Integrantes de la caravana migrante en el estado de Chiapas, en el sur de México, denunciaron este jueves 21 de noviembre que las autoridades les bloquearon...
- 22/12/2019 00:00
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Ayer descendió sobre el mundo el Espíritu de la Navidad. Ya, ya sé que en el despelote de compras de última hora, éxodos masivos y discusiones acerca de si jamón, pavo o ambos, que viene el hermano del tío Perico y jarta como león hambriento y el año antepasado no dejó nada para nadie, entre todas estas disquisiciones importantísimas, digo, a ver quién ha tenido tiempo para ponerse a reflexionar sobre estas fechas y su significado.
Que vuelve a ser Navidad, y que paz en la Tierra a los hombres de buena voluntad. Y a las mujeres. Y a los seres humanos y humanas y humanes. Pero, aunque desde lo alto quieran empeñarse en ofrecernos una tregua para que respiremos y veamos a ver si descansamos unos días de tanto grito y tanta pelea y tanta ahuevazón, pues no. Nosotros nos empeñamos en cagarle los designios a todos los dioses. Que buenos somos nosotros en esto de ser cabezones y duros de mollera.
Reyertas en los penales para darles salida a muertos que ya son libres, de rejas y de ataduras de la carne. Gente que muere en las carreteras porque no han sido capaces de considerar siquiera llegar diez minutos más tarde a su destino. Y que ya llegaron al fondo de la fosa.
Con mujeres muertas y despedazadas. Familias de luto. El miedo deslizándose insidioso entre las bolitas navideñas, el hedor de la inquietud apenas disimulado por el espray con olor a pino canadiense. (Por cierto, el que se crea que eso huele a pino, sea cual sea el pino que pretende imitar, es que no ha estado cerca de un pino de verdad en su puta vida).
En fin, que la gente tiene miedo, miedo a la crisis que nos están anunciando desde hace rato, a quedarse sin trabajo, a perder a sus hijos, a sus hijas. A no poder seguir pagándoles los estudios a sus nietos con las exiguas pensiones porque los padres y las madres les han endosado a las bendiciones mientras ellos, fluflú, volaron a hacer su vida. A que los jóvenes se metan en las pandillas y terminen rematados en un trepaquesube. La gente bulle y se retuerce y trata de anestesiar el miedo a base de compras inútiles y gastos absurdos. Tratando de hacer ver que todo va bien mientras muestran las sonrisas falsas en las redes sociales y brindan muchas veces con mucha gente a la que solo verán de nuevo el año que viene por estas fechas, si es que seguimos vivos.
Y en medio de este caos hay gente, gentuza, que no conecta el cerebro con la lengua, que, cobrando el sueldo de un cargo que les queda grande y diciendo estupideces. Que hay que tener cuidado con la pareja que escogemos. Y yo suscribo su comentario estúpido y lo amplío. Debemos tener cuidado con los políticos que escogemos, y ellos luego deberían tener cuidado con los directores de policía que escogen. Y también debemos tener cuidado con los dioses que escogemos adorar, no sea que aquellos ministros que son escogidos por ese dios para su mayor gloria resulta que escogen a nuestros hijos para su mayor regocijo.
Saber elegir es importante, diría yo que fundamental, sobre todo en estas épocas, en las que debemos decidir, ahora sí que ya, si en un par de días vamos a poner en la mesa jamón o pavo. Y sobre todo debemos empezar a decidir cómo queremos comportarnos el año que viene, si tal y como nos comportamos este, o si probamos a hacer las cosas de distinta manera.