A dónde van los diablos rojos

Actualizado
  • 07/08/2011 02:00
Creado
  • 07/08/2011 02:00
La escena no es ajena para nadie que haya vivido o visitado Panamá desde comienzos de los 70, cuando el general Omar Torrijos entregó a ...

La escena no es ajena para nadie que haya vivido o visitado Panamá desde comienzos de los 70, cuando el general Omar Torrijos entregó a los choferes el control del transporte público. Pero el bus multicolor que es parte de la cotidianidad panameña fue sentenciado a muerte: carga las culpas y falencias de un sistema de transporte deficiente, que halló en las viejas carrocerías, sin aire acondicionado y conducidas por choferes imprudentes, el chivo expiatorio.

Hasta diciembre transitarán los diablos rojos. Después serán confinados a chatarra o como medio de transporte para algunas instituciones que hicieron su pedido, además de diputados y funcionarios que los quieren para estampar su cara en la carrocería, como medio de propaganda política. Desde el 28 de diciembre de 2010 el gobierno implementó el Metrobús, transporte masivo basado en los sistemas de Colombia y Brasil, e indemnizó con 25 mil dólares a los dueños de los diablos rojos para que entreguen los buses y con 5 mil a los choferes. Y la promesa de un puesto al volante del Metrobús.

‘DIABLO ROJIANDO’

Omar tiene 38 años y hace 20 ‘diablo rojea’. Tiene uno propio, ‘Patraña’, que ahora es su drama. El socio lo estrelló y casi todo está perdido. Para negociar con el Gobierno y recibir sus 25 mil dólares, debe repararlo, si no sólo recibirá los 5 mil por ser chofer. No desea trabajar en el Metrobús: ‘los sueldos de 480 dólares no alcanzan pa’ nada’.

Mientras espera en el paradero improvisado del Parque Santa Ana, llama a su mecánico para cuadrar los arreglos. Los pasajeros suben, algunos saludan, otros no. A él no le importa y aumenta el volumen de la radio cuando cuelga el teléfono. ‘Territorio Máster Mix’, dice la voz a través de los parlantes. Todos saben que el fondo musical de este viaje irá de vallenato a reggaeton. Los primeros puestos se llenan rápidamente, los usuarios aún tienen la opción de escoger entre los estrechos asientos de la derecha y la izquierda, entre los de adelante y los de atrás. ‘Para salir más rápido —dice una señora— hay que sentarse adelantico o si no... uf, cuando esto se llene se complica la vida’. A veces, alrededor de 30 pasajeros viajan de pie.

Omar mira por el espejo retrovisor, todo en orden, mete el primer cambio y arranca. Empieza el viaje. ‘Y yo palante’ y tú patrás’, a qué le temes, no tengas miedo...’, se escucha en la radio.

Atraviesa la Avenida B, llega a la Plaza 5 de Mayo, recoge más pasajeros, las sillas del medio se llenan. Entre las frenadas abruptas, el voceo del ‘pavo’, la música y el sofoco del medio día, aún aguantable con la brisa que entra por las ventanas, la gente se reacomoda.

Calidonia, Transístmica, Seguro Social, Universidad de Panamá, a la hora en que los escolares salen de clases. Varios pasajeros se bajan. Otros se aglutinan en la puerta para subir. Todos los puestos se llenan. Los muchachos van al fondo porque ‘es más chévere, se forma la recocha y nadie molesta’, dice una. Varios quedan de pie, niños, embarazadas y adultos mayores entre ellos. Nadie cede el puesto, nadie quiere incomodarse.

A media hora de trayecto el calor aumenta, la masa en el pasillo se estruja, ya no fluye el aire por las ventanas. Los últimos pasajeros deben pararse con anticipación y empujar a su paso para llegar a tiempo a la parada.

—Vayan hacia atrás, el bus está vacío— grita Omar.

—¡¿Pa’ dónde?!— responden los pasajeros.

‘Ven báilalo, ay ven báilalo, ven gózalo, ay ven gózalo...’ suena en la radio.

