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- 03/04/2022 00:00
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El local que por años albergó al restaurante La Buena Suerte en el barrio de Santa Ana y que ha estado desocupado por una buena cantidad de tiempo, podría volver a tener protagonismo, ya no por su legendario bistec picado, sino por albergar un comedor comunitario que a la vez servirá como una escuela donde jóvenes del área pueden entrenarse como cocineros y adquirir destrezas con las que pueden ganarse la vida.
El proyecto nace de la sinergia entre la Fundación Rescate de Alimentos y la Asociación de Becarios Fulbright, en conjunto con Colibríes de mi barrio, agrupación cuyo fin es dar a jóvenes en riesgo social un sentido de comunidad que les permita salir adelante en un entorno difícil.
Para ello se firmó un convenio que permite lograr los recursos para este proyecto.
“Es una firma simbólica, muy importante para nosotros, con mucho mensaje, porque lo que queremos construir a través de este acuerdo es una sinergia que pretende aprovechar espacios que existen hoy en la ciudad para beneficio de la comunidad, para beneficio del medio ambiente y para todos los que aspiramos a que en algún momento suceda, que es tener un casco antiguo bonito, recuperado, un casco antiguo que rememore la época de oro de la que siempre nos hablan nuestros antecesores”, dijo Álvaro Quirós, secretario de la Fundación Rescate de Alimentos.
Emilio Sempris, presidente de la Asociación de Becarios Fulbright, aseguró que es “un verdadero placer ser parte de este esfuerzo y esperamos que con la firma de este convenio podamos materializar recursos para cumplir los sueños de esta fundación, que es lograr una integración social por medio de una actividad que muchas personas con capacidad pueden realizar tres veces al día: que es alimentarse”.
Con este esfuerzo la asociación de becarios espera dar ese “pequeño granito de arena” a la Fundación Rescate de Alimentos, “que tiene un gran trabajo por delante pero que también tiene una gran visión de desarrollo comunitario, una visión de un área metropolitana vibrante, una visión de un país que piensa en no dejar a nadie atrás, y es la visión que se necesita en estos tiempos que estamos viviendo”, agregó. Se espera que esta actividad permita apoyar la alimentación desde niños en riesgo social a personas de la tercera edad que no cuentan con los medios suficientes para lograr una vida digna.
“Por parte de los becarios Fulbright, nuestro compromiso es trabajar en la redacción de una propuesta de proyecto que esperamos someter a diversas fuentes de financiamiento, incluyendo la Embajada de Estados Unidos a través de sus programas, para lograr esos recursos y llevar adelante este proyecto”, explicó Sempris.
La Fundación Rescate de Alimentos ha venido trabajando desde 2016 como una iniciativa de chefs, propietarios de restaurantes y actividades vinculadas con la alimentación, interesados en rescatar y recuperar todos los nutrientes que diariamente se descartan en la ciudad de Panamá por diversos criterios: expiración, apariencia estética u otros. “El propósito de la fundación es poder proveer una solución o una ayuda a nivel nutricional a las poblaciones en riesgo alimentario, así como reducir el efecto que tiene la incorrecta disposición de estos nutrientes en los vertederos o botaderos”, detalla Quirós.
Y su trabajo se intensificó durante el periodo en que estuvieron vigentes las medidas de confinamiento para el control de la pandemia de covid-19. Uno de los grupos con los que trabajaron en esos momentos fue Los Colibríes de mi barrio. “Lo que hemos buscado con ellos es poder dar una solución a una población en riesgo social y además en riesgo alimentario”, comenta Quirós.
Con el convenio se espera allanar el camino para la consecución de un espacio céntrico y además con valor para la comunidad. “Hemos visto el potencial que tiene este lugar”, dice Quirós. El local en esquina en avenida A y calle 15 cuenta con un amplio salón comedor, una barra con asientos y una cocina de buen tamaño. “La intención es desarrollar una cocina comunitaria de alimentos rescatados, que funcionará como una escuela para enseñar cocina y hostelería a los chicos del barrio, una tienda de alimentos descartados, pero en buenas condiciones que se ofrecerían a precios bajos y un huerto urbano en la azotea”, dice con optimismo.
Y es que se requerirá de un esfuerzo grande para que el espacio resulte funcional. “Los que de niños crecimos en esta zona no la reconocemos. Es impactante el deterioro que ha tenido, pero parte del objetivo de invitarlos hoy aquí es que queremos que vuelvan en unos 18 o 24 meses y vean los resultados luego que obtengamos los fondos para poner este activo a producir en beneficio social”, sostiene Quirós.
“Tenemos como meta arreglar este lugar lo mejor posible para que a través de las actividades que se desarrollen, se pueda lograr una mejor integración social de toda la comunidad, en un momento en que la pandemia ha afectado el bolsillo de todos. Los que tienen los 'tres golpes' no se ponen a pensar mucho en ese plato de comida que le está faltando a otro. Y a través de la fundación podemos atender ese llamado que está haciendo esta comunidad para remediar sus necesidades básicas de alimentación”, comenta Sempris. “Esperamos que se sumen más miembros de la asociación de becarios, para que apoyen a esta y otras fundaciones, y de alguna manera devolver a la sociedad parte de los beneficios que recibimos al haber sido beneficiados con una beca. Ojalá lo logremos”, agrega.
La fundación nace en 2016, para mitigar las escandalosas cifras de alimentos descartados en mercados y otros sitios de expendio.
En la naturaleza, productos como vegetales y legumbres, al igual que los productos animales no se descomponen todos juntos como sucede en un vertedero. Mientras que de forma natural este proceso se lleva de forma más lenta y escalonada, en los vertederos se acelera generando una alta liberación de gases. Además, genera grandes desperdicios de recursos naturales por el consumo de energía involucrado desde el cultivo hasta su descarte. “Es un recurso que no es retornable, pero terminamos pagando inevitablemente. Buscamos que toda esa inversión tenga un fin noble”, afirma Quirós.
Durante el periodo de confinamiento que se vivió durante la pandemia, un equipo de voluntarios de la fundación trabajó desde la cafetería de la Universidad Tecnológica para asistir a alrededor de 16 comedores en la provincia de Panamá y Panamá Oeste.
La fundación también estableció un centro de operaciones en el área de Volcán – Tierras Altas durante la emergencia generada por los deslaves ocurridos en 2020, para atender las necesidades de alimentación de los equipos de rescate y emergencia, así como algunos comedores.
Por otra parte, se ha desarrollado un modelo de distribución logística en el que se reciben productos de grandes distribuidores de alimentos congelados y frescos antes de que alcancen su fecha límite de expiración y se redistribuyen a albergues u otras instituciones que puedan necesitarlos.
En representación de la Fundación Rescate de Alimentos firmó el convenio la chef Ayelet Vahnish y en representación de la Asociación de Becarios Fulbright, Emilio Sempris.
Luego de la firma se ofreció un brindis con alimentos rescatados. “Un buen nutriente ayuda a que una persona sea más productiva, un buen nutriente ayuda a que un niño crezca, un buen nutriente ayuda a que un anciano sobrelleve mejor una enfermedad. Es importante cuando comemos recordar esto y que, como decimos en la fundación, 'la comida no se bota' y recordar que todo esfuerzo que hagamos en beneficio de otro ser humano para ayudar a nutrirlo y alimentarlo será visto por el Creador”, concluye Quirós.