Belisario Porras en el exilio: su visión sobre la soberanía y el Canal de Panamá

  • 24/08/2025 00:00
Tras la derrota liberal en la Guerra de los Mil Días, Porras encontró en El Salvador un espacio de reflexión y lucha ideológica, desde donde lanzó advertencias sobre el futuro del canal y la soberanía panameña

El nombre de Belisario Porras Barahona ocupa un lugar central en la historia panameña. Tres veces presidente, modernizador del Estado y figura emblemática del liberalismo, su trayectoria estuvo marcada no solo por sus triunfos en la política, sino también por momentos de adversidad, persecución y destierro.

Uno de los episodios más decisivos de su vida fue su exilio en El Salvador, adonde llegó tras la firma de la paz que puso fin a la Guerra de los Mil Días en 1902.

Ese periodo, de reflexión y lucha intelectual, definió en buena medida la visión crítica que mantuvo sobre la independencia de Panamá y sobre la relación con Estados Unidos.

La Guerra de los Mil Días fue uno de los conflictos más cruentos en la historia de Colombia y del istmo panameño.

Liberales y conservadores se enfrentaron en una contienda que dejó miles de muertos, devastación económica y una fractura política profunda.

Belisario Porras, entonces ya un reconocido dirigente liberal y jurista, participó activamente en la contienda. Con la firma de la paz en 1902, los liberales quedaron derrotados y muchos de sus líderes fueron perseguidos o forzados a abandonar el país.

En ese contexto, Porras tomó el camino del exilio hacia El Salvador, país que lo acogió y donde encontró un espacio para continuar su carrera intelectual, académica y política.

Desde San Salvador, lejos de abandonar la lucha, se dedicó a escribir y a impartir clases, al tiempo que mantenía una activa postura crítica frente a los proyectos que se gestaban sobre el istmo de Panamá.

Su oposición a los tratados canaleros

En su exilio salvadoreño, Porras se convirtió en un observador agudo y crítico de la política internacional que rodeaba al istmo.

Desde allí se opuso con firmeza al tratado entre Estados Unidos y Colombia que pretendía autorizar la construcción de un canal interoceánico.

Veía en ese acuerdo una cesión peligrosa de soberanía que atentaba contra los intereses de Colombia, de la cual Panamá aún formaba parte.

Pero sus críticas no se limitaron a la cuestión canalera. También se manifestó en contra de la idea de crear un país independiente en el istmo, al considerarlo un ataque directo a la soberanía, al honor y a la economía de Colombia.

Porras sostenía que, al separarse, Panamá quedaría a merced de Estados Unidos, que tendría un control total sobre el canal y sobre el destino político de la nueva nación.

En ese marco, publicó en el periódico El Constitucional de San Salvador, el 18 de julio de 1903, un artículo que pasaría a la historia: ‘Reflexiones canaleras o la venta del istmo’.

En este texto, escrito apenas cuatro meses antes de la separación de Panamá, Porras lanzó una advertencia contundente: si se consumaba la independencia, el istmo caería en “las garras del imperio de los Estados Unidos de América”.

La frase resumía no solo su rechazo a la separación, sino también su visión crítica del expansionismo estadounidense en la región.

La vida intelectual en El Salvador

Durante su estancia en el país centroamericano, Porras no fue únicamente un opositor político. También ejerció como catedrático universitario y como periodista combativo.

Enseñó Derecho y Geografía en la Universidad de El Salvador, dejando huella en jóvenes estudiantes que vieron en él a un pensador liberal y comprometido con la justicia social.

Al mismo tiempo, colaboró en periódicos locales y regionales, escribiendo artículos de análisis y opinión.

Su pluma afilada y su capacidad de argumentación le ganaron prestigio en los círculos intelectuales centroamericanos.

Este ejercicio del periodismo político se convirtió en un arma que mantuvo viva la causa liberal y le permitió proyectar su voz más allá de las fronteras.

Tras la independencia de Panamá, ocurrida el 3 de noviembre de 1903, Porras decidió regresar a su tierra natal.

Regreso al istmo

En 1904 volvió a la Ciudad de Panamá, donde fue elegido concejal municipal y poco después designado presidente del municipio capitalino. Sin embargo, su regreso no estuvo exento de conflictos.

Sus enemigos políticos aprovecharon su oposición inicial a la independencia para atacarlo. Argumentaban que sus escritos en El Salvador lo convertían en un “traidor” a la nueva república.

El punto más crítico llegó en 1905, cuando la Corte Suprema de Justicia de Panamá le retiró la nacionalidad panameña, una decisión que lo colocó en una situación humillante e injusta.

Lejos de rendirse, Porras emprendió una batalla política y legal para recuperar su identidad como panameño.

En 1906 solicitó formalmente la restitución de sus derechos y, tras un intenso debate, la Asamblea Nacional le devolvió la nacionalidad en 1907.

Ese mismo año, como una forma de reivindicación a su prestigio internacional, fue designado delegado ante el Tribunal Internacional de La Haya, lo que le permitió representar a Panamá en el ámbito jurídico global.

Este nombramiento no solo fue un reconocimiento a su formación como jurista, sino también una muestra de que, a pesar de las tensiones internas, Porras era una figura de gran peso político e intelectual.

Su prestigio internacional terminaría consolidando su papel como uno de los hombres de Estado más importantes de Panamá en el siglo XX.

El paso de Belisario Porras por El Salvador fue más que un paréntesis en su vida. Representó un tiempo de reflexión, aprendizaje y lucha intelectual. Allí desarrolló una visión crítica sobre el futuro de Panamá y sobre las implicaciones del intervencionismo extranjero.

Si bien sus predicciones sobre el dominio de Estados Unidos se cumplieron en gran medida, la historia también lo reivindicó como un estadista capaz de modernizar al país cuando asumió la presidencia años más tarde.

Su exilio salvadoreño muestra la complejidad de su figura: un hombre que, en un primer momento, se opuso a la independencia de Panamá, pero que posteriormente se convirtió en uno de los constructores más sólidos de la nación.

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