José Jerí Oré, prometió en su primer discurso en el cargo empezar a construir las bases de la reconciliación del país, que atraviesa “una crisis constante...

- 18/10/2025 00:00
Justo en una banca cubierta de lana muy fina, se escucha el viento alisio de la bahía. Son las primeras horas de un concierto axiológico de identidad, un poco vacío debido al carácter teórico del sentir de un universitario. Al llegar a la facultad, a pesar de mi dolor al caminar, veo a una dama con cortes muy indiferentes y con una mirada que se pierde entre la lectura de mi reloj de madera.
Es mediodía, pero en medio de croquetas y café, puedo sentir la fragancia de la heurística y valorar el uso de las fuentes como instrumento taciturno de una comedia. Mi alma resiste el dolor —que son como agujas en mi ingle— y evoca el respirar profundo para colocar cada idea en su sitio al exponer.
La primera ponencia trasladó mi alma de niño a ese ambiente de resistencia entre fiordos y tulipanes color marrón. Un contraste entre la tierra al oriente y la sangre derramada por la travesía, hecha en bongo, por los pasajeros de un viaje sin licencia. Las horas pasaron sin demora, y el dolor se alivió tanto en mi ingle como en el corazón. Quizás mucho tuvo que ver esa chica de ojos pardos, con su falda corta, que inspira como una barrera de toros, resistencia. Un minutero anunciaba la segunda ponencia, con la sala todavía vacía.
Hoy, el develar cada capa histórica, más que un ejercicio para la comunidad universitaria es una práctica de responsabilidad y ética. Y en eso creo que radica el manejar cada acción como nación, como un panal de abejas. En medio de esa discusión, por momentos, en mi conciencia se proyectaba el romance con las bebidas energéticas y la cafeína. Un paralelismo que no tiene nada análogo con el derrumbar, como naipes, las aventuras e historias en tercera edad. Así es la historia: única y no fragmentaria.
Mi pecho palpita rápido cada noche al recordar cómo, en mis expediciones de cartógrafo censal, las bayonetas de los jefes de familia se enfilaban al mirar demasiado una silueta. La juventud universitaria de hoy, creo, no comprende la esencia de la vida. Sus respuestas, más que representar el espíritu rebelde, son una respuesta a la imagen de una figura cliché o, peor, una representación del maleficio de la educación selecta.
En cierta ocasión, escuché que la goma que se coloca a los neumáticos es como la vida: se va desgastando poco a poco. Igual sucede con las esporas que recubren la vida estudiantil y que se adaptan a nuevos tiempos. Pero la esencia es la misma: militante, y que no guarda parches a pesar de lo duro del terreno.