciones.

La fiesta coincidía con los 50 años de la República de Panamá y el país tiraba la casa por la ventana. Primero, una carrera olímpica con un equipo de profesores y estudiantes organizados en relevo para trasladar una antorcha desde el Instituto Nacional hasta el monumento “Hacia la Luz”, donde el rector Octavio Méndez Pereira encendió una pira simbólica.

Después, una gira para los invitados, representantes de las naciones del continente, autoridades del Gobierno nacional y el equipo de docentes. Luego, un conversatorio en el reluciente paraninfo.

“Apenas se ha gastado una suma que no pasa de 2 millones y cuarto de balboas, un milagro de economía y eficiencia, digan lo que quieran los críticos gratuitos o enemigos de la cultura”, dijo el rector, aludiendo a la labor de su decano de la Facultad de Ingeniería y Arquitectura, Alberto de St Malo, quien había trabajado intensamente para llegar a hacer realidad el nuevo campus.

Con su doble sombrero de decano de Ingeniería y Arquitectura y director de la Oficina de Construcción de la Ciudad Universitaria, St Malo había dedicado noches enteras a llevar adelante el proyecto: supervisar los planos, hacer cálculos estructurales, elaborar el presupuesto, sustentarlo ante el decano y la autoridad crediticia (la Caja de Seguro Social) e inspeccionar los trabajos de construcción.

El resultado era ese impresionante conjunto de edificios –La Colina, los pabellones de Ingeniería y Arquitectura, Humanidades, Ciencias Puras, Ciencias Médicas, Derecho y Administración Pública y Comercio (actual Facultad de Economía), cada uno con sus aulas y laboratorios–, aplaudido como el gran logro de Panamá.

La época

Alberto de St. Malo nació en la ciudad de Panamá en 1910. Era el quinto de los seis hijos de Rodolfo de St Malo y Clementina Orillac, y hermano menor del afamado violinista Alfredo de St. Malo.

Creció en un ambiente permeado por la ambición de construir un país independiente con sus propias instituciones e infraestructuras. La ciudad capital se expandía a nuevas barriadas como La Exposición, Bella Vista, La Cresta. Se construían edificios importantes como el hospital Santo Tomás, los Archivos Nacionales y se formaba la junta Central de Caminos para organizar la construcción de la carretera Panamericana y los estudios del tapón de Darién.

Alberto de St Malo, el padre de la enseñanza de ingeniería civil en Panamá

El país necesitaba hombres y mujeres de ciencia, ingenieros, prácticos, y los gobernantes apostaban a la educación, asignándole el 25% del presupuesto nacional.

St. Malo se formó en el Instituto Nacional, un modelo de excelencia por su imponente edificio, maestros de la talla del ingeniero Abel Bravo, su amplio currículum de estudios. En su sala de actos se realizaban las más importantes veladas musicales y literarias del país.

Se graduó con honores y quiso estudiar ingeniería, pero Panamá no tenía un centro de estudios superiores donde pudiera formarse. La política de Estado era suplir esa falencia con becas a los estudiantes con mejores calificaciones. St. Malo aplicó a la universidad más competitiva del mundo en el campo de la ingeniería, el Massachusetts Institute of Technology, y fue aceptado.

“Llegó a Estados Unidos con la formación que le habían dado en el Instituto Nacional. Su inglés no era bueno, pero sus profesores vieron otras aptitudes y lo apoyaron”, explica su hija Alexis de St Malo. “Regresó solo cuando terminó sus estudios, en 1936, con su título de ingeniero y una maestría de la misma universidad”, recuerda.

Para entonces, se acababa el periodo presidencial de Harmodio Arias y el país iba superando las dramáticas penurias de la Gran Depresión. En 1935 se había creado la Universidad de Panamá.

St Malo se unió a la Compañía de Construcción Martinz y realizó varios trabajos como ingeniero estructural para las Fuerzas Armadas de Estados Unidos. Con su formación y sus conexiones, todos esperaban que desarrollara una carrera exitosa desde el punto de vista económico, pero él encontró su vocación.

La Universidad

En 1939, el rector de la Universidad, Octavio Méndez Pereira, lo llamó para que le diera la mano con la escuela de ingeniería, cuyos estudios estaban estancados. El currículo de los dos primeros años era sólido, pero todavía los estudiantes debían concluir la licenciatura en una institución extranjera.

“Mi papá estaba consciente de que el país necesitaba técnicos calificados y que los jóvenes panameños necesitaban educarse para hacerse de una vida mejor. No tardó en dedicarse por completo a los temas de la universidad. Como era un hombre tan intenso, prácticamente dejó a un lado todo lo demás”, recuerda su hija.

Su labor se empezó a sentir pronto. En 1941, St. Malo separó los estudios de ingeniería de la Facultad de Ciencias y creó una facultad independiente. Estableció exámenes de ingreso y un programa de estudios para que los estudiantes pudieran culminar la licenciatura en Panamá. (Ver tabla con los logros de su administración).

