Guerreros del callejón

Actualizado
  • 09/03/2014 01:00
Creado
  • 09/03/2014 01:00
John Boyle está contra el piso. Su rostro se enrojece al sentir el peso de Elton Brown, su pupilo y contrincante. El esfuerzo por libera...

John Boyle está contra el piso. Su rostro se enrojece al sentir el peso de Elton Brown, su pupilo y contrincante. El esfuerzo por liberarse hace que su respiración se torne dificultosa, pero todavía no está derrotado. Mueve sus pies y se contorsiona, hasta que finalmente logra liberarse de la llave que le ha aplicado Elton.

El movimiento parece agarrar por sorpresa al actual campeón en la categoría de las 170 libras de Artes Marciales Mixtas (MMA, por sus siglas en inglés). Ahora es Elton, el discípulo, quien está contra el piso. Ahora es el maestro quien lleva las riendas del combate. Después de varios minutos de un combate sin tregua, John percibe que el orgullo del campeón ha sido diezmado, que ha recuperado nuevamente la humildad de sus primeros días de entrenamiento, que finalmente está listo para asimilar la lección de hoy. ‘Ellos llegan pensando que se la saben todas, porque han estado en peleas callejeras. Pero entonces se enfrentan a este gringo que se les saca... Entonces se vuelven humildes, quieren aprender lo que yo sé y mejorar’, comenta John, quien a través de las MMA intenta enseñarle a los jóvenes un camino hacia la disciplina y la salud.

‘POWER CLUB’ DE ARRABAL

El Alley Cat Fitness Foundation abrió sus puertas hace cuatro años en el Casco Viejo. Su dueño, Stephen Crissman, fue entrenador de John en los Estados Unidos.

Aburrido de Colorado, su estado natal, John aprovechó la invitación que le hizo Stephen, su entrenador, para que lo acompañara a Panamá, donde pensaba trasladar un gimnasio que inicialmente había establecido en las Islas Barbados.

Stephen consiguió que la Fundación Calicanto -ONG fundada en 1994 con el objetivo de proteger el patrimonio histórico del Casco Antiguo- le proporcionara un local en el primer piso del antiguo caserón que anteriormente albergaba las instalaciones del Colegio de la Santa Familia. Ahí instaló su gimnasio, llamado ‘Alley Cat Fitness Foundation’, donde, al igual que Calicanto, se trabaja con jóvenes procedentes del Casco Viejo, El Chorrillo, Santa Ana y otros barrios marginales. Éstos conforman alrededor del 75% de su clientela.

Para John la matemática social es clara. En vez de pasar 6 horas cada noche recorriendo las peligrosas calles de sus respectivos barrios los muchachos aprovechan ese tiempo recibiendo clases de boxeo, jiu-jitsu, ‘multi kick boxing’ y otras disciplinas aglutinadas en las MMA. Aquellos que, como Elton, proceden de barrios marginales, son instruidos de forma gratuita. En el gimnasio también se aceptan donaciones. ‘En vez de dirigir esto como un Powerclub, Stephen y yo tomamos la decisión de hacerlo lo más económico posible’, asegura John, quien posee una cinta marrón en jiu-jitsu.

LA RELIGIÓN DE LOS PUÑOS

Elton es uno de los cinco luchadores profesionales de MMA que entrenan actualmente en el ‘Alley Cat’. Este espigado moreno de rostro intimidante ha participado en varias de las peleas organizadas por la Ultimate Combat Challenge -empresa que a nivel internacional promueve encuentros de MMA- en Panamá y Costa Rica.

Afirma que nunca lo han noqueado durante una pelea, pero que él si lo ha hecho con uno de sus contrincantes: con el colombiano al que le arrebató el título de las 170 libras. ‘Es el primer panameño en llevar un cinturón de la UCC. Nadie sabe eso’, advierte John, que comenzó a entrenar a Elton hace dos años.

El camino hacia el campeonato no ha sido fácil. Al igual que todos los que pasan por el ‘Alley Cat’, Elton tuvo que entregarse a un estricta disciplina, entrenando hasta dos y tres veces al día. Y es que en el régimen establecido por John no hay cabida para los disolutos. ‘Esto es casi como iglesia’, sugiere el ex campeón de jiu-jitsu en su natal Colorado. Comenta que si alguien franquea la puerta de su gimnasio para ponerse a entrenarse debe abandonar las drogas, el licor, los cigarrillos, ya que ‘no se pueden tener dos vidas, la del peleador y la de la calle’.

‘Uno tiene que sacrificar muchas cosas: tiempo con la familia, hasta las mujeres... Bueno, hasta cierto punto’, expone Elton, quien el próximo fin de semana tendrá su primera pelea en Brasil. Pero más allá de los sacrificios, considera que en las calles se siente el impacto de la labor que John ha llevado a cabo. ‘Este es un barrio difícil. Los pelaos encuentran en el jiu-jitsu un desahogo para los problemas que tienen en casa’, plantea.

LUCHA Y CONTROL

A Duncan, que también nació en San Felipe, la experiencia de entrenar con John le ha servido para fortalecer su confianza. Ya no es aquel muchacho enclenque e inseguro que comenzó a frecuentar el ‘Alley Cat’ meses atrás.

Además de su desarrollo físico, Duncan ha aprendido el valor de la cordialidad. Si bien en los entrenamientos, las llaves, los puños y las patadas marcan la pauta, a los pelaos también se les enseñan normas básicas de convivencia social: a saludar y despedirse cuando llegan a un lugar, a estrechar las manos y proyectar confianza cuando se conoce a alguien, y a inclinarse antes de enfrascarse en un combate.

Son detalles que no revisten importancia para muchos. Pero sí para John, un luchador que está consciente del peligro que subyace en enseñarle a sus estudiantes los fundamentos de las artes marciales sin que primero aprendan lo que es el ‘respeto, el honor y la disciplina’. Sin estos valores cualquier conocimiento técnico relacionado con las MMA puede resultar peligroso, ya que los mismos pueden ser empleados de forma irresponsable.

Para evitar que lo que enseña sea utilizado para ‘joder a alguien’ en la calle, en sus clases John hace hincapié en el papel que juega el control en las artes marciales. No solo es fundamental cuidar la precisión de los movimientos durante una pelea, balancear las emociones también puede ser determinante. Es el tipo de autocontrol que para estos jóvenes de San Felipe, El Chorrillo y otros ‘barrios calientes’ puede ser la diferencia entre convertirse en un peleador profesional o uno más de los que abandonan el entrenamiento por cansancio, dolor o indisciplina. ‘Son los humildes, los tranquilos, los que no hablan mucho, los que hacen su trabajo y se van. Ésos son los que salen campeones’, afirma John, un ‘expat’ que, a diferencia de muchos inmigrantes que se establecen en territorio panameño, quiere dejar algo valioso y duradero a cambio de su estadía. Un legado que en el ‘Alley Cat’ se construye puño a puño.

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