La Orquesta de Cámara del Istmo, integrada por jóvenes músicos formados localmente, ha demostrado que es posible cultivar un proyecto musical con ambición,...
- 31/05/2015 02:00
El arte de leer poesía, el arte de escribirla. El arte de escuchar canciones y escribirlas. El hermoso ocio. Disciplina de bar y temporadas de delirio. Justo después de que me gradué del colegio y celebré con cerveza y ron (fue la única graduación que celebré), entré a la universidad. Recuerdo que me paveaba de las clases y me encerraba en la biblioteca Simón Bolívar de la Universidad Nacional de Panamá. Comenzaba el difícil arte de la lectura y el robo. Allí leí a John Updike (me robé dos libros de Updike), leí a Edgar Allan Poe (me robé un libro de Poe) y leí a García Márquez (no pude robarme ninguno del colombiano).
También allí escribí uno de mis primeros intentos poéticos, después de leer el libro de Gabo que hablaba de un náufrago. Me entrenaba en el complicado oficio de escribir y robar versos. Es este el poema que escribí (o robé): ‘ He tirado la palabra barco / al mar, y, al contrario de lo que podría esperarse, / se ha hundido / hasta el fondo de las sales. / La palabra naufragio ha llegado a buen puerto, / sin embargo '.
También para esas épocas (1995-1996), escuché mucho a Silvio Rodríguez y a Pink Floyd. Era el turno de la música. Versos de cubano contra versos de inglés, más concretamente Roger Waters representando a los Floyd: ‘Ojalá' y ‘Playa Girón y patrias lluviosas contra paredes y cielos azules y martillos. Ya no escucho ni a Silvio ni a Waters.
Ambos me dan una pereza inmensa. Ahora escucho mucho a Nano Stern, al cual admiro profundamente pero con cuyas letras no concuerdo todo el tiempo. Hay una de sus canciones en la que dice que la vida es un gran regalo. Hermosa canción. La canta Nano con desgarro y pecho, con sinceridad y serenidad. Pero yo digo que lo que se regala no se quita. Desde pequeño me enseñaron eso. Lo que se da no se quita, así de simple. Por lo cual la vida es un regalo de mierda, o nos la ha regalado un hijo de puta, o simplemente es un prestamito de corto tiempo.
Hay una canción que estoy escribiendo y que nada tiene que ver con la mayoría de las canciones de Nano Stern, y mucho menos con las canciones del viejo Joaquín Sabina, quien recientemente estuvo en Panamá para deleite de algunos e indiferencia de otros. La primera parte de la canción que menciono dice lo siguiente (más o menos): Una mujer a la que le interesan las victorias y las conquistas ha aprendido, lamentablemente, la primordial característica que hace absurdos a los hombres.
Me dirán machista algunas, estoy seguro. Pero hay canciones y canciones, y, pues, ya que estamos hablando de ellas, hay unas que son hermosas y cantadas por todos, como lo es esa canción mexicana que habla de soltarle la rienda a la mujer. Lindo. El hombre le canta a la mujer: ‘te solté la rienda', clara alusión animalesca. Es decir, la mujer, para el que escribió la canción, era una yegua a la que le daba, finalmente, su ansiada libertad, lo más seguro porque ya no le interesaba conservarla en su posesión. Suena sublime cuando la canta un ranchero ataviado de su traje, acompañado de mariachi, altivo, elegante, guapo, preferiblemente blanco bronceadito de acapulcos y cancunes, tipo Alejandro Fernández (que no la vaya a cantar un negro jamaicano ni mucho menos un indígena chaparrito). En fin, la poesía, la música, el arte. A seguir estudiando.
MÚSICO Y POETA