Bajo su tutela se graduaron cientos de ingenieros, para los que constituyó un ejemplo y un apoyo indiscutible. Una de sus estudiantes, Felicia Rivera, la cuarta mujer graduada de ingeniería en la Universidad de Panamá (1967), lo recuerda como una persona agradable y amable. “Lo veías siempre en los pasillos, saludando con su risa contagiosa. El me dictó algunos de los cursos más importantes de la carrera”.

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La ingeniera Felicia, quien posteriormente hizo estudios de doctorado en administración de proyectos, considera que St. Malo era un visionario. “A otros profesores no les gustaba la idea de tener a una mujer en su aula de clases, y me calificaban de forma injusta o simplemente me ignoraban. El ingeniero St Malo tenía otra actitud”, recuerda.

Alberto de St Malo, el padre de la enseñanza de ingeniería civil en Panamá
Visión

“Era fiel creyente de la excelencia y del mérito. Atrajo a destacados profesionales como Víctor Yanis, Irineo Kiamco, Víctor Juliao, Eusebio Vergara como docentes de tiempo completo e incorporó a jóvenes profesionales como asistentes –Víctor Cano, Jorge Young, Héctor Montemayor y otros–“, anota el ingeniero Amador Hassell, también graduado de la facultad.

“Tenía una visión clara de cómo debía irse conformando la facultad y, cuando pidió el préstamo para la construcción de la ciudad universitaria, incluyó un presupuesto para crear los laboratorios de resistencia de materiales, mecánica de suelos, mecánica de fluidos, metalurgia e ingeniería eléctrica”.

“En 1962 tuvo el acierto de nombrar como director de los laboratorios a un joven ingeniero que regresaba al país con estudios de doctorado. Era Víctor Levi Sasso. Al año siguiente, el laboratorio se convertiría en el Centro Experimental de Ingeniería con Levi como su primer director. Actualmente es una institución grande, con laboratorios de primera que genera ingresos a la universidad”, señala Rivera.

St Malo fue decano de la Facultad de Ingeniería, hoy Universidad Tecnológica de Panamá, desde 1939 hasta su jubilación en 1971. Fueron 32 años, 16 de ellos Ad honorem, en los que también sirvió como vicerrector académico, rector suplente y creador de la Vicerrectoría Administrativa.

Alberto de St Malo, el padre de la enseñanza de ingeniería civil en Panamá

Tras jubilarse en 1971, se dedicó a apoyar la empresa constructora de su hijo, pero nunca se desconectó de su labor educativa. En 1985, cuando el país sufría un momento crítico, que unía la crisis institucional y de valores con el decaimiento económico y un desempleo del 20%, St Malo publicó un estudio minucioso titulado “La racionalización de la enseñanza”, en el que marcaba una visión transformadora para la educación del país.

Para él, consagrado a los números, la ciencia y la técnica “no eran suficientes para transformar el mundo caótico en que vivimos”, y sostenía que la educación debía hacer un balance entre “los programas de ciencia, las artes liberales, humanidades” y “las necesidades de desarrollo y posibilidades financieras del país”.

En su ensayo exaltaba los méritos de la democratización de la enseñanza universitaria a la que concebía como “la igualdad de acceso, permanencia y posibilidad de culminar estudios de la carrera”. Pero advertía de que la “democratización” no debía confundirse con la “masificación”, que implicaba un interés en el número de estudiantes y la baja de la calidad de la enseñanza.

En su estudio demostraba con análisis y cifras que el presupuesto nacional de educación estaba distorsionado y que mientras descuidaba la formación del primer ciclo, despilfarraba el dinero en una visión errada de la formación universitaria. Solo el 27% de la población de entre 25 y 64 años del país había culminado primer ciclo. Mientras tanto, abría las puertas a una masa de universitarios de la que solo graduaba al 25%, muchos de los cuales entraban a un mercado laboral que no podía absorberlos.

Para St Malo este era un derroche considerable e injustificado de recursos públicos y confundía a la población en un falso sueño universitario, que solo creaba desempleo, subempleo y confusión. Proponía universalizar la práctica de rigurosos exámenes de ingreso, aumentar los requisitos de admisión, y en su lugar, fortalecer la educación preuniversitaria y las carreras técnicas.

Sus estudios y esfuerzos por concienciar a las autoridades y líderes nacionales sobre las deficiencias de la educación panameña le hicieron merecedor de un homenaje en 1985 por la Federación de Asociaciones Profesionales de Panamá. En 1995 volvió a publicar otro folleto llamado “Reflexiones en torno a la reforma educativa”.

St. Malo murió en 2006. Vivió sus últimos años con una jubilación muy limitada, pero orgulloso de la labor realizada. Cuando le entregaban el título de ingeniero del centenario, ramo educación, en 2004, dijo: “Al haberme consagrado a la educación de la juventud de mi patria, Dios me ha compensado no con fortuna y honores, sino con algo mil veces superior: la satisfacción del sembrador que ve germinar su semilla, el orgullo del maestro que vuelve a vivir en sus discípulos”.

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