Encajado en la memoria del mediterráneo con la Grecia clásica

  • 09/08/2021 00:00
El maestro de la plástica panameña, Aristides Ureña Ramos, destaca en esta primera entrega de tres narraciones, el viaje de un interiorano en un caluroso verano europeo
Villa de Chora en la isla Astapalaiaen el archipiélago de Dodacaneso, Grecia.

Desde la ventana del avión veo la pista de aterrizaje que costea la riba del mar, el color predominante de las construcciones es de un blanco esplendente y es el azul del mar Egeo lo que domina mi primera impresión. Rodas es una isla griega muy visitada en el periodo estío y esta vez bajo la invitación de mi hija Catherina y familia, me encuentro de regreso por tercera vez al lugar que todos recordamos por ser donde estuvo colocado el coloso de Rodas, una maravillosa estatua que fungió de faro de luz y sabiduría en tiempos antiguos.

Nos trasladamos al puerto de la ciudad, donde se encontraba el velero que nos llevaría en un tour por distintos lugares que pululan estas históricas islas del archipiélago conocido como Dodecaneso.

Fue así que nos encontramos esa tardecita de brisas mediterráneas, en la presentación de la rutina, que generalmente se acostumbra y que entiende hacer conocer a los participantes al grupo y a la tripulación, pues no éramos los únicos en gozar de esta hermosa odisea.

La primera familia compuesta de cuatro personas -padres y dos hijas- italianas que provenían de Barcelona -ciudad donde residen- con amenas tertulias conquistaban la simpatía de cada uno de nosotros; la otra familia proveniente del centro de Italia (Ancona) con tres hijos varones, padres jóvenes y orgullos de sus proles, nos narran las hazañas deportivas de sus hijos, pues fueron galardonados en recientes competencias… creándose de inmediato un clima de convivencia y de recíproca simpatía.

Isla de Symi en el archipiélago de Dodecaneso, Grecia.

Hay algo muy misterioso en las noches de veranos en el Mediterráne; el azul oscuro que refleja el mar nos incita a repetir dentro de nuestra mente el color: “Blu marino”, para dibujarnos una escena… dentro de una simpática atmósfera, donde observamos una mesa en la barca con 13 personas que consuman la primera cena de inicio de vacaciones… y es el blu nocturno a manchar con grandes pinceladas cada una de las siluetas, haciéndonos descubrir la intimidad de cada cara, el detalle de cada mirada, para que registremos dentro de cada uno de nosotros las características que irán a acompañar a cada nombre que tratamos de aprender.

Esa noche, bajo la petición de mi nieto Xavier, dormimos sobre la cubierta -a cielo abierto- armados de acogedoras cobijas… allí, mirando las estrellas recordé los nombres de las constelaciones de antiguos significados Saturno, Júpiter, Cáncer, Capricornio, Tauro, Escorpio y Sagitario que, a decir verdad no sabría reconocer, pero estaban allí para darnos la dimensión de eternidad y de grandeza de nuestra existencia dentro de un territorio (Grecia) de memoria inmensurable.

Y fue en la siguiente mañana que apareció para nuestra sorpresa la pequeña isla de Symi, situada a 41 kilometros al norte de Rodas a pocas distancias de la frontera Turca, nuestro velero marcha con viento en popa con la fuerza de sus motores, mientras cierro los ojos e imagino a las cerradas velas abiertas y a los fuertes vientos que provienen de los farallones y de las ensenadas del prohibido territorio turco.

Allá en el fondo de la bahía, un pueblito creado a manera de pesebre navideño, diseñado a imitación de una pequeña Venecia. Las casas encajadas en variopintos colores re- marcan el contorno arquitectónico. La fantasía popular de un pueblo que piensa en manera clásica, donde la memoria estética es una real herencia -lucida en manera provocadora- en cada ángulo de este hermoso pueblito.

Monasterio de San Miguel Arcángel, en Parnomitis.

Un gusto filtrado por un ecosistema de cipreses, pinos, olivos, plantas aromáticas, colinas de piedras interrumpidas por arbustos de mirtos, bayas y matojos de acuarelados colores verdes. El penetrante olor de los callejones -que comunican la vida de toda la ciudad- nos invita a subir por las angostas escaleras que nos conducen a los antiguos monasterios ortodoxos… vínculos estrechos que en su caótica estructura crean un conjunto único, que nos captura dentro de sus atmósfera llenas de fascinación, construyendo dentro de cada uno de nosotros la idea de: un pueblo del mediterráneo griego, los demás son pura imitaciones.

