Visiones del D.F.

Actualizado
  • 08/11/2015 01:00
Creado
  • 08/11/2015 01:00
En México hay violencia y sangre. Día de muertos. ‘A la vida hay que chingársela', dicen los mexicanos

Llegamos a la ciudad más grande del mundo, México D.F., a las dos de la tarde. El aterrizaje fue casi forzoso, uno de los peores de mi vida. El piloto seguro habrá tenido una pelea con su esposa o más bien la descubrió con otro hombre en la cama al regresar de uno de sus vuelos internacionales (los pilotos de avión son eternos Peter Pan; vuela que vuela los pobres cornudos).

Salimos del aparato volador (ese tubo de ensayo aliado de la claustrofobia) e hicimos la casi eterna fila en el área de extranjeros. Pasamos sin mayores problemas las revisiones de pasaporte y bienvenidos a México y disfruten y cuidado con la venganza de Moctezuma y luego pasamos las maletas por aduana y que nos toca el semáforo en rojo y que los oficiales de aduana revisan la maleta en busca de droga o lo que sea y qué tedio y ya nos vamos, pásele joven y salimos a la sala creo que 1 del aeropuerto Benito Juárez y a cambiar dólares por pesos se ha dicho, a 15.14 el cambio y que eso nos conviene y avanzamos y cogemos el taxi y que la taxista es una mujer de ojos grandes, tapatíos, no chilanga, guapa y que estamos en víspera de día de muerto y que en la calle hay muchas flores de color naranja llamadas cempasúchil y cempasúchiles hasta en la sopa y que todo es lindo y buen clima y que nos parece tierno que los chilangos digan que hay ‘bochorno', o sea humedad, porque nosotros venimos de Panamá y estos mexicanos del distrito federal no tienen ni la más puta idea de lo que es calor, no compadres, con todo respeto, en nuestro querido puente del mundo-corazón del universo hay un calor y humedad que te cagas.

Cruzamos el tráfico de la ciudad de México y llegamos a la terminal sur Taxqueña para tomar un ‘camión' (bus) al pueblo mágico Tepoztlán. En el bus, nos dormimos inmediatamente. Tranque de dioses aztecas, olmecas y mexicas (son tantas las etnias que no alcanzaría). Llegamos de noche a Tepoz y nos reciben (cómo no) con tequila, mezcal, pulque, quesadillas, tacos al pastor, mole, pozole y no sé cuántas viandas más que son delicia para el paladar y castigo para el colon pero la vida es hoy y hay que disfrutarla al máximo, o a la mexicana, que viene a ser lo mismo, y hablamos de la violencia en México y nuestros amigos mexicanos se quejan cuando decimos que en Panamá también hay violencia y se apresuran a decir que nunca como en México pero sí, México, a pesar de todo, es hermoso y es luz y sobre todo buen comer y buen beber.

A la mañana siguiente despertamos a las faldas del cerro Tepozteco y prometemos subirlo y así lo hacemos, subimos la cima del Tepoz, la cual está a 400 metros de altura con respecto al pueblo, pero que en realidad está a 2,150 metros de altura al nivel del mar. En todo caso, subimos, mis rodillas crujen pero la vida es hoy y qué carajo, a chingar a su madre (aprendemos a decir sonriendo) y llegamos a la cima en donde nos esperan los restos de una pirámide y la vista impresionante de los valles y montañas de México. Allá abajo está Tepoztlán. A lo lejos se ven Cuernavaca y otros pueblos cuyos nombres solo sé que terminan en Tlan. Disfrutamos la vista. Hay coatíes, animalitos que son primos hermanos de los mapaches. Todo lindo. Bajamos. Rodillas crujen. Rodillas duelen. Llegamos a la falda. Tomamos una michelada con chile picante y nos reponemos. Luego mole. Pa' la casa y una siesta.

En México hay violencia y sangre. Día de muertos. Día de vivos. ‘A la vida hay que ponerla en su lugar', dijo Sugasti una vez. Esta es la versión mexicana: ‘A la vida hay que chingársela'.

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