'No tengamos miedo', dice el arzobispo a los jóvenes de Panamá y el mundo

Actualizado
  • 22/01/2019 19:07
Creado
  • 22/01/2019 19:07
El arzobispo de Panamá, José Domingo Ulloa declara la apertura oficial de la Jornada Mundial de la Juventud

El Arzobispo de Panamá, José Domingo Ulloa emncabezó, la tarde de hoy, el primer acto mediante el cual se da la apertura formal a la Jornada Mundial de la Juventud (JMJ), Panamá 2019. En la homilía el sacerdote hizo enfásis en que los jóvenes, "no deben tener miedo".

“Tengan el coraje de ser santos en el mundo de hoy, con esto no renuncian a su juventud o su alegría; todo lo contrario, mostrarán al mundo que es posible ser felices con tan poco, porque Jesucristo, la razón de nuestra felicidad, ya nos ganó la vida eterna, con su Resurrección”, manifestó Ulloa durante la homilía.

Ulloa agradeció a Dios, por ser la sede de la primera Jornada Mundial de la Juventud donde María -“la estrella de la evangelización”- ha sido propuesta a ustedes como modelo de valentía y coraje, que estuvo disponible para cumplir con el proyecto de Dios, para el que le había elegido y cuya respuesta es el lema de este JMJ: “He aquí la sierva del Señor, hágase en mi según tu palabra”.

Gracias papa Francisco, destacó Ulloa, por confiar y darnos la oportunidad de hacer una Jornada para la juventud de las periferias existenciales y geográficas.

Anhelamos que sea un bálsamo para la difícil situación con la que conviven sin esperanzas muchos de ellos, especialmente la juventud indígena y afrodescendiente, la juventud que migra por la casi nula respuesta de sus países de origen, que los lanzan a cifrar sus esperanzas en otros países, exponiéndolos al narcotráfico, la trata humana, la delincuencia y tantos otros males sociales.

Ustedes queridos peregrinos de distintos países de nuestro planeta tierra, encontrarán en Panamá un pedacito del mundo entero. Nuestra historia de servicio, de ser punto de encuentro, de unidad en la diversidad, sin distinción de credo, raza, edad, sexo, nos convierten en una nación bendecida.

Nuestro pueblo está preparado para recibirlos, para compartir sus tradiciones, la riqueza multiétnica y pluricultural, pero muy especialmente para compartir la alegría de la fe en un Dios, que está actuando entre nosotros, en nuestra historia personal y comunitaria. En las parroquias y en los hogares de acogida se ha tenido la preparación necesaria para dar lo mejor de lo nuestro, el cariño, la cercanía, la fraternidad, el adoptarlos como verdadera familia, la familia de Dios.

“Jóvenes: El llamado sigue vigente, perenne, intenso, pleno de una ternura que solo sabe comunicar Cristo. Quizá como Iglesia no hemos podido transmitirle esto con la claridad suficiente, porque a veces los adultos pensamos que los jóvenes no quieren escuchar, que son sordos y están vacíos. Sin embargo la realidad es otra. Les hace falta orientación, acompañamiento, y pero sobre todo que los puedan escuchar”, manifestó Ulloa en la homilía.

En la Iglesia, dijo Ulloa, estamos en espera de esta primavera juvenil. Confiamos en ustedes, esperamos mucho de ustedes, porque estamos plenamente convencidos, que los verdaderos protagonistas para los cambios y las transformaciones que requiere la humanidad y la Iglesia están en sus manos, en sus capacidades, en su visión de un mundo mejor.

En la Iglesia, durante la preparación de la JMJ hemos visto y descubierto jóvenes capaces de darse en la entrega por los demás. Han ido emergiendo los talentos y los liderazgos juveniles que han sostenido la organización de esta Jornada, han dado a tiempo y destiempo. Esta es una valiosa muestra que si pueden asumir proyectos impensables.

Y ser santo no es tener rostros de figuras de las estampitas que compramos por ahí. No, queridos hermanos y queridos jóvenes. Todos podemos ser santos: Aun cuando podamos pensar que nuestra existencia no tiene un gran valor por todos los pecados cometidos. Todos podemos vivir y llegar a la santidad.

El Santo Padre nos dice que para ser santo hay que ir contracorriente; hay que saber llorar, es salir de la lógica “del pare de sufrir”, que nos hace gastar “muchas energías por escapar de las circunstancias donde se hace presente el sufrimiento". El ser santo nos hace salir de la corrupción espiritual y material, de todo aquello que nos causa mal y ofende a Dios.

Un santo defiende a los indefensos: al no nacido, pero también al nacido en miseria; defiende a los migrantes, busca la justicia; ora, vive y ama a la comunidad; es alegre y tiene sentido del humor; lucha siempre, sale de la mediocridad, vive la misericordia de Dios y la comparte con el prójimo.

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