El Gobierno del presidente de Panamá, José Raúl Mulino, ha dado pasos positivos pero insuficientes para estabilizar las métricas fiscales de Panamá.
El dolor de un padre tras perder a su esposa e hijos por fallas en el sistema hospitalario




- 11/09/2025 00:00
La madrugada apenas se asomaba en el barrio de Las Nubes, en Arraiján, cuando Lionel Ríos abrió la puerta de una casa que ya no es hogar, sino un mausoleo. Tenía 28 años, un suéter blanco, un short celeste y unas chanclas gastadas. Nunca levantó la mirada. Había perdido todo: su esposa, Laritza Jiménez, de 29 años, y sus mellizos recién nacidos.
En esa vivienda modesta —sin puerta en la entrada, con dos sofás azules que reciben a cualquiera que cruce el umbral, con paredes sin pintar y una cocina de estufa y nevera nuevas— lo esperaba un vacío imposible de llenar. Había ahorrado lo suficiente para comprar un aire acondicionado, instalado debajo de la cama, con la ilusión de que Layan y Michelle no pasaran calor en sus primeros días de vida. Ahora, ese aparato duerme apagado, como las cunas que nunca se usaron.
En una casa donde debía entrar el amor para cinco, apenas cabe el dolor de uno.
Lionel recuerda con claridad el comienzo del embarazo. “Nos dimos cuenta cuando tenía un mes. Al inicio fuimos a una clínica privada en Vista Alegre y ahí nos confirmaron que eran gemelos”, relató.
La alegría, sin embargo, pronto se vio ensombrecida por la falta de recursos. Al quedarse sin trabajo, las siguientes citas fueron en el centro de salud de San Miguel y la policlínica Blas Gómez. “El jueves antes de todo esto, le hicieron exámenes en la Gómez. El viernes iba a otra cita y el lunes debía regresar. Nunca pensamos que ese lunes sería el final”.
Laritza ya era madre de Matías, un niño de tres años que pronto cumpliría cuatro. Con la experiencia de un parto previo en el mismo hospital Nicolás A. Solano, confiaba en volver allí. “Ella decía que cuando nació Matías la atendieron bien. Por eso insistió en ir de nuevo”.
El 10 de agosto, Laritza comenzó a sentirse mal. Notó sangre en la orina. Lionel decidió llevarla de inmediato al Nicolás Solano. “En el camino iba tranquila, me decía que tenía contracciones. Caminó conmigo, no llegó en estado crítico como dicen. Yo la registré y la dejé”.
Pocas horas después, el teléfono de Lionel sonó: Laritza había sido trasladada al hospital Santo Tomás. El Nicolás Solano no atendía partos gemelares, dijeron.
En la capital, todo parecía haber salido bien. “Me dijeron que uno de mis hijos nació a las 2:45 y el otro a las 3:00 de la tarde. Parto natural. Ella estaba en sala de recobro”, narró.
Esa misma tarde, Laritza habló por última vez con su madre: “Me siento mal, pero ya nacieron los dos”.
Horas después, la situación se complicó. A las 10:00 p.m., según los médicos, entró en coma, y pese a una cirugía de emergencia, murió a las 6:00 de la mañana del lunes 11. La causa oficial: un infarto tras una hemorragia masiva. La morgue judicial anotó simplemente: “estudio complementario”.
El golpe más cruel llegó esa misma noche. Los bebés, ingresados en el Hospital del Niño, parecían estables. Lionel los visitó aún con el duelo fresco. “Los vi conectados a aparatos, respirando”.
Pero a las 7:30 p.m. lo llamaron de urgencia. “Cuando llegué ya habían muerto los dos. Dijeron que por una infección, pero no explicaron más”.
Los mellizos tenían nombre: Michelle y Layan. Apenas respiraron 24 horas fuera del vientre de su madre.
El Ministerio Público abrió investigación tras la denuncia presentada por Lionel. Quiere respuestas: ¿por qué no atendieron el parto en el centro médico de Panamá Oeste; si realmente la derivación fue inmediata?, ¿qué falló en el Santo Tomás?, ¿por qué los pequeños no sobrevivieron en el Hospital del Niño?.
“Perdí a mi esposa y a mis dos hijos. Solo pido que se investigue, que no vuelva a pasarle a otra familia panameña”, dijo con voz apenas audible.
El Ministerio de Salud reaccionó con un comunicado. Según el parte, Laritza llegó al Nicolás Solano con fiebre de 38.6 °C, dolor abdominal y signos vitales estables. Allí se le brindó la primera atención y se aseguró un traslado seguro hacia un centro de mayor complejidad.
A las 3:27 p.m. del mismo domingo fue recibida en el Santo Tomás “en condición estable, con latidos y movimientos fetales presentes”.
“La atención fue inmediata y conforme a protocolos”, insistió el Ministerio de Salud.
Pero la familia de Laritza no encuentra consuelo en esas líneas. Ni los protocolos escritos pueden explicar tres muertes en menos de 24 horas.
Por mientras, el recorrido por la casa de Lionel es un retrato de la ausencia. En el corral vacío se apilan pañales, teteros, ropita nueva que nunca fue usada. El aire acondicionado apagado es símbolo de un sueño truncado.
Lionel habla pausado, con la mirada baja. “Dios me está dando la fuerza para alzar la voz”, dice. La fe es el único sostén en medio de la tragedia.
El caso de Laritza Jiménez no es un hecho aislado. El Nicolás Solano ha sido señalado en múltiples ocasiones por demora y deficiencias en la atención.
El Ministerio Público deberá determinar si hubo negligencia, omisión o si, como sostiene el Minsa, todo se hizo conforme a los protocolos. La respuesta será crucial para una familia que exige justicia y para un sistema de salud en el que la confianza parece desmoronarse.
A once minutos en carro del hospital donde comenzó esta historia, la casa de Lionel guarda los rastros de una vida que no fue. Un hogar pensado para cinco, hoy habitado por un viudo y un niño.
El aire acondicionado nuevo, apagado. El corral vacío, intacto. Los pañales, sin usar.
En ese silencio, Lionel se aferra a la memoria de Laritza y a la sonrisa de Matías. Y repite, casi como oración: “Que se sepa la verdad, que se haga justicia”.