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- 28/11/2025 00:00
La rana dorada, símbolo ecológico y cultural de Panamá, no se observa en campo desde hace varios años. El último registro es de 2009. Actualmente esta especie solo se encuentra en programas de cría en cautiverio, incluyendo algunas poblaciones que están en zoológicos en los Estados Unidos.
Durante la década de 1990, un hongo se propagó por América, el Caribe, Europa, África, Asia y Australia, diezmando poblaciones de anfibios y llevando a algunas especies al borde o más allá, a la extinción. En 1987 ya había llegado a Costa Rica y avanzó hacia Panamá a un ritmo de unos 30 kilómetros por año. Hoy está presente casi en todo el país, desde la frontera con Costa Rica hasta Darién, tanto en tierras altas —donde primero provocó colapsos poblacionales— como en las tierras bajas.
El hongo Batrachochytrium dendrobatidis se reproduce de manera asexual. Infecta la piel de los anfibios a través de unas células conocidas como zoosporas, que se mueven por el agua. En la epidermis de los anfibios se van formando zoosporangios, estructuras donde se reproducen. Las zoosporas son liberadas al medio y siguen afectando la piel de la misma rana u otras.
La piel de los anfibios tienen varias funciones, entre ellas, la regulación del intercambio de agua y sales entre el cuerpo del animal y el ambiente. La infección por el hongo quítrido daña la piel y causa un desbalance de los electrolitos como el calcio y el potasio que son importantes para la transmisión nerviosa y la contracción muscular. Al final, este desbalance les causa un paro cardiaco a los anfibios.
“Hay zonas del país donde aún no se ha estudiado la presencia de este hongo, como la península de Azuero; no sabemos si está allí”, explica el Dr. Roberto Ibáñez, investigador del Instituto Smithsonian de Investigaciones Tropicales y miembro del Sistema Nacional de Investigación de Panamá.
En Panamá se presume la desaparición de especies como Atelopus chiriquiensis, la rana arlequín que habitaba en Chiriquí y Costa Rica y no se ha visto desde los años noventa. También ha desaparecido la rana Oophaga speciosa, de color rojo, que era común en Fortuna.
Con el fin de rescatar individuos de algunas especies altamente amenazadas por el hongo para reproducirlas en cautiverio, en 2009 surgió el Proyecto de Rescate y Conservación de Anfibios de Panamá (PARC, por sus siglas en inglés) en Gamboa. La meta de los científicos era poder reestablecer poblaciones de estas especies, entre ellas la rana dorada, en sitios donde han desaparecido.
En el PARC se encuentran alrededor de dos mil individuos de 12 especies de ranas. Los científicos están reproduciendo frecuentemente a nueve de esas especies, manteniendo poblaciones estables.
El Dr. Ibáñez es el principal investigador del proyecto “Ensayo de liberación con larvas y juveniles de la rana dorada (Atelopus zeteki) criados en captividad”, financiado por la Secretaría Nacional de Ciencia, Tecnología e Innovación (Senacyt).
En un módulo del PARC se encuentran las ranas doradas en terrarios donde se recrea su hábitat y se mantienen en una temperatura y humedad controladas. Se monitorea la calidad del agua, el pH, la concentración de sólidos, conductividad y porcentaje de oxígeno, a las ranas se les suplementa con vitaminas y minerales para tener una reproducción exitosa.
En la naturaleza, las ranas doradas se alimentan de cualquier presa que encuentren. Algunos estudios indican que tienen una tendencia a comer más hormigas. En el PARC son alimentadas con moscas de la fruta que no vuelan y con grillos, a veces con cucarachas pequeñas y escarabajos. A las ranas más pequeñas, se les da colémbolos y a medida que van creciendo, se les ofrecen grillos.
Para el proyecto se coloca una hembra “grávida” con un macho en un tanque de reproducción. Las hembras depositan sus huevos, los machos los fecundan, se desarrollan las larvas (renacuajos) y las ranitas pequeñas pasan a tanques chicos y luego a otros más grandes. En cada tanque solo se tienen entre 8 y 12 ranas separados por sexo. Pero a veces, las parejas en tanques ponen los huevos y el macho no fecunda los huevos.
“Tuvimos un poco de problemas en este proyecto con la reproducción de las ranas, porque necesitan cierta sincronización entre las etapas para hacer los ensayos en campo, y que las ranas estén listas para poner sus huevos a tiempo para que pasen la cantidad de días y tengan la talla adecuada. Pero en general, podemos reproducirla por lo menos una vez al mes”, expresa el Dr. Ibáñez.
Un aspecto que se debe cuidar en los programas de conservación en cautiverio es reducir la endogamia en su colección de animales vivos, tratando siempre de tener una alta diversidad genética en su población. “Más adelante se recibirán individuos de los programas de los zoológicos estadounidenses para introducir nuevos genes en la población en cautiverio en el PARC”.
En enero de 2025 los científicos iniciaron el monitoreo de comunidades de anfibios en el área de estudio, que consiste en hacer censos mensualmente de diferentes especies que encuentran en los transectos (franjas de terreno delimitado para realizar un muestreo) y determinar si está presente el hongo. Tomaron hisopados de la piel para ver el grado de infección, el cual no tiene efecto negativo en las ranas, y usan la técnica de PCR para determinar la presencia del hongo en ranas.
El investigador explica que tomaron muestras de agua para ver si había zoosporas (esporas con cilios o flagelos motores) y si era así, medían su concentración mensualmente. “Colocamos mesocosmos, que son unos encierros dentro de los cuales se mantienen individuos de rana dorada. Aproximadamente se utilizan de 8 a 12 mesocosmos por menos de tres meses para estudiar si las ranas incorporaban las toxinas que usualmente hay en la naturaleza”.
En agosto pasado, colocaron 100 ranas dentro de 12 mesocosmos. Algunas se han infectado con el hongo, otras no. Cinco individuos se habían raspado el hocico con la malla del mesocosmos, después de aplicarles medicamentos, fueron liberados para que no se siguiesen haciéndose daño.
El equipo del Dr. Ibáñez trabajó en ensayos de liberación gradual de larvas, colocando mesocosmos donde ubicaban 20 larvas en cada uno, para ver si en la etapa larvaria obtenían las toxinas. Este era uno de los objetivos principales. Al final liberaron parte de los individuos para ver si lograban permanecer en el agua y establecerse en el área, señala el Dr. Ibáñez. El ensayo con las ranas finalizó y se espera que, en el mes de enero, se inicie el ensayo con las larvas.