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- 20/06/2025 23:00
El año 2025 se plantea complejo para la región latinoamericana. El regreso de Donald Trump a la Casa Blanca, el conflicto entre China y Estados Unidos, los conflictos bélicos y la creciente desafección democrática en la zona representan una serie de incertidumbres que son abordadas en el Informe de Riesgo Político de América Latina 2025, desarrollado por el Centro de Estudios Internacionales de la Pontificia Universidad de Chile.
Jorge Sahd, director del centro y coeditor del informe, recibe a La Estrella de Panamá durante su paso por el país, para analizar los desafíos y oportunidades que tiene la región en un mundo cada vez más convulso.
Para nosotros, el año 2025 está siendo el año de la geopolítica, porque la principal incertidumbre que atraviesa América Latina proviene de eventos globales. La confrontación entre China y Estados Unidos, la llegada de Donald Trump a la presidencia de Estados Unidos con una agenda proteccionista, los conflictos bélicos y la incapacidad de la comunidad internacional de dar soluciones y, en general, un orden global estresado y desafiado.
Trump 2.0 es un Trump recargado, que ya conoce cómo funciona el Estado y que ha conformado un equipo de leales, en comparación con su anterior mandato, donde había más sintonía con la base del Partido Republicano. Es un presidente que, al no ir a una reelección, quiere desplegar toda su agenda de golpe, en este mandato.
El principal problema que tiene esta nueva administración de Trump es la incertidumbre que está generando. Al ser impredecible, los mercados y otras naciones no pueden establecer una forma de trabajar con Estados Unidos que les sea adecuada.
Eso fue un error, y la primera en resentirla fue la economía norteamericana, que reaccionó negativamente ante los aranceles que puso Trump.
La globalización continúa, lo que ha cambiado es el apoyo político que recibe. Los gobiernos ya no hablan de la liberalización de los mercados, sino de un modelo de seguridad económica. Una visión que se traduce en el incremento de la intervención estatal en la economía internacional, en pro del control de las cadenas de suministros.
América Latina no puede controlar lo que pasa en el mundo, pero sí puede trabajar en aquellas cosas que están bajo su control, como los riesgos estructurales. Temas como el narcotráfico, la inseguridad, la corrupción y la desafección democrática son elementos que las naciones de la zona deben buscar mejorar.
Por un lado, muchas de nuestras economías no son complementarias, lo que las lleva a buscar aliados comerciales fuera de la zona. Pero el principal problema que tiene la región en ese aspecto es político. Quienes nos lideran no tienen intención de establecer mínimos comunes.
La crisis migratoria y la corrupción, por ejemplo, son temas transnacionales que requieren de la cooperación de todos los países del área, pero los grandes jugadores, como Brasil, México o Argentina, no están interesados en tomar el liderazgo regional. Todos los gobernantes están en una dinámica de “sálvese quien pueda”.
Hasta hace un tiempo, los países de la zona intentaron aprovechar lo mejor de ambos mundos: valores compartidos y una relación histórica con Estados Unidos, y un mercado emergente como lo es China, que está generando cada vez más oportunidades comerciales y de desarrollo para las naciones latinoamericanas.
China ha multiplicado por 25 su intercambio comercial con la región en los últimos 30 años y está cada vez más presente en sectores estratégicos.
Creo que la región no está preparada para el ‘día del juicio final’, donde las potencias nos exijan tomar un bando, y nuestras instituciones no están preparadas para navegar adecuadamente en este mar geopolítico.
Porque estamos en la lógica del “sálvese quien pueda”. El discurso y el diálogo se han abandonado para dar paso a la lógica del insulto, como lo vemos en Argentina, Colombia, México cuando estaba López Obrador o Bukele. Eso no contribuye a generar las condiciones mínimas de consenso para hacer frente a temas geopolíticos tan complejos.
La clase política no está ofreciendo soluciones reales a los problemas que demanda la sociedad latinoamericana, y eso hace que la valoración de la democracia sea cada vez más baja.
Hoy en día tenemos dos fuentes de presión migratoria. La primera es Venezuela, un Estado fallido que ha generado que cerca de ocho millones de venezolanos salgan de su país y lleguen a otros como Colombia, Chile o Perú.
Por otro lado, tenemos la nueva política migratoria de Estados Unidos, que está por verse cómo se desarrollará.
Este es un tema prioritario, por eso los países deben tener mayor diálogo y coordinación entre sí.
No, la zona está sumida en una situación de irrelevancia regional. La falta de una visión común en temas fundamentales nos pasa factura en el tablero internacional.
Creo que los países deben tener la voluntad de generar espacios de diálogo común, en lugar de estar pensando en amiguismos ideológicos y avenencias personales. Se logró algo con la Alianza del Pacífico, a nivel económico, pero luego se contaminó y terminó viéndose afectada.
En la actualidad, yo veo a Mercosur deprimido, sin logros importantes y una agenda proteccionista que lo está limitando. Quizá el acuerdo comercial con la Unión Europea sea una buena señal, pero todavía le falta bastante para estar listo.
Será buena idea en la medida en que Panamá se mantenga como una economía abierta al mundo, que negocia tratados de libre comercio y que siga siendo un hub regional. Es decir, siempre que no condicione su modelo comercial.
Panamá es una economía de alto potencial por su conectividad, competitividad logística, atractivo financiero y el Canal de Panamá. Ese potencial debe ir acompañado por un desarrollo institucional, un combate más decidido a la corrupción y la mejora educativa de su capital humano.