Génesis Bonilla:

‘Urge una cinemateca en Panamá, sin ella nuestra memoria audiovisual se pierde’

La productora de cine conversa con La Decana sobre el rol de la mujer en el cine, la importancia del Bannabá Fest y su papel en los derechos humanos; habla de su historia como migrante y de los retos que ha enfrentado

Génesis Bonilla Alemán (1991) entra al estudio donde haremos la entrevista; se queda pasmada cuando ve las cámaras, pero rápidamente le aclaramos que la entrevista no será grabada. Suelta el aire y ríe, dice: “Gracias a Dios, porque sufro de miedo escénico”. Eso frente a las cámaras, porque detrás de ellas es una maestra.

Es productora de cine, ganadora del Fondo Cine por el proyecto documental Nosotras las niñas; es coordinadora de producción del Bannabá Fest. Ha trabajado en múltiples películas, entre ellas, Querido Trópico como gestora de producción. Cuenta que este filme la conectó con su mamá que vive en Colombia, ya se estrenó allá y su madre fue al cine a ver el nombre de su hija en los créditos, orgullosa. Ambas son venezolanas, Génesis vive en Panamá y su madre en Colombia.

Génesis conversa con este medio sobre su niñez que quedó en su país natal, de migración, del rol de las mujeres liderando en el cine, de derechos humanos y de su sueño de llevar el Bannabá Fest por todo Panamá.

¿Qué soñabas ser al crecer? Porque uno no dice de niño que quiere ser productor de cine

No, jamás. Yo de niña soñaba con ser ginecobstetra [risas]

¿Por influencia de algún familiar?

No, nadie en mi familia es médico, pero sí quería traer niños al mundo. No sucedió porque no tenía el mejor promedio. Mi papá era militar y yo, por rebelde, estudié comunicación social como un año y medio, ni pude seguir porque era muy costoso. Intenté con publicidad, pero lo dejé y empecé a trabajar en la empresa familiar hasta que la crisis en el país me obligó a salir. El 14 de mayo de 2016 llegué a Panamá. En 2021 se me dio la oportunidad de trabajar en el equipo de producción del Bannabá Fest. En los años siguientes me comenzaron a llamar para más películas. Empiezo a entender cómo es el mundo del cine, me enamoro, lo estudio, me capacito, leo... Esto es un constante aprendizaje. Y bueno, así entré al mundo del cine.

¿Qué enseñanzas de tus padres te han traído hasta aquí?

Wow... Bueno, empecemos por mi papá. Él era militar, así que todo era cuadrado, todo era rígido, muy estricto. A él no se le podía responder: ‘dígame’; había que contestar ‘sí, señor’, ‘no, señor’. Así era la vida con él. Pero también estaba mi mamá, que fue como romper ese cuadrado en el que uno crece y se desarrolla. Ella me dio paciencia, certeza e intención. Eso es mi mamá, y lo aplico todos los días. Como productora, esos son pilares que siempre debo tener: la intención clara, la certeza de que las cosas son posibles, y la paciencia de que todo llega a su tiempo.

Al final, mi papá es lo cuadrado y mi mamá es lo circular. Y a los dos los llevo conscientes cada día. Gracias a Dios aún los tengo vivos. Mi papá está en Venezuela —ya no es militar— y mi mamá está en Colombia.

En Querido Trópico, una de las últimas películas en las que trabajé aquí en Panamá y que se estrena este 11 de septiembre también en Colombia, mi mamá pudo ir al cine dos días antes de su cumpleaños a ver mi nombre en los créditos. Como migrantes —yo en un país, ella en otro— ese momento fue indescriptible. Me mandó videos orgullosa, diciendo: “Esa es mi hija, Génesis Bonilla Alemán”. Fue espectacular.

¿Qué fue lo más difícil de migrar?

Siempre es la división sentimental. La nostalgia de la familia, de los amigos. En mi caso, mi generación del bachillerato está regada por todo el mundo. Y ese sueño de volver a verlos muchas veces pesa. Quiero volver a la casa de mis abuelos, porque todavía existe y es uno de mis espacios seguros. No quiero que pase el tiempo y perder la oportunidad de compartir con ellos.

Hablemos del Bannabá Fest. ¿Cómo ves el rol del cine en relación con los derechos humanos en Panamá?

El cine es una herramienta de transformación y pensamiento crítico. En este momento es un llamado de urgencia, no solo en Panamá, sino en toda Latinoamérica y el mundo. El Bannabá Fest busca llegar a los lugares donde no hay ni siquiera acceso al cine comercial. Ese es el corazón del festival: llevar cine a quienes nunca han tenido esa posibilidad.

¿Cuál es el mayor reto de hacer un festival gratuito?

El económico. Siempre lo será. Para cualquier festival de arte la economía es un reto, pero para los de derechos humanos y acceso gratuito es aún mayor, porque muchas veces la empresa privada no ve el interés ni las ganancias. Y al final, la economía mueve el mundo.

¿Qué rol tienen hoy las mujeres en el cine panameño y latinoamericano?

Fundamental. Aquí en Panamá, por ejemplo, Querido Trópico fue dirigida por Ana Endara y producida por Isabella Gálvez. Y no solo aquí, en toda Latinoamérica hay una ola femenina muy fuerte que hay que seguir apoyando. Las mujeres vemos y sentimos el mundo de una manera distinta, y es importante que esa mirada llegue a la pantalla.

¿Cómo sueñas el festival en los próximos años?

Mi mayor sueño es tener una pick-up equipada con una pantalla inflable, una planta eléctrica y un buen sistema de sonido, e ir de comunidad en comunidad, desde Darién hasta Río Sereno en Chiriquí, proyectando cine cada noche. Puede sonar loco, pero lo veo posible.

Ojalá alguien lea esto y diga: ‘Yo lo patrocino, yo pongo la gasolina, yo presto la pantalla...’.

Sí, porque al final se trata de eso: de sumar voluntades. Ese sueño nació en mi primer año en el festival, cuando proyectamos cine en el parque de Boca la Caja. Ver a la comunidad reunida, a los niños encantados, la gente vendiendo pescado frito y palomitas, y hasta al embajador de la Unión Europea estuvo ahí... fue mágico.

¿Qué falta por hacer en pro del cine en Panamá?

Lo más urgente es una cinemateca nacional. No tenemos un espacio donde guardar y preservar nuestras películas, y eso significa que nuestra memoria audiovisual se pierde. Hoy, ese trabajo lo hace Edgar Soberón Torchía, director del Bannabá, que ha logrado resguardar desde la primera película panameña, El calor de mi novia, hasta producciones recientes. Pero es un esfuerzo titánico y no puede recaer solo en una persona. Necesitamos una cinemateca. Es una carrera contra el tiempo.

Si pudieras elegir una película que represente tu vida, ¿cuál sería?

No tengo una respuesta cerrada, pero sí te puedo decir que una parte de mí está en Querido Trópico. Uno de los personajes, Ana María, es migrante en Panamá y cuida de otra migrante que enfrenta una enfermedad. Eso me conectó profundamente, porque yo también cuidé a una persona muy especial con cáncer aquí en Panamá. Dormía en el Oncológico con ella. Fue una etapa durísima. Y cuando leí el guion, pensé: ‘Wow, Ana María tiene una parte de mi historia’. Por eso siento que ese personaje representa una parte de mi vida.

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