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- 30/05/2020 00:00
- 30/05/2020 00:00
Las relaciones, y con mayor razón, las sociedades en una empresa familiar, a veces pueden llegar a ser un campo minado con diferentes conflictos.
Y es que las diferencias en el seno de la empresa, se quiera o no, siempre terminan por salir del núcleo corporativo para afectar directamente a todos los órdenes de la vida. Si malo es llevarse el trabajo a casa, mucho peor es que los problemas del día a día pasen luego a las reuniones familiares.
La cantidad de conflictos que se generan es impresionante; y aunque parezca exagerado, lo cierto es que estos conflictos pueden llegar a dañar los vínculos familiares, e incluso terminar con el propio negocio.
En mi primer libro cité una frase muy trillada que dice: “Las medias, solo para los pies”. Yo pienso distinto: los socios son necesarios, y más en una empresa familiar.
El peor obstáculo que tenemos los emprendedores o empresarios es la incapacidad de entender a la gente y saber las motivaciones reales de cada persona, en particular, cuando se trata de obtener alguna ventaja o imponer un punto de vista.
El temor es un sentimiento que se infunde a través de argumentos que pueden ser o no ciertos. Actúa en dos sentidos, paralizando y permitiendo a quien lo infunde manipular.
La muy conocida historia de Rapunzel, en Disney, muestra con claridad la fuerza que tiene ese sentimiento y cómo actúa en la vida de esta joven, que vive prisionera en una torre. A pesar de no llevar cadenas o existir cerrojos, está presa por el miedo que le ha inculcado la mujer que se sirve de sus poderes mágicos, quien la ha convencido de que el mundo exterior está lleno de peligros.
Te preguntarás qué tiene que ver todo esto con la empresa familiar y los socios. Pues sí tiene que ver, ¡y mucho! En la historia, a pesar del sufrimiento de la joven, su carcelera justifica el encierro con el argumento de que “es por su bien”.
En una empresa familiar podemos tener “socios obligados”, que subsisten dentro gracias a la manipulación, argumentando que los necesitamos, o aquel cuñado o esposa que dicen que sin él o ella el negocio familiar no seguirá. Y así, todos los miembros de la familia viven prisioneros de esa mentira.
Cabría preguntarse si la manipulación en la sociedad es la justificación que se da para autorizar a que alguien decida por los otros, por el solo hecho de ser socios en la empresa.
Volviendo al cuento, Rapunzel confía plenamente en la mujer que la encierra –y cómo no hacerlo, si no conoce a nadie más–, se refugia en ella e inclusive le agradece por cuidarla.
En general, nuestros abuelos, padres o tíos fundadores de la empresa familiar lo hacen bien, pero otros educan a la siguiente generación haciendo uso de la manipulación. Convencen a sus descendientes de que si no trabajan en la empresa de la familia, afuera les irá mal, pues dentro de ella tendrán todo. Otros, les dicen verdades a medias o exageran lo negativo. Así, no permiten que la siguiente generación, que son sus socios también, aprendan otras cosas.
Analizando superficialmente, podría concluirse que cuidan al relevo generacional, pero si se profundiza, en realidad se trata únicamente de su beneficio.
Ciertamente, como padres o abuelos, parte de la enseñanza que proveen es el conocimiento de los peligros y dificultades que puedan preverse. Sin embargo, el gran desafío de los fundadores es buscar socios legítimos, que por vocación deseen seguir el camino del emprendimiento y que tengan la convicción de esforzarse para expandir el patrimonio familiar.
Pero la convicción en sí misma no es suficiente; siempre digo que aquel cuñado alegre no necesariamente será bueno como socio en ventas.
Para evitar situaciones difíciles en este sentido, profesionalizar la empresa y respetar esta decisión es una de las prácticas de mayor peso si realmente queremos que la compañía trascienda.
A propósito de esto, te comparto el testimonio de Michele Giurdanella, CEO de Franquicias Salvador Hairdressing:
“Uno de los primeros pasos que deben darse para lograr la trascendencia de una empresa familiar es crear jerarquías; establecer un organigrama a través de la identificación de los familiares que sí quieran adquirir el compromiso de trabajar en familia, y ubicarlos en el lugar preciso en el que posean la experticia necesaria para desarrollarse. Si nada de eso ocurre, toma el control. Si tuvieras que dejarlo a la vieja guardia, lo mejor sería retirarse, pues no hay nada qué hacer”.
El autor es empresario y escritor.