Gerascofobia, la cara del miedo a envejecer y sus repercusiones

Actualizado
  • 28/09/2020 00:00
Creado
  • 28/09/2020 00:00
Expertos analizan el temor a la vejez, en qué consiste la gerascofobia y cómo lidiar con ella. Además, comparten cuáles son las afectaciones físicas y psicológicas en hombres y mujeres con relación a este tema
El envejecimiento tiene patrones construidos socialmente, que le dan ventajas a los hombres en comparación con las mujeres.

La sociedad occidental del siglo XXI suele venerar la juventud y los valores asociados a la belleza externa. En cuanto a la vejez, en la mayoría de los casos no es bien vista, puesto que está asociada a la falta de vigorosidad, entre otros aspectos.

Por las costumbres sociales impuestas, la vejez se ha convertido en una de las etapas más temidas, sobre todo por los cambios en la apariencia física.

De acuerdo con el psicólogo Pedro Rondón, la vejez está socialmente vinculada a estados de ansiedad, carencias, enfermedades, fealdad, dependencia, pérdidas, sensación de inutilidad y muerte. “La experiencia de vida no es importante y en una sociedad como la de hoy, donde se valora la salud, la vida productiva, es como si la persona envejecida se convirtiera solo en un espectador que aguarda la muerte y que está fuera del juego”.

Pero, ¿por qué surge el temor a envejecer?, ¿ha escuchado acerca del término gerascofobia?

“La gerascofobia es una alteración en la cual está presente el miedo y el asco a envejecer; afecta por igual a hombres y mujeres. Estas características generan ansiedad en quien las sufre y hace lo posible por detener el proceso”, afirma Rondón.

El especialista reconoce el hecho de que “a nadie le agrada envejecer”, pero cuando el miedo es irracional, se está frente a una patología, cuya característica principal es un trastorno de ansiedad que se refleja en conductas alteradas con pensamientos catastróficos, tensión muscular, sudoración, dolor de cabeza, malestares estomacales, ataques de pánico, tensión arterial, hiperventilación, actitudes no operativas hacia sí mismo y hacia los demás.

“Entre las conductas producidas por esta alteración es común que las personas se resistan a envejecer y empiecen a hacerse cirugías y tratamientos contra el envejecimiento o acudan al gimnasio compulsivamente. Se visten de forma juvenil y cuidan su apariencia exageradamente”, constata.

El experto en salud mental afirma que los cambios propios del envejecimiento, tanto en el aspecto fisiológico como psicológico, deben ser aceptados como parte natural del desarrollo.

“Es normal que las capacidades vayan disminuyendo con el paso de los años, incluida la sexualidad, pero esto no quiere decir que desaparezca, a menos que haya un deterioro significativo producido por alguna enfermedad. Pero hay que aceptarlo”, comenta y añade que personas con antecedentes de vida sedentaria, sin hábitos de alimentación saludables, con pocos intereses profesionales o individuales, depresivas, sin expectativas de vida o que han estado atrapadas en relaciones de dependencia emocional, tienen más posibilidades de desarrollar esta patología. “También podría haber una predisposición genética para estos casos”.

El psicólogo señala que no existe una sola causa para esta condición y “hay que estar atentos a los cambios de los hábitos de vida, las conductas de ansiedad, nerviosismo, tensión constante, cambios de humor, en las conductas no operativas, la exagerada preocupación por verse joven, gastos excesivos en ropa, cosméticos, cirugías, consultas dermatológicas y salidas ocultas”.

Aspecto sexual y social

Según el especialista, no hay un orden que especifique qué género se ve más afectado en la intimidad, todo dependerá de la sociocultura y de la percepción que tenga cada individuo acerca del envejecimiento. “Al pasar los años se transforman nuestras funciones, y la sexualidad es una de ellas. Los cambios se van a dar en ambos sexos, la respuesta sexual será diferente, pero la sociedad será en definitiva quien determine qué es o no correcto, desde el punto de vista íntimo, para los adultos mayores”.

