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- 28/07/2013 02:00
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Antes de Aménabar, Trueba, De la Iglesia y Berger existió Buñuel. En 1973 -varios años antes de que Pedro Almódovar debutara como director- Luis Buñuel obtuvo el premio Óscar ‘a la mejor película de habla no inglesa’, con El discreto encanto de la burguesía.
Probablemente el más grande de los directores españoles, e íntimo de Salvador Dalí y García Lorca -con quienes convivió en la célebre Residencia de Estudiantes-, sus largometrajes se caracterizaron por denunciar los abusos e injusticias.
Mañana se conmemorarán 30 años de la muerte del director de Ensayo de un crimen (1955), Un perro andaluz (1929, escrita en colaboración con Dalí), y Viridiana (1961).
De él escribió el autor norteamericano Henry Miller: ‘Deberían coger a Buñuel y crucificarlo, o por lo menos quemarlo en la hoguera. Se merece la mejor recompensa que un hombre puede concederle a otro hombre’.
Y es que, como bien sabía el director español, el cine no te brinda respuestas. Es literatura visual que solo propone preguntas. Lo que más importa es el compromiso total, la entrega absoluta. Es la única forma que posee el artista de asegurarse de que hará algo con su vida, de que no sucumbirá —ante la avalancha de los buscadores de prestigios’.
Además de Buñuel, meses atrás se conmemoraron los 40 años de la muerte de otro genio español: Pablo Picasso, el padre de numerosos movimientos que estremecieron los cimientos del arte.
Página 8-9D