El objetivo principal de este equipo interinstitucional, según el Ejecutivo, será gestionar la crisis social y laboral que enfrenta la provincia
- 12/02/2022 00:00

En la era moderna, con el establecimiento de la diplomacia y la burocracia gubernamental, los archivos fueron incrementando su importancia como la localidad donde se resguardan los registros auténticos, es decir, oficiales. La idea de autoridad inmersa en la noción de autenticidad privilegió los archivos como una fuente de autoridad para entender el pasado.
El Archivero Público de Panamá se crea mediante la ley 7 del 7 de febrero de 1885 de la Asamblea Constituyente del Estado Soberano de Panamá presidida por Buenaventura Correoso. Entre sus funciones estaba recibir documentos y expedientes del Secretario de la Corte Superior del Estado, los notarios del distrito Capital y los distintos juzgados del Departamento de Panamá y las comarcas de Balboa y Darién. Con esta ley, se ordenaba la entrega del archivo de la Presidencia del Estado y de la Gobernación de Panamá; anteriores a la creación del Estado de Panamá.

Se ordenaba la designación, entre los edificios del Estado o el costeo, de un local y los gastos que exija adecuarlo al objeto, y los que imponga la compra de estantes, armarios, mesas, asientos, cordeles, útiles de escritorio y todo lo demás necesario para el servicio de la oficina. El local debía ser claro, ventilado y aparente al objeto a que se le destina, y que además reuniera las condiciones necesarias para su conservación y seguridad. Sin embargo, no fue hasta el tercer mandato del presidente Belisario Porras, en el año de 1923, que se crea una junta para la construcción de un edificio para tal fin en el que designan a Leonardo Villanueva, arquitecto y constructor del inmueble. Para su construcción se escogieron los lotes 100, 101, 112 y 113 del barrio de La Exposición, que pertenecían al Cuerpo de Bomberos, mediante un canje con otros lotes del mismo barrio. El edificio se inaugura el 15 de agosto de 1924 como Registro Público, Registro Civil y las Notarías del Circuito. Este edificio también se convirtió en la primera edificación en ser construida en América Latina explícitamente para tal fin.
El inmueble es una construcción maciza en hormigón armado, acondicionado para la preservación de papeles expuestos a un clima tropical que -debido a la humedad y el sol- los decolora y destruye rápidamente; construido en una época donde no existían aires acondicionados y la colección se mantenía a temperatura ambiente. Las ventanas se construyeron de acero laminado y los vidrios alambrados a prueba de incendio. En planta baja se diseñó un corredor central que conecta las calles 32 y 33 y distribuye la circulación hacia las distintas salas del edificio. Se contempló un callejón posterior al edificio para aislarlo de los predios próximos, especialmente alejado de las construcciones mixtas de concreto y madera en el sector de Calidonia por el peligro de incendio. En la escogencia del lote se consideró además que estuviera alejado del mar para evitar la acción destructora del humo de los vapores del mar y el salitre. El historiador de arquitectura Dr. Eduardo Tejeira en “Panamá: Guía de Arquitectura y del Paisaje” (2007) menciona: “Se concibió con una intención monumental: se trata de un bloque simétrico con tres pórticos corintios en sus tres fachadas principales. El frente hacia la avenida Perú tiene una típica composición Beaux-Arts, con leves retranqueos que generan un ritmo A-B-C-B-A. Por otro lado, si bien la imagen del conjunto es severamente neoclásica –las columnas se ven auténticamente romanas–, los remates de perfil mixtilíneo, que se parecen al del cercano hospital Santo Tomás, no tienen nada que ver con esta tradición y parecen encajar más bien en el mission style; según el arquitecto Villanueva, esta solución era provisional, pues se pensó agregar un piso y rehacer los frontones. Como esta medida nunca se tomó, el edificio quedó tal cual se construyó”.

Hace más de un siglo los archivos y la historia ocupaban un mismo espacio, consumado física e idealmente en este magnífico edificio, en el sentido de colaboración con el estudio del pasado, definidos de manera colectiva por aquellos que estudiaban el archivo como una ventana al pasado y también por los designados en influenciar el archivo en su formación y contenido. Holger M. Meding en “Historical Archives of the Republic of Panama” (1999) sobre los archivos en la historia de Panamá menciona que una considerable porción de las fuentes panameñas del siglo XIX y XX está almacenada en los archivos de los EE. UU., particularmente en el National Archives y The Library of Congress de Washington DC.
Si se examina más atrás, Christopher Ward en “Historical Writing on Colonial Panama” (1989) menciona el Archivo General de Indias (AGI), el Archivo Nacional de Perú en Lima y el Archivo Histórico Nacional de Colombia como los principales archivos que contienen el material relacionado al Panamá Colonial.

El archivo y la historia ocupan hoy espacios diferentes pues han surgido nuevos participantes que alguna vez estuvieron al margen y que han consolidado la formación de nuevos acervos así como nuevas consideraciones técnicas con el cambio tecnológico. También el exponencial incremento de los archivos y documentos producidos por el Estado ha obligado a una nueva perspectiva acerca de la administración de estos registros. Esta serie de tensiones da oportunidad para reflexionar sobre la ausencia o pérdida de los archivos, la importancia de la documentación y la naturaleza del acceso a los mismos ante el resguardo de la construcción de la memoria histórica del país.
