Miles de feligreses celebraron este lunes el Día de los Reyes Magos en Bolivia con la costumbre religiosa de llevar las imágenes del Niño Jesús a los templos...
- 13/03/2016 01:00
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Con cinco o seis años, las custodias de mi educación en el Colegio ‘Virgen Blanca' (hasta el nombrecito se las trae), enloquecían de horror cuando me veían jugar en el patio durante los recreos. Yo no jugaba a saltar a la comba, ni a las tabas, ni a los cromos de palmar. No, yo jugaba a ser el capitán Ross Poldark, terrateniente de Cornualles. Imaginaos el horror absoluto de unas mujeres en cuyo código estaba escrito que dos niñas nunca podían estar solas y juntas, ‘para prevenir la tentación'.
También jugaba a Sandokán, y yo siempre era Sandokán. Siendo el Tigre de Borneo mataba ingleses, degollaba traidores y navegaba por los mares del sur (más bien del sudeste, pero en aquellos tiempos la geografía era más imaginada que real). Nunca lograron convencerme de que para una niña lo apropiado era ser una princesa ¿¡Quien en su sano juicio quisiera ser una aburrida princesa pudiendo ser un pirata o un caballero inglés!?
Nunca le he pedido permiso a nadie para hacer lo que me ha dado la gana. Nunca he pensado ni por un momento en que debería haberlo hecho. Nunca he considerado que nadie me podía prohibir algo por el hecho de ser mujer. Nunca lo han hecho. Soy mujer como soy rubia, tengo tetas igual que tengo los ojos verdes. Pasaron muchos, pero muchos años hasta que me di cuenta del enorme favor que me hicieron mis padres permitiéndome defenderme a puñetazos de un abusón. Sin decirme aquello de ‘las niñas no pegan', ni decirle a él aquello de ‘a las niñas ni con el pétalo de una rosa'
Pero ya he crecido. Y ya no juego. Ahora me tomo la vida en serio (todo lo en serio que se puede tomar uno la vida) y hace mucho que decidí que quiero ser puta.
Quiero ser una hetaira, una oiran, o una kisaeng. Quiero ser lo opuesto a una matrona romana. Quiero ser la mujer que puede hacer tambalear un imperio.
Me pido ser la sacerdotisa que se entrega a todos, poseída por la Diosa. Deseo ser aquella que domestica a Enkidu y le muestra la cortesía, los buenos modos y el sexo civilizador.
No quiero jugar a ser virtuosa. Me pido ser la Judith que folla para vencer. Me pido ser aquella que sabe que tiene el poder y lo ejerce. Sin remordimientos. Sin pedir permiso. Sin pedir perdón.
Quiero ser la bruja que lleva el corpiño escarlata. La que no tiene miedo de enseñar los pechos caídos porque sabe que los hombres de verdad los desean así.
La que no tiene pudor de mostrarse, pero que sabe que su poder real reside en su cerebro y su sabiduría.
Quiero ser la lupa , la compañera, a la que buscas para conversar, para beber, para reír. No quiero ser la madre de tus hijos. Quiero ser aquella de la que desees ser padre, ser hijo, ser amigo, ser amante, ser amado. Quiero que me odies por no ser como yo. Y que me adores porque yo soy yo.
No soy una niña buena. Nunca en la vida lo fui. Quiero ser puta. Una puta loca.
Quiero ser a la que fascinas y a la que miras con espanto. No quiero que me cuides. Quiero que me adores. Quiero que me uses. Que te refugies en mí.
Quiero que me pagues por el privilegio de oírme reír. Quiero que me ruegues para que te permita darme placer.
Quiero que sepas que no soy igual que tú. Y nunca, nadie podrá ser igual que yo.
COLUMNISTA