Al parecer todos seguimos escribiendo nuestras experiencias personales para evocar un solo escenario al momento de nuestras tertulias nocturnas… y yo avergonzado conservo en mi intimidad las solitarias aventuras donde utilizo mi experiencia de “scuba” para esperar encontrar sitios arqueológicos con utensilios, ánforas o cerámicas de época helénica… sin nunca perder mi esperanza de vivir tan enriquecedora aventura.

Cuando se es “cholito veragüense”, perder las malas costumbres de clandestino “güaquero” es imposible; es como el olor a chumico, no nos abandona nunca… vaya a saber usted los oscuros motivos que nos sostienen en dicha actitud.

Ciudad de Venecia, Italia.
Meltemi, el viento veranero del mar Egeo

Al tercer mediodía entramos en otra ensenada -donde además de las ordenadas casas- una torre corona una edificación que nos recuerda la arquitectura veneciana. Se trata del Monasterio de San Miguel Arcángel en Panormitis, lugar sugestivo para muchos devotos griegos, donde la creencia popular nos narra inesperados milagros, lo religioso se mezcla a hechos reales y aquí como verán poco a poco les voy a describir.

Apenas llego noto que somos embestidos de un raro viento caliente, que se alternaba a momentos con brisas frescas. Esa noche me senté a descifrar esa extraña sensación y garantizo, que quien ha sido tocado por el meltemi nunca olvida ese momento de éxtasis calurosa.

El meltemi es viento seco y tibio que sopla durante todo el verano, normalmente de junio a septiembre en el mar Egeo, pero el místico monasterio tiene una peculiar característica. Cuando usted viene a Panormitis debe quedarse una noche y dormir cerca de este mágico lugar.

Encajado en la memoria del mediterráneo con la Grecia clásica

Esa noche -para los que creen en los misterios que la religión nos indicara- usted va a soñar inducido por la benevolencia del Santo Miguel Arcángel; él lo ayudará en la tarea sobre sus preocupaciones, sus planes de vida y sus metas.

A la mañana siguiente irá al monasterio y encontrará un monje de esa congregación y en privado le narrará su sueño; él (monje) le ayudará a descifrar el sueño y lo aconsejará sobre el quehacer para lograr el beneficio del milagro regalado por San Miguel Arcángel. Pues yo quise hacer esa experiencia y aquí le diré lo que me paso.

Dormí sentado y golpeado por las extemporáneas brisitas del meltemi (a veces calientes y a veces secas); esa noche, fantaseé bajo la guía del Santo Arcángel con un loco sueño: un sapo ensombrerado, que encutarrado tocaba una guitarra bocona, tenía detrás de él una procesión de animales de distintas especies distinguiéndose como tío burro, tío cocaleca, tía gallina y tío venado que trataban de dirigir esa multitud. Lo extraño de todo esto es que esa multitud se encontraba entrando a un templo helénico, en un lugar que parecía una mezcla entre la playa de Santa Catalina en Panamá y Panormitis aquí en Grecia.

Esa noche también soñé que querubines ángeles bizantinos, se abrazaban a angelitos negros y que mulatas madonas con coronas de oro, viajaban en canoas alumbradas con unas luces producidas por fosforescentes cocuyos santafereños y eso fue lo que pude decir al monje al día siguiente.

Encajado en la memoria del mediterráneo con la Grecia clásica

Una larga barba blanca, con un vestido negro adornado por curiosas decoraciones doradas era todo lo que sobresalía en el anciano monje que con una enérgica mirada inundaba todo el entorno del confesionario ortodoxo, y que después de escuchar mi narración dice lo siguiente: “Desde la altura de tu avión viste una lejana ciudad, lugar que anteriormente habías visitado; la humana procesión que comunica en una infinidad lenguajes, navega hacia ignotos lugares; vientos de desconocida naturaleza hoy alumbran tu mundo creativo para que vuestra Babilonia se integre en un nuevo sentir”.

Me alejo del Santuario de San Miguel Arcángel de Panormitis, todavía sorprendido por lo que el monje me había dicho, debido a que su interpretación estaba muy cercana a las cosas que viajan en mi mente… dentro de mí muy agradecido a San Miguel por brindarme la oportunidad de escribir este articulo para todos aquellos que me siguen todos los lunes en nuestro Café Estrella de La Estrella de Panamá.

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