PANAMÁ

Huertos escolares como motor de la transformación en Curundú

  • 16/10/2025 16:30
En la Escuela Fe y Alegría, un proyecto de agricultura comunitaria no solo produce alimentos, sino que transforma la vida de estudiantes y vecinos

Curundú es una de las zonas más estigmatizadas de la capital panameña. En medio de ese entorno, la idea de un huerto escolar podría parecer utópica. Sin embargo, para el ingeniero Olmedo Quintero, era una necesidad: “En varias ocasiones tuvimos que suspender las labores al mediodía porque había balaceras cerca. Pero los estudiantes seguían llegando. Querían aprender, querían sembrar”.

El proyecto, lanzado este año, surge como una respuesta a la necesidad de generar espacios seguros y educativos, donde los niños y jóvenes puedan aprender mientras participan activamente en la producción de alimentos saludables.

Sembrar en medio de la adversidad

La iniciativa ha contado con la colaboración del Movimiento de Alimentación Saludable, el Municipio de Panamá, la empresa Acciona y el Ministerio de Educación (Meduca).

Con apenas cinco meses de ejecución, los huertos ya muestran resultados tangibles: hileras verdes de cultivos frescos, estudiantes aprendiendo prácticas agrícolas y un ambiente de cooperación que contrasta con los retos de violencia del sector.

El proyecto lleva 5 meses y los huertos ya muestran resultados tangibles.

Innovación y técnicas agrícolas

El proyecto no se limita a cultivar plantas. Se han implementado métodos innovadores basados en microorganismos benéficos, que aceleran el crecimiento de los cultivos de manera natural. “Estas plantas, para que estén así, deberían tardar un año. Pero con los microorganismos, solo han pasado dos meses”, explicó

Además, se aplican técnicas de siembra combinada, como el cultivo de zanahorias junto con cúrcuma, que aprovecha las propiedades repelentes de la cúrcuma frente a plagas. Incluso se realizaron mejoras al terreno, trabajando a un metro hacia abajo para optimizar la calidad del suelo y permitir un drenaje adecuado, garantizando la productividad y sostenibilidad del huerto.

Cada planta se ubica estratégicamente para aprovechar la luz, el viento y las propiedades naturales de otras especies.

Diversidad de cultivos y estrategias ecológicas

El huerto alberga una amplia variedad de especies, entre ellas zanahorias, rábanos, pepinos, lechuga, ají, tomates, hierbabuena, orégano y romero mediterráneo y tropical. Cada planta se ubica estratégicamente para aprovechar la luz, el viento y las propiedades naturales de otras especies. Las hierbas aromáticas sirven como barreras contra plagas, mientras que cultivos como el maíz protegen a los insectos polinizadores.

“Las plantas más delicadas, como el pepino, el ají y el tomate, se colocan en áreas protegidas del viento. Todo esto con la intención de que los niños puedan ver los resultados sin que se dañen las plantas”, detalló Quintero.

Aprendizaje, educación y comunidad

Más allá de la producción de alimentos, los huertos funcionan como una herramienta educativa integral. Los estudiantes participan activamente en cada etapa, desde la siembra hasta la cosecha, aprendiendo sobre agricultura sostenible, trabajo en equipo y responsabilidad ambiental.

“Los niños vienen, cosechan y aprenden. Doy clases los miércoles y viernes, en la mañana entre 7 y 9, y en la tarde de 4:30 a 5”, comentó Quintero. Durante estas sesiones, los estudiantes aprenden no solo técnicas de cultivo, sino también valores de disciplina y cuidado por su entorno.

Los huertos también han generado un efecto positivo en la comunidad. Padres de familia, vecinos y miembros de la Junta Comunal se involucran en actividades del proyecto. “Estas cosas fueron hechas por los vecinos y moradores. Los vecinos trajeron tablas, ayudaron a construir. Es un trabajo colectivo”, dijo el docente.

Los estudiantes aprenden no solo técnicas de cultivo, sino también valores de disciplina y cuidado por su entorno.

Retos y adaptación al contexto local

Curundú sigue enfrentando problemas de violencia, lo que representa un reto constante para la continuidad del proyecto. Sin embargo, la iniciativa ha logrado mantenerse gracias a la resiliencia del equipo y la colaboración comunitaria, demostrando que es posible construir espacios de aprendizaje y seguridad en zonas de alto riesgo.

Otro reto es el clima y el manejo del agua. “A veces no llovía, o se llenaba de agua. Comenzamos en mayo y poco a poco fuimos avanzando”, relató el ingeniero. A pesar de estas dificultades, los huertos se mantienen y evolucionan hacia sistemas autosostenibles, con compostaje y técnicas ecológicas que mejoran el suelo sin depender de fertilizantes químicos.

Futuro verde: expansión y sostenibilidad

Quintero y su equipo planean ampliar los cultivos incluyendo frutas tropicales como pitayas, papayas y mangos, aunque el avance será gradual para no sobrecargar los espacios ni comprometer la sostenibilidad del huerto. La intención es que cada cosecha permita a los estudiantes aprender de manera práctica, al tiempo que provee alimentos frescos para la escuela y la comunidad.

“Enseñarles a los niños que pueden tener una vida distinta a la que los rodea es lo más importante. Ellos cambian su perspectiva, y sí, a ellos les gusta”, afirmó Quintero.

El proyecto de Fe y Alegría se ha convertido en un modelo de educación y resiliencia urbana, donde la tierra y la enseñanza se combinan para ofrecer una alternativa real a la violencia y la exclusión social. Cada planta cultivada simboliza no solo alimento, sino identidad, ciudadanía y esperanza, mostrando que incluso en los entornos más difíciles es posible sembrar futuro.

El proyecto planea su ampliación incluyendo frutas tropicales como pitayas, papayas y mangos.
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