El cambio climático no es el problema: es un síntoma de la metacrisis que emana del sistema

  • 05/10/2025 00:00
Nuestra vulnerabilidad está aumentando exponencialmente como resultado de las decisiones de todas las personas en posiciones de poder; de seguir el juego en vez de actuar ante una emergencia, como lo exige una emergencia.

La información y el conocimiento son poder, su ausencia causa vulnerabilidad. En el caso de la crisis climática, esta vulnerabilidad se manifiesta ante los riesgos de impactos físicos severos, ante nuestros propios límites cognitivos para entender lo que está sucediendo; y ante las fuerzas del “sistema” que están en la raíz de la crisis.

Los síntomas de la metacrisis y sus causas están todos relacionados y en constante interacción. En lo que respecta a la naturaleza, el mecanismo que impulsa la crisis es el sobregiro ecológico, es decir, la sobreexplotación generalizada y crónica. Es por ello que debemos adoptar el concepto integral de crisis o emergencia climática y ecológica. Si consideramos el cambio climático como un “problema”, corremos el riesgo de querer encontrarle “soluciones” con un enfoque muy reducido, y terminar agravando la situación.

De bienes irremplazables y el excepcionalísimo humano

Nuestra sociedad y economía dependen fundamentalmente de la ecosfera (el sistema integral de la Tierra) que proporciona elementos esenciales como alimentos, agua, energía y materias primas. Estos bienes esenciales, incluida la regulación del clima, no son sustituibles, por lo tanto, deben protegerse, ya que no pueden ser reemplazados por la tecnología cuando desaparecen.

El planeta es misteriosamente complejo, producto de más de 4 mil millones de años de evolución, con una infinidad de procesos locales, regionales y globales; todos interconectados y relacionados, incluidos nuestras mentes y cuerpos. Nuestras nociones de la realidad, condicionadas por el entorno, nuestras experiencias y nuestra educación, no se corresponden con la realidad física; sino más bien con un imaginario colectivo en evolución que, debido a la violenta imposición colonial de la mentalidad occidental, se caracteriza cada vez más por un “excepcionalismo humano”. La noción de que Homo sapiens tiene un estatus excepcional y superior que escapa a las leyes de la naturaleza.

Las actividades humanas en su conjunto (reconociendo una enorme disparidad en las responsabilidades entre países, clases sociales y etnias) han causado, especialmente desde la Revolución Industrial, el alarmante y acelerado desmoronamiento de la ecosfera, poniendo en peligro todo, en el mundo entero y en Panamá. Nuestros sistemas económicos de los últimos siglos, particularmente el capitalismo, desde la segunda guerra mundial, son fundamentalmente incompatibles con el concepto de sostenibilidad multidimensional (ambiental, social y económica) porque están desconectados de la realidad física de la ecosfera de la cual dependen.

Como consecuencia de lo anterior y a pesar de más de siete décadas de negociaciones globales para controlar el cambio climático y la destrucción de la biosfera, todos los indicadores siguen empeorando de manera acelerada. La ciencia y los pueblos conocedores indican que el planeta está pasando por cambios importantes y alarmantes en casi todos los aspectos biológicos y geofísicos, poniendo en real peligro la integridad del clima y de los ecosistemas que hacen posible el funcionamiento de las sociedades humanas.

Las tendencias en los informes científicos se reflejan en las comunidades que se ven afectadas por desastres climáticos, contaminación de agua, aire y alimentos, y la invasión de empresas y proyectos extractivos en busca de materiales para una transición mal enfocada, contrario al sentido de los derechos constitucionales y legales que garantizan la salud y ambientes saludables.

Riesgos inaceptables

Los riesgos que la crisis climática y ecológica conlleva son tan complejos, existenciales y urgentes, que, conociéndolos, ninguna persona en su sano juicio los aceptaría. Sin embargo, la ciencia no ha contado con una plataforma y estrategia adecuadas para comunicarlos con el impacto deseado.