Asimismo, comparte que todo está sujeto a los hábitos de vida individuales, el estado de salud, el consumo de determinados medicamentos, a las habilidades sociales: autoestima, comunicación, asertividad. También, indica que influye el lugar donde se viva, las expectativas y proyectos de vida que se tengan, el consumo de alcohol, cigarrillo, drogas.

Además, de la calidad de las relaciones interpersonales, del tipo de relación de pareja, del nivel de información sexual que se tenga y la presencia o no de trastornos de la personalidad.

La sobrevaloración de la juventud genera actitudes de rechazo a los cambios producidos por el envejecimiento.

“La monotonía, la falta de imaginación y el afecto inciden negativamente en el interés y la actividad sexual, y el hombre es más dado a caer en la rutina. Para ser más preciso, en el caso de los varones inciden otros factores específicos como problemas profesionales y económicos, fatiga y estrés, miedo a no lograr o a perder la erección y falta de pareja”, certifica.

En cambio en la mujer, ocurre el miedo al dolor en la penetración y a no disfrutar, además de menores posibilidades de conseguir pareja, rutina y aburrimiento. “Las variaciones en ambos sexos son de tiempo e intensidad, pero la respuesta sexual puede continuar siendo satisfactoria hasta la muerte”.

Pese a este panorama, ¿qué ocasiona la necesidad de esconder la vejez en la cultura occidental? Para el psicólogo, la respuesta se traduce en aceptación social. “Los prejuicios hacen que sea vergonzoso. En el caso de la sexualidad de un adulto mayor, muchas veces son considerados como asexuales. No es porque el adulto lo sienta realmente así, sino porque a los demás les incomoda ya que, la sexualidad está asociada a la belleza, al rendimiento y al disfrute”.

El entorno

Por otro lado, el sociólogo José Lasso contextualiza que el envejecimiento tiene patrones construidos socialmente que le dan ventajas a los hombres en comparación con las mujeres. “Cuando los hombres maduros establecen una relación con mujeres más jóvenes, son aceptados en la actualidad. Pero si la situación es distinta, donde una mujer madura se establece con alguien menor, aparecen objeciones de parte de grupos sociales frente a esto”.

“El giro de esta perspectiva parte de una educación inclusiva que cambie poco a poco el discurso, y las nuevas generaciones puedan entender que los roles construidos y lo esperado por la sociedad no son ni han sido lo mejor para las relaciones entre hombres y mujeres”, sostiene.

¿Qué hacer?

Para combatir la gerascofobia, lo más recomendable es la prevención. “Hay que hacer que la persona mayor se sienta útil, que participe en actividades del hogar, que se le dedique tiempo de calidad y haga ejercicio”, afirma Rondón.

Subraya que, en cuanto a las terapias, se puede iniciar por el reemplazo de pensamientos que producen ansiedad por otros más operativos. “Los pensamientos no se eliminan, sino que se sustituyen. El manejo de técnicas de relajación como el mindfulness, que ayuda a vivir el presente y no angustiarse por el futuro. También, la información acerca de los cambios funcionales de la vejez, incluidos los cambios en su sexualidad hará más fácil la aceptación y la adaptación a las transformaciones del organismo envejecido, sin que estos anulen su disfrute”.

Entre otros consejos resalta que se deben inculcar desde temprana edad los hábitos de vida saludable. “Se envejece de acuerdo a como se ha vivido, pero también hay que hablar de la importancia del buen trato y el respeto hacia los mayores. Todos van a envejecer a lo largo de la vida y habrá consecuencias a nivel de salud, conductas, forma de vida y hay que adaptarse a ello”.

En ese contexto, analiza que la sobrevaloración de la juventud como si fuese un mérito individual genera actitudes de rechazo a los cambios producidos por el envejecimiento. “No hay que tener miedo a envejecer, ya que esos temores irracionales son causa de la gerascofobia. Los cambios también deben ser sociales”.

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