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‘No estoy de acuerdo con que Estados Unidos tome control del Canal de Panamá’

- 29/09/2025 00:00
La relación entre Panamá, China y Estados Unidos atraviesa uno de sus momentos más complejos desde el establecimiento de relaciones diplomáticas entre Panamá y Beijing en 2017. La reciente decisión panameña de no renovar su acuerdo con China bajo la Iniciativa de la Franja y la Ruta ha reconfigurado el tablero geopolítico, situando al país centroamericano en el cruce de intereses de las dos mayores potencias mundiales.
Para comprender las motivaciones detrás de esta medida y las implicaciones regionales, conversamos con Eduardo Gamarra, profesor de política y relaciones internacionales y director asociado en su institución académica. El experto, con una reconocida trayectoria en el análisis de la política latinoamericana y de las relaciones hemisféricas, abordó las tensiones entre Beijing y Washington, el papel estratégico del Canal de Panamá, la situación de los puertos administrados por empresas chinas, y las oportunidades que Estados Unidos estaría desaprovechando en su relación con Panamá.
En este diálogo, Gamarra analiza los riesgos, percepciones y realidades que marcan la política exterior panameña, y plantea los escenarios que podrían configurarse en los próximos cinco años.
Creo que es algo más amplio. En primer lugar, el hecho de que se haya tomado la decisión de establecer relaciones con China bajo un gobierno anterior, con poca consulta popular, fue un acuerdo que obviamente también respondía a una gran presión de parte de China. Formaba parte de su política internacional de exigir que, si un país establecía relaciones con ellos, debía romperlas con Taiwán.
En ese contexto hay que situar esta decisión. A la vez, por supuesto, está el enorme cambio que se dio en Estados Unidos con la llegada del presidente Trump y su decisión de enfatizar una posición antagónica para contener el avance chino en la región.
Entonces, el gobierno de Panamá quedó más o menos en medio: recibiendo la presión de mantener un acuerdo suscrito por un presidente anterior y, al mismo tiempo, tratando de conservar una relación con Estados Unidos en un contexto geopolítico absolutamente distinto.
Esa es una pregunta difícil de responder porque nos lleva a especular sobre acciones futuras que no conocemos. Pero sí es evidente que China ha reaccionado de manera predecible: no está de acuerdo con la decisión y considera que el gobierno de Panamá está violando un acuerdo firmado por el Estado panameño, no por un gobierno específico.
La reacción de China ha sido negativa, pero yo diría que está más dirigida hacia Estados Unidos. China percibe, creo que correctamente, que sin el cambio de gobierno en Washington y sin la presión del presidente Trump, esto no habría ocurrido.
En ese sentido, el gobierno de Panamá es consciente de que debe mantener una relación positiva con Washington, pero tampoco puede pelearse con China. Y concluyo: no creo que China tenga muchas opciones de presión sobre Panamá. Incluso si Panamá decidiera mañana abrir una oficina de Taiwán, pienso que China tendría pocas opciones de respuesta.
Ha sido un paso obvio dentro de la nueva situación geopolítica que vivimos. Era algo que se veía venir y que evidentemente iba a suceder. Por supuesto, la reacción del gobierno chino frente a la venta iba a ser negativa.
Este proceso todavía está en curso, por lo que no se puede decir que ya tenga resultados concretos. Pero, en términos simbólicos, el mensaje hacia Estados Unidos ha sido muy importante, sobre todo para mantener una relación positiva entre Panamá y Washington.
La verdad es que, en política y especialmente en política internacional, hay muchas percepciones que no siempre se ajustan a la realidad. El hecho es que sí había una presencia importante de empresas chinas en las zonas que usted menciona.
La percepción de que esas compañías están vinculadas al gobierno chino no es solo una percepción, sino que tiene fundamento. No existe empresa privada china que no tenga relación directa con el gobierno de China.
A diferencia de una empresa occidental, que puede invertir de manera autónoma y solo eventualmente requerir apoyo de su embajada, las empresas chinas siempre están vinculadas a una estrategia de Estado. En ese sentido, si bien hay percepciones, en este caso hay también mucha realidad.
Yo estoy en desacuerdo con esa postura. Panamá pasó por un periodo muy importante de negociaciones que concluyó con un acuerdo extraordinario, en mi opinión. Lo digo porque tuve el privilegio de trabajar durante muchos años con el embajador Ambler Moss, uno de los diplomáticos que negoció los tratados.
Creo que fue un buen acuerdo tanto para Estados Unidos como para Panamá. No estoy de acuerdo con que Estados Unidos tome control del Canal, porque el derecho internacional parte del principio de que los acuerdos deben respetarse. No se pueden modificar unilateralmente.
Este es un acuerdo entre partes que debe sostenerse. Ha beneficiado a Panamá y también a Estados Unidos, aunque quizás Washington lo ha desaprovechado. A lo que me refiero es que debería prestarle un poco más de atención a Panamá de la que le ha dado en los últimos años.
No tengo las cifras exactas en la memoria, pero le puedo decir lo siguiente: las exportaciones panameñas hacia China son muy pocas, mientras que las importaciones chinas hacia Panamá son enormes. Eso genera un déficit comercial brutal, el mismo que China mantiene con la mayoría de los países de América.
Es un comercio muy desigual. Si pudiera balancearse de alguna manera, sería muy beneficioso para Panamá, pero en el contexto actual la ecuación es completamente favorable a China.
De la misma manera que ya hubo un cambio en la política, es difícil prever qué ocurrirá en cinco años porque dependerá de quién gane las elecciones. Ese es el problema de los países democráticos presidencialistas: muchas políticas que deberían ser de Estado terminan dependiendo de coyunturas electorales.
China, en cambio, no es un país democrático. Ellos no piensan en quién ganará las próximas elecciones, porque ya saben quién será. Piensan en horizontes de 50 o 100 años. Por eso no habrá una variación en cómo China mira a Panamá, aunque sí podría haber modificaciones en cómo Panamá mira a China.
Este país siempre ha tenido, como algunos colegas lo describen, una relación de amor y odio con Estados Unidos. Yo creo que Washington debería darle más amor a Panamá.
No me refiero solo a promover mayor inversión, sino también a fortalecer las relaciones de “gente a gente”. Hay una necesidad urgente de robustecer la institucionalidad panameña, y eso es lo que más me preocupa como politólogo.
Panamá tiene una democracia, pero es una democracia débil. Estados Unidos, Europa y otros países deberían fomentar la democracia en este país de manera más decidida. Hay múltiples amenazas a esa institucionalidad, y una de las más preocupantes es el crimen organizado, que ha penetrado en diferentes esferas.