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- 15/07/2012 02:00
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En la historia panameña casi siempre salen a relucir algunos apellidos: Torrijos, Arias, Vallarino. Desfilan en el escenario político como en un drama teatral, que escena tras escena es dominado por los mismos personajes, dice Brittmarie Janson Pérez en su libro: ‘Panamá Protesta’. La antropóloga explica que en el istmo el poder económico y político se mueve en el mismo círculo, con eventuales excepciones.
‘El pueblo que no conoce su historia está condenado a repetirla’, dice el refrán popular que calza perfectamente en la explicación del fenómeno del nepotismo. Problema de arrastre que ha permeado la cultura política del país.
Hay familias que siempre han ostentado el poder en Panamá. Existen otras que se anexaron durante el desarrollo de la república a estos árboles de poder. ‘árboles chicos que se han arrimado a árboles grandes’, les llama Janson. Así, hemos sido gobernados en dos ocasiones por los Torrijos, padre e hijo. También por los hermanos Arias Madrid. Sin olvidar que el apellido Vallarino ha tenido mucha ingerencia e influencia en los gabinetes del poder, de generación en generación.
En teoría, ‘todos son miembros de complejas y extensas redes sociales a distinto nivel’. Para Janson, en el ámbito político esta dependencia tiene efectos negativos y positivos. Por una parte, obstruye el buen funcionamiento del Gobierno al colocar en posiciones a personas que no tienen la capacidad necesaria para ocuparlas. Además, fomenta el nepotismo, el favoritismo, la corrupción y el resentimiento social.
A la luz de los estudios sociológicos y antropológicos, es más que evidente que el nepotismo y la corrupción no son situaciones recientes sino conductas históricas.
En Latinoamérica heredamos una sociedad en la que los méritos no importan y en Panamá, cada vez la corrupción y el nepotismo son aceptados como valores universales, deformando la mentalidad de los jóvenes y futuros profesionales. Todo parece indicar que se trata de un círculo vicioso de nunca acabar.
En medio de este panorama surgen los interrogantes, ¿Habrá algún gobierno capaz de romper con este esquema tradicional? ¿Habrá alguien que anteponga los intereses de un pueblo a los propios?. Las respuestas, hoy por hoy, parecen apuntar al polo negativo.