San Miguel, La Gran Estación, Los Pueblos. El ‘pavo’ sigue voceando. El calor agobia. El submundo de la ‘Nave del Sabor’ se torna caótico.

Nina, una estudiante de último grado del Instituto América, está tranquila porque paga sólo 10 centavos, aunque a veces, cuando los buses están muy llenos y hace trasbordo, los 10 son 20: ‘De todas formas es muy económico’, dice.

FIN DE UNA ERA

Diferentes puntos de vista trazan la ruta en el fin de la era de los diablos rojos. La mirada de los estudiantes es diferente a la de las mujeres embarazadas que padecen el viaje en los pasillos atiborrados de adolescentes bulleros. La visión de los ‘palancas’ que trabajan en los dos o tres turnos de cada diablo rojo, y ahora ‘carretean’ las rutas que van quedando hasta que no haya ni una más y busquen ‘qué hay pa’ve’, no es igual a la del gobierno, que explora formas de transporte más rápidas y seguras que estos autobuses de transporte escolar estadounidenses, conseguidos por $8 mil y revendidos acá por $25 mil.

El ministro de la Presidencia, Jimmy Papadimitriu, afirmó que ‘el nuevo sistema de operaciones, acondicionado para 600 mil usuarios, es seguro, cómodo y confiable’. Sin embargo, desde que fue estrenado ha tenido fallas y accidentes.

Fernando, un usuario que diariamente hace el recorrido de una hora y media, de Calidonia a El Parador, piensa que ‘el problema del transporte no se soluciona cambiando los diablos rojos. Hay que mejorar las condiciones y la seguridad, pero también hay que plantearse el flujo. Cambian los diablos pero las carreteras están atiborradas y no hay infraestructura adecuada, el tráfico es caótico y el Metrobús no soluciona eso’.

ÚLTIMA PARADA

Al llegar a la piquera, ‘La Nave del Sabor’ está casi vacía, excepto por algunas sillas con cinco pasajeros que pueden disfrutar la música y el aire. El bus para y ellos pagan los 25 centavos de su pasaje.

‘Lo que pasó pasó entre tú y yo lo que pasó pasó...’, es la canción en la radio. Omar la apaga y se baja del bus. Esperará dos horas su turno para hacer la última carrera en la ruta Pedregal. Se toma una cerveza. Habla con el mecánico sobre los pormenores del arreglo de ‘Patraña’ y con Papi, otro busero, sobre la indemnización. El 60% ya la recibió, el 40% espera. Pero por ahora Omar no está preocupado, cuadra sus asuntos y busca nuevas rutas para ‘carretear’ mientras sobrevivan los diablos rojos al progreso.

AL DÍA SIGUIENTE...

Desde el 15 de julio por la ruta Pedregal sólo pueden transitar Metrobuses.

‘Se acabarán las carreras salvajes, se respetarán las luces rojas de los semáforos, comodidad y seguridad’, pronosticó Jorge Ricardo Fábrega, director de la Autoridad del Tránsito y Transporte Terrestre (ATTT). ‘Hay que esperar pa’ve’, dijo Omar en su último viaje. Horas después, en la inauguración de su ruta, un Metrobús se estrelló contra un poste.

Hoy, 600 buses esperan en el corral de Howard la sentencia que convertirá al 50% en chatarra o el exorcismo mecánico que los devolverá a las calles. Según los informes de la ATTT, entre las instituciones que los solicitan para usarlos como transporte propio están el Instituto Panameño de Habilitación Especial, la Universidad de las Américas, la Universidad de Panamá y el Cuerpo de Bomberos. También algunos diputados. Ya hasta hay buses con los nombres de Yanibeth Ábrego, Edwin Zúñiga y Gabriel Méndez. Y se vio circular alguno con la cara del presidente Ricardo Martinelli. Los diablos rojos pagaron los platos rotos de la ineficiencia del transporte en Panamá. Poco a poco desaparecerán del escenario urbano pero quedarán en el recuerdo de las generaciones que los vieron, condujeron, abordaron y padecieron. Finalmente se convertirán en una anécdota de la historia panameña, contada por aquellos que no olvidan sus coloridas imágenes atravesando la ciudad.

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