'Qualis artifex pereo'

  • 06/04/2021 00:00
La expresión estaba escrita en la nota que reposaba en la mano del escultor y que le traía el grato recuerdo de su amistad con Germán Leguía y Martínez

'Qualis artifex pereo' ('muero como artista') estaba escrito en la nota que reposaba en la mano del escultor y que le traía el grato recuerdo de su amistad con Germán Leguía y Martínez, político peruano y más tarde ministro de Relaciones Exteriores. Gracias a él se había dejado convencer y había participado –y triunfado– en el concurso para la realización del imponente monumento al Libertador San Martín en la ciudad de Lima con ocasión del centenario de la independencia. Corría el año 1921 y la emblemática estatua ecuestre del héroe –que evoca la escultura anónima de Marco Aurelio en el museo Capitolino de Roma– fue inaugurada con toda pompa el 27 de julio de ese año, el segundo del prolongado oncenio del presidente Augusto B. Leguía. El talentoso escultor no es otro que Mariano Benlliure y Gil, quien se había destacado por sus monumentos a Bolívar en Panamá y a Bernardo Irigoyen en Buenos Aires (Hamann, 2015).

'Qualis artifex pereo' decía también la nota escrita por Leguía y Martínez que reposaba en el bolsillo del escultor y urbanista Manuel Piqueras Cotolí, impulsor del estilo neoperuano en arquitectura –y el primero en utilizar diseños derivados del arte prehispánico–, cuando con fuego de castillos artificiales y tonadas andinas fue inaugurada su nueva obra: la fachada de la Escuela Nacional de Bellas Artes en la capital del Perú. En aquel hermoso símbolo de peruanidad que también inauguró el presidente Leguía en 1924 para recordar el centenario de la batalla de Ayacucho, se observa la sugerente belleza en piedra del trópico panameño cuya vegetación llevó a Piqueras a encontrar coincidencias con la flora local.

'Qualis artifex pereo' es la nota –la tercera– que el entonces ministro plenipotenciario del Perú en Quito, Germán Leguía, le alcanzó al escultor genovés Carlo Libero Valente para trabar una amistad que duraría más de una década y persuadirlo para que aceptase la jefatura del Departamento de Bellas Artes de la Escuela de Artes y Oficios de Lima. Valente había llegado a Quito en 1910 vía Panamá y en 1911 viajó al Perú. Ya en la capital, él fue el fundador de la Escuela de Escultura ese año y ocupó su jefatura hasta 1922, bajo cuya conducción emergieron los principales artistas nacionales en piedra, mármol y bronce (Gamarra, 1974). De su experiencia panameña, Valente trajo abundantes bocetos de las plantas del istmo y por ese hecho algunos consideran que fue él quien sugirió la avenida Leguía (hoy avenida Arequipa) como lugar del emplazamiento de las palmeras que Panamá obsequió al Perú con ocasión del centenario de la independencia en 1921. Gracias a sus contactos con el taller de Ettore Genovesi en Pietra Santa (Italia), se atribuye también a Valente el haber encargado los primeros estudios del nuevo siglo sobre la piedra peruana destinada a fines escultóricos.

Ironías de la historia, Benlliure y Piqueras eran peninsulares y asociaron su arte al de una joven república que recordaba con entusiasmo –y algo de nostalgia– la epopeya de su separación de España. Piqueras y Valente fallecerían en el Perú después de casi tres lustros de entrega a su patria adoptiva, y los tres cultivaron amistad con Germán Leguía, un diplomático jurista discípulo de Gonzales Prada, que gustaba de las citas en latín y estaba decidido a fortalecer la creación artística nacional. Su vehemencia política lo llevó a recibir el apelativo de “El Tigre” y por su oposición a la reelección presidencial de Augusto B. Leguía –a la sazón, su primo hermano– fue desterrado a Panamá en 1923 donde vivió con sus hijos hasta 1927. Parafraseando a Hamann (2015), gracias a ellos –y a otros más– la ciudad de Lima 'de los alocados años 20 y del centenario de la independencia' devino en un libro abierto para ser leído en sus espacios urbanos, para remarcar la importancia del arte público y del ornato de los gobiernos de turno. Los cinco –incluido el presidente Augusto B. Leguía que brindó el marco ideológico– fueron forjadores de un estilo que definió al Perú de inicios del siglo XX como una sociedad indisolublemente mestiza.

Embajador de Perú en Panamá
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