El centenario de una rosa

Actualizado
  • 15/02/2015 01:01
Creado
  • 15/02/2015 01:01
Hace aproximadamente 100 años nació Elvira Alvárez, a quien se le recuerda como la primera poetisa romántica del Istmo

‘Trae a la poesía panameña una voz nueva y personal. Sus poemas traducen un temperamento complejo, donde la mística y erotismo conviven en extraña hermandad. Y son expresión del destierro, nostálgico suspirar por el verdor soleado de la patria ausente... Allí su anhelar y su desesperar; allí todas las luces y las sombras del trópico, de ese trópico que gobierna sus ansias cada vez que el frío del norte pone su nota blanca sobre las cosas. Particularmente dotada para el manejo del verso octosílabo, es la primera poetisa panameña en cuya obra el romance desempeña papel importante y, muy posiblemente, la que primero los escribe... Mística y erótica, nostálgica de su trópico, evidencio enseguida una manera propia, un fino temperamento... Y en 1942 nos dio su primer libro, al que siguió un largo silencio, roto en buena hora en 1969 para darnos una nueva cosecha que sin negar su línea esencial, agrega inesperados matices’.

Rodrigo Miró no fue el único intelectual del patio en evaluar los versos de Rosa Elvira Álvarez. Agustín del Saz, uno de los primeros antologistas de los bardos istmeños, sostuvo: ‘en cuanto a su poesía se le considera como la primera que cultivó el romance, en el que logra verdaderos aciertos poéticos’.

‘Es aún desconocida por estudiantes y autores panameños’, comentó en su momento la poetisa Moravia Ochoa.

EL ALBA QUE PERDURA

Su primer libro lo publicó en la ciudad de Los Ángeles, Estados Unidos, en 1942. El poema ‘Nostalgia’ abre con estos versos: ‘ Llevo una angustia en los ojos / y otra más honda en el alma / por haber visto estos cielos / y estos mares verde-plata. / Las manos pálidas traigo / y largas por la nostalgia, / gaviotas de picos rojos / sin un hogar ni una patria ’.

Según J. R. Fernández de Cano ‘transmite el ritmo de la rumba, el tango, los pasillos, las castañuelas y las maracas, el tranvía, la radio, el ómnibus, el ascensor, el sol inconstante, el mar plateado, la nieve, los recuerdos del Risacua, el encerramiento obligado por el clima y la seguridad de saber que la juventud es un período pasajero.’

Rosa se va a instalar, con sus palabras hechas sentimiento, en el periodo comprendido entre la pos vanguardia y la contemporaneidad.

Deberán pasar unos de 25 años para la publicación de El Alba perdurable (1968) su único libro editado en el país donde nació; allí encontramos estos versos: ‘ Para en los dobles encontrarte / De la mansión sellada por tu ausencia, / Busco el olvido que imploré al dejarte / Y en el olvido encuentro tu presencia ’.

Le siguió en esa vena romántica, existencial, de enormes rememoraciones, Romance de la montuna (1969), libro de un carácter casi autobiográfico: ‘Mi ciudad está de fiesta /la del antiguo abolengo / Y esta montuna asomada / Y diluída en recuerdos. / Montuna ¿por qué no olvidas / A quien te olvidó primero?

De acuerdo con Fernández de Cano, ‘a este libro pertenecen también los poemas en los que comienza a aludir al implacable transcurrir del tiempo. En ‘Ambivalencia’ se define a sí misma como cascabel y campana. Su poesía es cascabel para divulgar risas, temblores y vibraciones propias del amor femenino, siempre atravesado por la pena: ‘ Este dolor redondo del cascabel que ríe y tiembla y vibra es de mujer. / La campana habla de Dios con voz grave interior que aparenta alegría, y se quiebra en un llanto solitario. Su sonido penetra en el santuario de la intimidad. / En la grave alegría de la campana, lloro yo cada día dentro del alma ’.

En su poesía también hay alusiones al matrimonio infeliz. A Rosa Elvira no le fue muy bien en el matrimonio. Adicional a eso, su hija y su madre murieron antes que ella. El sabor más amargo está en la miel y un cascabel de nupcias luna de hiel. Pero no hay que confundirse. Tras la soledad hay un placer incitador: Sombría noche eterna en la campana y un gozo en el reverso de la manzana .’

Estas penas de mujeres son penas que no se olvidan. Rosa Elvira Álvarez le cantó al dolor de ser mujer, a la patria lejana, a la vida, a la muerte y al amor. Su poesía será siempre ‘alba perdurable’.

Su cuarta obra lleva el título de Siete sonetos al Escorial , también publicada en Los Ángeles, California: Camino sobre siglos y peldaños / Alegorías y ventanas ciegas / Y descubro en los mármoles huraños / Voces latinas y sentencias griegas.

Siete años después, el Instituto Nacional de Cultura, cuando esa institución valoraba a sus intelectuales y no los trataba como mercancía, editó la Colección Múltiple, incluyéndola con una antología de sus cuatros obras poéticas. La obra, que apareció en 1977, fue titulada El Alba Perdurable .

Lo Nuevo
Suscribirte a las notificaciones