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El primer mercado público de la ciudad de Panamá
- 22/01/2022 00:00
- 22/01/2022 00:00
La primera facilidad como mercado público fue de forma “abierta”, alrededor de playa Prieta, Terraplén y Salsipuedes; una localización estratégica entre el centro de la ciudad y el muelle. Si bien estaba relacionada con la ciudad fortificada a través de la Puerta de Mar, también lo estaba con el arrabal y la plaza de Santa Ana a través de la calle Salsipuedes.
La red de caminos y carreteras era incipiente, siendo los puertos un medio popular de intercambio y apertura comercial. Muchos productos se enviaban a la capital por mar –a excepción de Bocas del Toro– desde pueblos remotos del istmo en pequeñas goletas, balandras y botes. Entre ellos se encontraba la carne, el puerco, gallinas, huevos, arroz, yuca, otoe, cocos, totumas, maíz, plátanos, bollos, cal, leña, carbón, café, raspaduras, frutas, frijoles, sal, caballos, maderas, pescado, zarzaparrilla, resinas y conchas de perla.
Los víveres se vendían en la ciudad a precios subidos por lo extraordinario y diverso de la concurrencia. De igual manera la ciudad era destino de expendio de mercancías de Estados Unidos, el litoral de Cartagena y Europa.
A raíz de la construcción del ferrocarril en la década de 1850, las casas y edificios se mejoraron para convertirlas en posadas, hoteles, cafés y almacenes, donde hospedar a las personas en tránsito y resguardar las mercancías que pasaban constantemente a través del istmo, de regreso o en busca del Perú, Australia y California.
El lugar designado como puerto y mercado de la ciudad era llamado Puerto de los Barcos.
El flujo y reflujo de las mareas del océano Pacífico ocasiona diferencias de nivel que podrían variar hasta 20 pies. Durante una parte del día se observaba la muralla en plena marea alta, con numerosos botes de pesca, y otros anclados, llenos de víveres y mercancías. Difícil reconocer el mismo lugar en menguante, cuando se retira la marea y se inauguraba el mercado de la playa, con una extensión de casi una milla en bajamar, con los botes que estarían descargando o descargados ya sobre la seco litoral y que proporcionaba un curioso espectáculo tanto a los visitantes como turistas. Este mercado abierto tenía una naturaleza temporal, casi de evento ferial pues sucedía de manera intermitente durante la semana. Thomas Wallace Knox, escritor, viajero y periodista del New York Herald en The boy travellers in South America (1886) reacciona: “a juzgar por lo que vimos en el mercado de la playa, con justicia se le llama a Panamá 'abundancia de peces', ya que parecía haber una oferta tres veces mayor, como pudiera ser necesario para el uso de los habitantes...”
El mercado de playa ilustra la importancia en ese entonces del transporte marítimo para la ciudad. Este concepto inicial de gran mercado discurría entre los tenderetes, puestos exteriores, en la carnicería y en el desembarcadero donde las goletas, también conocidas como “bongos”, descargaban sus cargamentos de frutas, verduras, ganado y otros productos. También lo componían unas calles empinadas, toscamente adoquinadas, torcidas y estrechas, con las paredes lisas de edificios antiguos cerrándolas, en acantilados similares y con las aceras ascendiendo en tramos de escalones de piedra.
Luego, el concepto de mercado abierto fue reemplazado por uno más permanente: comerciantes y usuarios solicitaban unas condiciones que les permitiese realizar negocios sin los inconvenientes del sol y la lluvia.
En 1860, mediante una ley de la Asamblea Legislativa del Estado de Panamá, se autoriza la celebración de un contrato con Pedro Brin para establecer un mercado público cubierto en playa Prieta. La obra se debía construir en cuatro años, sobre el terreno que cubría el mar en sus más altas mareas dentro del espacio comprendido entre la orilla de la playa y un plano vertical imaginado desde la garita al oriente del Postigo de San Juan de Dios, hasta la esquina oriental de la casa de José Antonio Bermúdez.
En 1866, tras un informe solicitado a Mateo Iturralde, senador del Estado sobre los bienes de Panamá, responde que el Taller de Puerto de Mar presta servicio como desembarcadero y mercado público. La carnicería vieja, era utilizada por la municipalidad para la venta pública de carne que se daba al consumo. El taller pasó a manos del Municipio y se le añadió un piso haciendo en esta parte otras bodegas.
Luego, el Cabildo acordó que la carne se vendiese en la plaza occidental de la explanada y se alquilara el edificio, así como también las bodegas del taller. Los negociantes de víveres utilizaban las casas particulares a orillas del mar para la venta y comercialización de sus productos. Lo que se introduce por tierra, por los agricultores, se vende en la plaza en que están las carnicerías y los demás artículos que los buhoneros o los mercantiles llevan cada día desde las 5:00 a las 10:00 de la mañana.
El Taller de Mar sirve de puerto principal, es el lugar por donde se embarcan y desembarcan los que hacen viajes al interior y viceversa, así como también las tripulaciones de los buques mercantes y de guerra surtos en la bahía.
En 1872, un nuevo intento para la construcción de un mercado en la ciudad de Panamá es propuesto mediante un contrato a Ángel Ferrari y Juan Papi para la construcción de un edificio que sirva de mercado público, pero en 1874 se rescinde el contrato y se prorroga el plazo para construcción del proyecto hasta 1876.
Tan pronto la ciudad se fue desarrollando, el mercado fue reemplazado por una estructura fija; en el camino también surgieron mercados privados y las tiendas de abarrotes –las abarroterías– basadas en un sistema de distribución masiva.
Los mercados públicos han sido tradicionalmente promovidos por fuerzas político-económicas derivadas de la administración municipal. Son percibidos hoy más como una función cultural que como una viabilidad económica de intercambio comercial entre vendedores y compradores. Al parecer sus tiempos de gloria ya terminaron al no crearse nuevos con el crecimiento de la ciudad y algunos de los edificios destinados como mercado público han sido destruidos. Para concluir, no hay que olvidar los principales actores de los mercados públicos, compuestos por carniceros, vendedores de frutas y verduras, vendedores ambulantes y comerciantes del campo, quienes impregnan una colorida y activa vida social a la ciudad y que también ofrece una reflexión política de la vida económica de algunos panameños.