Crónica de una jornada de recolección de basura

Actualizado
  • 26/02/2011 01:00
Creado
  • 26/02/2011 01:00
PANAMÁ. Días después y aún me da vueltas en la memoria el grito del ‘Maestro’ Gerardino Samaniego, el recolector de basura con más años,...

PANAMÁ. Días después y aún me da vueltas en la memoria el grito del ‘Maestro’ Gerardino Samaniego, el recolector de basura con más años, 36 de corrido, en la recién creada Autoridad de Aseo Urbano (AUD). En cada parada del camión 68, el Maestro acompaña la faena con su ‘wuepajé’, ‘wuepajé’. Algunos le contestan, otros resbalan la vista a otro punto que no sea el objeto del empleo del Maestro: los desechos de la ciudad capital.

Jueves por la tarde. El sol seca el agua que la lluvia dejó unas horas antes. Para los tres recolectores del 68, esto no será un impedimento para recorrer la ruta de Chanis, una de las más limpias, en comparación con las demás, aunque la limpieza no venga por la cantidad de desechos que se acumulen de un día a otro. Para esa hora, todos los empleados, conductores y recolectores, están en el patio de la AUD, hay ruidos propios de una zona controlada por hombres.

Los compañeros del 68 no están en el patio ni a la sombra de la galera de descanso, los encuentro y me los presentan en la oficina de Planificación. Son tres más el conductor. La experiencia delata al Maestro. Se muestra inquieto porque ya han pasado diez minutos y no está en el estribo del camión para salir a comenzar la ruta.

De esta oficina, donde en una pared se lee un papel que dice que la grandeza de un hombre sale de su rectitud, salimos con las herramientas: guantes de tela gruesa, suéter con cintas reflectivas y nuestra fortaleza física. El recorrido debe comenzar a las 4:00 p.m. y terminar a las 9:00 p.m. Uno de los tres recolectores debe acompañar al conductor hasta el vertedero de Cerro Patacón. Los demás ese día salen más temprano.

El camión 68 sale del patio de Carrasquilla con sus tres recolectores colgando del estribo delantero, a ambos lados del conductor. Ahora las dudas me asaltan a mí, ¿seré capaz de recoger las 2.2. toneladas de basura que dicen los estudios sobre la materia que recoge un trabajador en óptimas condiciones físicas?, ¿podremos entre los cuatro recolectores llenar las 8 toneladas de este camión, que es uno de los que demanda menos fuerza, los volquetes, o los matadores? Hay que lanzar las bolsas varios metros arriba y si son bolsas de mala calidad se rompen y luego hay que recoger con pala la colcha de desechos.

Comenzamos en la Urbanización Los Pinos, en esta zona los desechos estaban en bolsas negras y canastas o en la acera. Aquí uno de los compañeros me prestó algunos trucos del empleo: cómo viajar seguro en el estribo, cuándo bajarse de allí para no quedar aplastado por los carros que se estacionan en las aceras, cuándo correr delante o detrás del camión. Ya el wuepajé del Maestro lo había tomado para mí. En esta zona reco gimos la basura de un ‘hospital’, según el Maestro, pero en realidad era un Centro de Salud. Antes de que llegara a la tinaquera, me gritó que solo las negras, que las rojas no las tocara, que eran peligrosas.

Al poco rato, en un centro comercial de asiáticos, mi estómago quedó vacío. Y eso que no ha visto nada, me consuela el Maestro, esos gusanos son chiquitos para los que hay en tal lugar. Una china hace señas para que nos llevemos una silla sin patas.

El sol calentaba con fuerza. En los edificios podemos descansar un poco mientras que uno de los tres llama para que traigan la llave para abrir el enrejado del basurero. Los desechos son llevados en bolsas no adecuadas o de poca calidad que se rompen al primer contacto, se abre un mar de artículos domésticos, desde adornos de muchas navidades hasta zapatos de chiquillos que ya deben ser adolescentes. Pero no hay gusanos, de esos que dice el Maestro que se le suben hasta los brazos. Si hay menudencia, se llama: ¡palero!, y alguien, quien esté más cerca, trae la pala del camión. En la medida en que pasan las horas el trabajo se hace más pesado y las bolsas más grandes, en uno de los basureros había un cesto con tierra negra. ¿Qué se hace con esto?, pregunté. Vaciar la tierra y acomodarla con la pala. El cesto irá al camión. Hace sed, el sol ha consumido las energías acumuladas. Más adelante pedimos agua, dice el Maestro. Una señora que regresaba del empleo nos dio un galón de agua fría y unos vasos y nos dijo que nos podíamos quedar con los recipientes. ‘Wuepajé’’.

En Chanis, mis compañeros me ponen a prueba. Toda tuya, me dice el más joven de los recolectores, que hace un año entró porque ya no quiere seguir en la construcción, donde dice que ganaba hasta 600 por quincena, pero es un trabajo matón. Las primeras bolsas eran manejables, las otras contenían comida china pasada que quedó regada. Pero yo ya no tenía qué vomitar. El fotógrafo se acercaba para preguntarme si quería continuar.

Pero había más. Nos esperaba la tinaquera más temida, donde cuentan que hay ratones del tamaño de los gatos y las bolsas son las más pesadas, para mi suerte, no estaba tan cruel como otros días. Casi terminaba la jornada. De los desechos de la ruta recuerdo una bolsa, una que tenía libros escolares que no pude abrir porque el camión arrancaba. Y a la distancia, el ‘wuepajé’ del Maestro.

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