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- 20/05/2012 02:00
PALABRA. A pasionado, generoso, incansable. Así describen al escritor que se fue los amigos, los colegas, otros artistas. La muerte de Carlos Fuentes dejó vacío y tristeza. No es para menos: escribió tanto como un hombre puede, impulsó y avivó el ‘boom’ de la literatura latinoamericana en los 60 y puso así a la región en el mapa. Fue amigo de sus amigos, Gabriel García Márquez, Julio Cortázar, Mario Vargas Llosa. Maestro y propiciador de nuevos autores. Y poseedor de una serie de dones que lo volvieron encantador. Era, por ejemplo, un artista del chisme y hablaba con elegancia sobre lo más profano.
Carlos Fuentes, también, cultivó otros registros: adoraba el cine de los 40 y la música. Pasaba con naturalidad de cuestiones vanales a los contratos de China con el gigante petrolero mexicano. Adorador de la Historia, situó su literatura en un continente y con ella hizo hablar a una región. Un auténtico caudillo latinoamericano.
Fue escritor de su tiempo y espacio, que reivindicó su lugar en todos los ámbitos. Heredera de la tradición de próceres en los que una sola persona encarnaba las figuras del escritor y del político, la generación de Fuentes ha sido la última en jugar todavía el papel de sus mayores: el de escritor nacional. Una generación que desparece y nos deja, en vida y en idea. De la que quedan pocos exponentes. Por eso la desolación se acreciente, porque significa el traspado a otro tiempo, el principio del fin de una raza de escritores que escriben ensayos contra Bush y conversan con expresidentes; galardonados con el Nobel o candidatos a él que antes de las elecciones anuncian su voto.
‘íViva México! ¡Mueran los gringos!’, gritó a los 10 años durante la proyección en Washington de la película El hombre de la conquist, sobre la secesión de Texas del territorio mexicano. Aquel fue el primer acto de rebeldía que más tarde se reflejaría en el intelectual de izquierda en el que se convirtió, fascinado, como muchos latinoamericanos de su época, por la revolución cubana y los movimientos rebeldes de izquierda. Sin embargo, con el tiempo sus opiniones se volvieron más matizadas y era conocido por criticar tanto la parte cruda del capitalismo como las duras realidades del comunismo.
Ahora los restos descansarán en Montparnasse, junto a los hijos que tuvo con Silvia Lemus, Carlos y Natasha.
EN EL OLIMPO DEL ‘BOOM’
Figura destacada del ‘boom de la literatura latinoamericana’, a diferencia de sus contemporáneos Fuentes nunca ganó el Nobel de Literatura, aunque durante años fue mencionado como candidato. Recibió en cambio las más prestigiosas distinciones de la literatura en castellano: el Premio Cervantes (1987), el Príncipe de Asturias (1994), el Biblioteca Breve (1967) y el Rómulo Gallegos (1977). Publicó su primera colección de cuentos cortos, Los días enmascarados, en 1954. Cinco años después, su novela La región más transparente, un retrato del crecimiento explosivo de la capital mexicana, le dio fama internacional.
Un posgrado en Europa lo llevó a conocer en París al poeta mexicano Octavio Paz, Nobel de Literatura en 1990. En ese periplo conoció más tarde al alemán Thomas Mann, amistad que terminó de definir simbólicamente su vocación literaria.
En 1975 escribió Terra Nostra, una magna obra de 800 páginas que junto con las novelas La muerte de Artemio Cruz y Aura lo terminaron de encumbrar.
Su curiosidad intelectual quedó plasmada en su ensayo de 2002, Esto creo, en el que detalla sus creencias personales ideológicas y literarias. Entre sus decenas de obras, en 2003 publicó La silla del Águila, en la que imagina el futuro de México.
Fuentes apoyó la elección del conservador Vicente Fox en 2000, que puso fin a siete décadas de mandato del Partido Revolucionario Institucional (PRI).
En términos personales, Fuentes ha sido definido por sus allegados como un hombre cariñoso y nada agresivo, que sólo mantenía cerrada una puerta de su vida: la familiar. Lo único que se conoce de su vida privada es que se casó con la actriz mexicana Rita Macedo (1925-1999), de quien se divorció en los años 1970 para contraer nupcias con la periodista también mexicana Silvia Lemus. De esta segunda unión nacieron Carlos Rafael que padecía hemofilia y murió en 1999 a los 25 años y Natasha, que falleció años después a los 32 años por causas desconocidas. Trotamundos y activo casi hasta el final, una vez dijo que su verdadero hogar era un avión y su peor miedo la muerte.