La vida en el extremo del mundo

Actualizado
  • 18/11/2012 01:00
Creado
  • 18/11/2012 01:00
Un viento a 30 kilómetros por hora te recibe una vez sales del avión. El aeropuerto de la base militar británica de Mount Pleasant está ...

Un viento a 30 kilómetros por hora te recibe una vez sales del avión. El aeropuerto de la base militar británica de Mount Pleasant está al sur oeste del centro urbano llamado Port Stanley, los separan casi 40 minutos de viaje en carro.

La mitad del camino es de piedra y la otra de concreto. Las imágenes dan la sensación de que se ha llegado a Europa, sobre todo porque los autos tienen el timón al lado derecho. Pronto aparecen los letreros en inglés y cuando ya se está a las puertas de Stanley las banderas británicas y la que identifica a las islas.

Sin duda ahí dentro no queda espacios para divagar, para quienes viven ahí las islas son The Falklands.

La historia es larga y tanto Argentina como Inglaterra han desarrollado vastas argumentaciones para sustentar su caso. Podría decirse que en el panorama no hay la menor seña de un entendimiento.

Pero esa realidad parece muy distante de los 2,932 residentes permanentes de las Islas Falklands (Malvinas).

La historia registra un bicentenario conflicto entre Argentina e Inglaterra por los 12,713 kilómetros de las islas, que incluyen dos islas mayores y 750 menores.

Están a 450 kilómetro de las costas argentinas, y a muchos más de Londres, pero culturalmente parecen una villa cualquiera de Inglaterra.

El pueblo mantiene una vida apacible y sencilla. Sobresalen su baja población sus rasgos británicos, la fuerza y constancia del viento y la sensación de que se está en uno de los extremos del planeta.

TRANQUILIDAD

Port Stanley es la única ciudad de las islas. Tiene unos 2,700 habitantes, siete avenidas principales y poco más de 15 calles. Parece un paraíso de tranquilidad. Pocos ruidos se escuchan durante todo el día.

Hay un solo supermercado, una estación de gasolina dos iglesias anglicanas, una escuela primaria de unos 200 niños y nueve bares.

Poco más de media docena de restaurantes, sin contar los de los principales hoteles de la ciudad, Malvinas House Hotel y WaterFront.

Hay también dos plazas principales. La mayoría de los kelpers, como le dicen a los isleños, se pasan la vida sin mayores afanes. Casi todos tienen al menos dos trabajos, pues si no la ciudad no podría funcionar.

Las casas son de madera normalmente y suele ser caro construir.

A MERCED DEL VIENTO

Una vez se está en las islas, el viento no para de soplar. Todos los árboles que logran alcanzar cierta altura están visiblemente inclinados de su lucha interminable contra la fuerza del viento.

No hay grandes cultivos porque el viento se encarga de impedirlo. Todo es importado de Chile, Uruguay y en todo caso desde Inglaterra.

En las noches la temperatura baja a entre 4 o 6 grados centígrados a razón del viento y quizás eso hace que la vida nocturna sea literalmente nula.

El último restaurante que queda abierto en las noches cierra a las 9 p.m. El anterior tendrá a esa hora 30 minutos de haber cesado sus labores y la mayoría cierra sus puertas entre las 7:00 y la 7:30.

CULTURAS

El 80% de la población es inglesa, hay cerca de 300 inmigrantes chilenos. Es común ver originarios de la isla Santa Elena, y la presencia de filipinos y españoles es algo frecuente por razón de la industria de la pesca.

Eso hace de las islas un catalizador cultural en el extremo del mundo, en el que conviven lejos de todo y cerca de sus propias vidas. Quizás por eso muchos consideran las islas un paraíso y prefieren que sus vidas sigan tal y como ha sido hasta ahora.

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