Los actuales compromisos nacionales de todos los países en materia de acción climática tienen como resultado el aumento de 3°C o más, en las próximas décadas, lo que, según la ciencia, podría resultar en 2-4 mil millones de muertes (entiéndase, la mitad de la población global actual), la reducción del PIB a la mitad, la activación de un gran número de puntos de inflexión climática y ecológica, el colapso de servicios ecosistémicos y la extinción de la mitad de las especies existentes.

Además, graves afectaciones a la circulación oceánica que podría dejar a Panamá con un régimen climático totalmente alterado, una grave fragmentación sociopolítica en muchas regiones, la pérdida de importantes regiones costeras por el aumento del nivel del mar, la migración forzada por estrés térmico e hídrico de miles de millones de personas y eventos catastróficos de mortalidad por enfermedad, nutrición, sed y conflicto, entre otros. Este pronóstico no es alarmista: es realista. Es el resultado de un reciente estudio en el que el organismo regulador de los actuarios del Reino Unido aplicó su experiencia en gestión de riesgos, en colaboración con un grupo de científicos del sistema terrestre.

¿Adaptación y resiliencia para quién?

Por más apocalíptico y chocante que nos parezca, estos son los riesgos que enfrentamos, evidenciados en un sinfín de estudios científicos basados en tecnologías cada vez más avanzadas y sintetizados en los informes del panel intergubernamental de cambio climático (IPCC). Ante ese escenario, la falta de visión de nuestros gobiernos que están decididos a seguir persiguiendo un modelo que “no solo” está destruyendo la ecosfera, sino también la economía que intentan salvar resulta patética. Proyectos como la mina de Donoso, las represas en el río Indio, la expansión portuaria y de gaseoductos, cuyos beneficios, factibilidad y rentabilidad en el contexto de los riesgos arriba mencionados no han sido tomados en cuenta, siguen la misma lógica que es la causante del colapso climático al que intentamos adaptarnos.

Así lo indica la ciencia de gestión de riesgo, la misma que los actuarios aplican en empresas de seguro y fondos de inversión, no precisamente un grupo de comunistas, como suelen tildar a todo crítico del sistema. Estas medidas propuestas de “adaptación al cambio climático y de transición” agravan la emergencia climática y ecológica, a la vez que reducen la resiliencia de la naturaleza y de las poblaciones que allí habitan. Muchas de las medidas necesarias para abordar la crisis climática y ecológica no son rentables bajo la lógica de la economía convencional y/o van en contra de intereses económicos poderosos, pero son existenciales, esenciales y de interés común, por lo que deben ser parte de una política pública coherente.

Tal como la gestión de riesgo permite a los actuarios a analizar los riesgos financieros para garantizar la solvencia y continuidad de una institución, así mismo deben los estados aplicar esta metodología basada en los conceptos de la precaución y prevención. Todo en función de las necesidades prioritarias y existenciales de la población, a corto, mediano y largo plazo; para que los responsables de la toma de decisiones puedan adoptar medidas coherentes y necesarias, asegurando la sostenibilidad de las políticas que promueven, y para evitar impactos graves, irreversibles, o catastróficos.

El IPCC ha sido enfático en declarar que la ventana para preservar un planeta habitable está rápidamente cerrando y que “para lograr un mundo sostenible con un clima resiliente, es indispensable hacer cambios en cómo la sociedad funciona, incluyendo a los valores, las cosmovisiones, ideologías, la estructura social, el sistema político y el económico y las relaciones de poder”.

Consideraciones finales

Nuestra vulnerabilidad está aumentando exponencialmente como resultado de las decisiones de todas las personas en posiciones de poder, de seguir el juego en vez de actuar ante una emergencia, como lo exige una emergencia. Imaginémonos qué hubiera pasado si no se hubiera activado un plan de emergencia en plena pandemia, incluyendo una campaña masiva de información sobre covid-19.

La autora es Bióloga e integrante del colectivo YA ES YA y Rebelión Científica

Pensamiento Social (PESOC) está conformado por un grupo de profesionales de las Ciencias Sociales que, a través de sus aportes, buscan impulsar y satisfacer necesidades en el conocimiento de estas disciplinas.
Su propósito es presentar a la población temas de análisis sobre los principales problemas que la aquejan, y contribuir con las estrategias de programas de solución.
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