‘Solo es posible escribirla en un país que no pierde la esperanza’

Actualizado
  • 08/12/2013 01:00
Creado
  • 08/12/2013 01:00
En este país canalero de rascacielos y bohíos, de cazadores de fortuna y religiosos, de obreros y de sicarios postmodernos, aparece ‘Hom...

En este país canalero de rascacielos y bohíos, de cazadores de fortuna y religiosos, de obreros y de sicarios postmodernos, aparece ‘Hombres Enlodados’ de Javier Stanziola, Premio Novela Ricardo Miró (2012), cuya edición no le hace justicia al texto literario por la mala calidad del papel, la diagramación y la impresión, verdadero escándalo porque en Panamá se producen libros de muy buena calidad. Pero no dejemos que el desinterés institucionalizado nos dañe el placer de haber leído uno de los textos más significativos (que realmente tiene sentido) que ha producido la novelística panameña en los últimos años. No es una novela moralizante y, mucho menos huidiza. Su personaje principal no es un héroe, tampoco un bohemio, pero sí es un joven, Jota Jota (por Juan José) en su adolescencia que, con mirada atenta y crítica, nos narra en segunda persona (sin tener el tono de denuncia o el dedo acusador) el mundo más sordido de la doble moral y la mojigatoría (con respecto al sexo y la raza: heredó, además, los genes negros de su abuela) en nuestros países: el rechazo, el miedo y la presencia siempre latente (y a flor de piel) de la homosexualidad, que no es más que nuestra insoportable incapacidad de ser libres y acabar con lo que nos oprime, es decir, salir del lodo.

Pudo haber ocurrido en cualquier familia. Se narra en los años ochenta. En medio de los años más podridos de la dictadura, de la descomposición familiar y del Sida que, según un personaje, es una plaga que está ‘controlando el gallinero’. El narrador, desde el principio, nos ubica en el problema cuando lo llevan a la procesión del Cristo Negro de Portobelo (el santo de los ‘enfermos’ y ‘desamparados’) para ‘solución a mi Condición’ (esto lo escribe con mayúscula). En efecto, le han hecho tomar primero Digoxina, tableta para regular el ritmo del corazón, pero esto no es más que el absurdo que inaugura el suplicio del narrador que lo hacen pasar por médicos y exámenes. Sin embargo, esto no es nada comparado al suplicio familiar, escolar y personal por el que pasa el narrador, pero no para presentarse como víctima de las circunstancias, sino para llevarnos de la mano, desde su ‘marginalidad’ y su ‘encarcelamiento’, a los entresijos de ese mundo dantesco de Hombres Enlodados (su familia, la familia de su padre (Jota Jota es un bastardo), los amantes y maridos de su madre y tías) que temen a la libertad y a sus impulsos, que huyen o sucumben, frente a la doble vida, la mediocridad y la asfixia social o moral.

‘Hombres Enlodados’ no es una novela que nace de la ‘crisis’ de los valores, como tan demagógicamente se plantea hoy. Tampoco es un diagnóstico pesimista del mundo y, en este sentido, no es (gracias a Dios) una novela para los funcionarios de la moral y los valores acartonados. Es una novela que tenía que ser escrita, es honesta en su fondo y forma (aunque resentimos la estructura teatral de algunas de sus escenas), y sale de la mano de una de las plumas más prometedoras de la novelística panameña, una novela que se inserta sin miedo en la historia del país (sin caer en los tópicos y pathos comunes del nacionalismo) que, como afirma el mismo Jota Jota. narrando una escena de la madre, debió pasar por lo siguiente: ‘Mi mami caminó por cientos de calles vaporosas sin árboles...’

‘Hombres Enlodados’ solo es posible escribirla en un país que no pierde la esperanza.

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