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- 15/03/2015 01:00
Estas palabras son un breve acercamiento a la definición de xenofobia y un intento de colocarla en perspectiva con el país y su realidad actual. De salida podremos reconocer que la xenofobia se entrelaza fuertemente con otros conceptos, tales como: globalización, inmigración, identidad, nacionalismo, etnocentrismo, racismo, ciudadanía y mercado de trabajo y vivienda. Reconozcamos un primer análisis de la cuestión.
DEFINIENDO LA XENOFOBIA
Actitudes, comportamientos y discursos de hostilidad contra los inmigrantes o contra aquellos que son percibidos como extraños, sencillamente son xenofóbicos En consecuencia no dejan de tener una carga de temor, como cualquier fobia: a perder poder, empleo, identidad, espacio, o ‘seguridad’. En ciertas circunstancias, la xenofobia se encuentra vinculado a lo que se conoce como etnocentrismo; esa creencia de que sólo las formas propias de percibir y pensar el mundo, de estar y vivir en él, no sólo son únicas, sino superiores a otras que puedan existir.
NACIONALISMO Y XENOFOBIA
Al hablar de hostilidad hacia el extranjero, hacia las personas inmigrantes, debemos tener en cuenta que muchas veces se intenta justificar la xenofobia bajo argumentos nacionalistas. En ese sentido no debemos perder de vista que el nacionalismo es un movimiento ideológico permeado por la historia, cuyo fin es —según el sociólogo británico Anthony D. Smith— lograr y mantener la autonomía, la unidad y la identidad en nombre de una población, algunos de cuyos miembros creen que constituyen una real o potencial nación. Los nacionalismos —comunidades imaginadas, diría el historiador británico Benedict Anderson— se construyeron sobre algunos preceptos claves, pero en fractura, tales como: aAutonomía: aspiración de los miembros de una comunidad nacional de vivir de acuerdo a sus propias leyes y costumbres, sin injerencias externas.
Unidad: deseo tanto de unificación territorial como de libre movilidad en él, en un ambiente de solidaridad y fraternidad.
Identidad: supuesto carácter distintivo que los miembros de la comunidad nacional sienten que los hace únicos, comúnmente simbolizados, recreados y ritualizados a partir del patrimonio material e inmaterial.
Autenticidad: constantemente se apela al origen histórico único como la verdadera naturaleza y sentido de la comunidad nacional.
Patria: sentido de pertenencia, apego y memoria de un territorio histórico, ancestral y propio. De allí la idea de patria como la casa.
Dignidad: idea compartida de que a la nación se le debe conceder el prestigio y estatus que tiene por su valor interno.
Continuidad: convicción de que aún se encuentran intactos los vínculos con los antepasados y próceres forjadores de la patria.
Destino: convencimiento de que la nación tiene predestinada para sus miembros un camino glorioso de progreso.
Tales preceptos, propios del surgimiento de los estados nacionales en el siglo XIX, entran constantemente en contradicción con la realidad histórica del siglo XXI; especialmente con la que hoy se desarrolla en nuestro país, como Estado-Nación. Forjado a partir de una historia conflictiva y compleja de gran asociación interpretativa con flujos migratorios, expansión planetaria del capitalismo y su modernidad asociada a la explotación de su ruta de tránsito.
Sin embargo, hace más de 15 mil años los ancestros de los actuales pueblos originarios, tras un proceso migratorio, accedieron al territorio que hoy conocemos como Panamá, una ‘historia profunda de nuestra nación’ —diría el arqueólogo Richard Cooke— que regularmente recibe poca importancia, tras el culto excesivo al texto escrito como única fuente de ‘verdad’, en menosprecio del contexto, de la memoria y de otras fuentes de racionalidad. Los mecanismos hegemónicos de reproducción del nacionalismo panameño han privilegiado tradiciones occidentales y modernas, anglosajonas o hispanas.
GLOBALIZACIÓN E IDENTIDAD NACIONAL
Tras la reversión del Canal de Panamá sus procesos y vínculos transnacionales se ha acelerado e incrementado una vez más en el siglo XXI. Alrededor de las operaciones del Canal, de la zona de tránsito y la región metropolitana, se encuentra una alta dinámica de productividad no solo con la ampliación del mismo Canal, sino también con los puertos de trasbordo de contenedores, el sistema financiero y de seguros; las plataformas de reexportaciones, el asiento de operaciones regionales y globales de empresas multinacionales y su servicio de transporte internacional. La ciudad de Panamá muestra un escenario hacinado de rascacielos, que no por casualidad el geógrafo norteamericano Thomas J. Sigler, haciendo eco de los medios de comunicación comercial y financieros, pregunta con mofa si podría decirse que estamos hablando de: un Mónaco bananero, un Manhattan en el trópico o un Singapur en Centroamérica.
En el mundo, pueblos y naciones continuamente se encuentran permeadas por los sistemas de información y comunicación, y exista una tendencia a introducir en nuestras vidas nuevos hábitos de consumo, símbolos culturales y modos de vida, que se tornan mercancías globales, que proceden del diseño publicitario y de los íconos de las empresas multinacionales.
Lo que ocurre en el plano cultural a escala global es la re-afirmación de identidades, de prácticas, tradiciones y costumbres locales para re-ubicarlas y re-conocerlas en el contexto global de intercambio, diálogo o conflicto translocal, una glocalización. Teniendo esto presente, ante el fenómeno de la inmigración internacional como efecto de la globalización de la economía capitalista, las culturas e identidades de los países receptores se reivindican y se contrastan ante el «otro», ante el sujeto migrante que también es re-construido e interpelado en su propia identidad nacional y cultural. Las reafirmaciones nacionales identitarias parecen tener mayor receptividad en el encuentro con el inmigrante que frente a los esfuerzos de poderes globales transnacionales de universalización de instituciones, símbolos, conocimientos, prácticas y modos de conducta.
GLOBALIZACIÓN E INMIGRACIÓN
Una narrativa utilizada por múltiples académicos e investigadores en el análisis de las migraciones internacionales ha mantenido su consistencia hasta la actualidad: los mercados se expanden, las distancias se acortan por la revolución tecnológica en los medios comerciales de comunicación masiva y redes virtuales, los medios de transportes masivos se amplían y son más expeditos, pero se espera de forma muy conservadora que ello ocurra sin que se re-evalúen fronteras ni nacionalismos, sin que los seres humanos hagamos lo que siempre hemos hecho: migrar y dinamizar nuestra cultura.
Es decir, la acumulación del capital, el comercio y la inversión se espera ya no limitada a la clásica noción de Nación-Estado, pero sin la movilidad humana que a escala mundial produce. Se privilegia el flujo de capitales, inversiones, productos y tecnología a través de las naciones, pero se cuestiona y se restringe el desplazamiento humano, aun cuando es precisamente este orden global lo que explica gran parte del incremento de la migración internacional hacia Panamá.
Dado a acuerdos internacionales, los países tienen libertades plenas en las decisiones políticas que se asuman frente a un fenómeno como la migración internacional. No obstante, eso no significa asumir arbitrariedades que menoscaben el cumplimiento de máximas de derecho internacional, como la Declaración Universal de los Derechos Humanos, que estima un derecho humano el ser migrante.