La nostalgia y el porvenir

  • 08/06/2025 00:00
El poeta, ensayista y editor Salvador Medina Barahona celebra 25 años en su quehacer literario con la edición de He dicho nostalgias, una trilogía poética compuesta por tres de sus libros más significativos

He dicho Nostalgias alberga tres obras del poeta salvador Medina Barahona que estaban agotadas, con la esperanza de que lleguen a nuevos lectores: Pasaba yo por los días, premio Ricardo Miró 2009, La hora de tu olvido, 2008 y Viaje a la Península soñada, 2001. Ellos reflejan parte del camino recorrido por Medina Barahona durante 25 años de trabajo con las letras. Considerado como una de las voces más singulares de la literatura panameña actual, ha publicado siete poemarios y ha recibido galardones como el Premio Centroamericano de Literatura Rogelio Sinán[ (Mención Poesía, período 2001-2002), el Premio de Poesía Stella Sierra, en el año 2000 y el premio Ricardo Miró en 2009.

Su trabajo ha sido valorado por poetas de la talla de Consuelo Tomás quien lo considera “un animal poético. Todo un tren que se abre paso por la vida y la literatura. Manuel Orestes Nieto considera que “en propuesta y tallado literario, en territorio poético y canto limpio, estamos sin duda, ante un representante insigne de la poesía panameña contemporánea, con oficio y vocación a cuestas y a conciencia”.

Viaje a la península soñada es un recorrido por Azuero guiado por la nostalgia, añorado desde lejos. Una vuelta a la raíz que hace que comprendamos de dónde venimos. Medita el autor que “tal vez uno se inventa trayectos, estampas, emociones, nostalgias, con la única certidumbre de que el viaje continúa”.

La nostalgia también se hace presente en La Hora de tu olvido, en la figura del padre que ya no está porque “cuando el dador de tu semilla toca el silbato de su adiós te conmocionas, indagas, empiezas a mirar lo que no habías visto, a conocer lo que no habías conocido”. Para Enrique Jaramillo Levi, la elegía a la muerte de su padre es, “su libro más íntimo y estremecedor hasta la fecha”.

En Pasaba yo por los días, encuentra Manuel Orestes Nieto “tres dimensiones en secuencia, colocadas con precisión milimétrica ante nuestros ojos”. Sus ‘Elegías del agua’ nos hacen reflexionar sobre este mundo líquido. No seríamos sin agua. ‘Pasaba yo por los días’, es para Orestes Nieto una inmersión en la vasta humanidad, en sus seres infinitos en la multitud o en la intimidad...”. ‘Agenda para el último viaje es un recorrido por la vida misma, sabiendo que en el tren de la existencia cada día estamos más cerca de esa última estación.

Para Jaramillo Levi, “rescatar esta hermosa trilogía, viendo en ella una profunda unidad en que la añoranza y la celebración coinciden tanto en sentimiento como en el rigor poético que la nostalgia es capaz de generar, es un gran acierto”.

Sobre esta obra, la poesía y su papel en el mundo de hoy, Salvador Median Barahona conversó con La Estrella de Panamá.

¿Qué lecciones importantes te dan 25 años de quehacer literario?

La primera es que uno debe resistir, consciente de que la energía y el entusiasmo de los primeros años pueden verse vapuleados por lo inhóspito del paisaje, o la indiferencia; esto se trata de una carrera de fondo, no de velocidad, en la que suelen aparecer cada cierto trecho estaciones de acogida. La segunda: preocuparse por el rigor de la obra antes que por los honores, que son una cosa secundaria y prescindible. Por último, no pasarse de listo ni de tonto, para respetar y que te respeten.

A lo largo de este tiempo, ¿han cambiado los motivos?, ¿ha cambiado la mirada?

Aunque algunos motivos se mantengan, las formas de mirarlos y expresarlos tienden a variar, porque las circunstancias cambian. Lo complejo es que, desde nuevos puntos de vista y haciéndose de nuevas maneras de decir, seamos fieles a una cosa esencial, primigenia, sin repetirnos, procurando a la par cierta innovación. Repetirse es un signo de que no sabemos estar a la altura de las nuevas miradas, en cuyo caso es mejor quedarse callado.

Una cosa es escribir, otra es publicar. ¿Qué elementos hacen que te decidas por un tema, un motivo específico?

Entre simplemente escribir y crear algo publicable en términos poéticos o literarios hay una distancia notoria. Ahí entra en juego la preceptiva literaria, esa caja de herramientas con que optimizamos un texto embrionario, muchas veces salido de pulsiones recónditas y misteriosas. Conviene leerse en voz alta, escuchar cómo suena aquello, ordenarle el caos, castigar el lugar común, dotar al lenguaje de vuelo y capacidad de sugestión, y, si no lo tiene, darle sentido a un conjunto de ideas que nacen menesterosas, balbuceantes. Si un motivo es más o menos estable durante la vida de un autor, un tema, en cambio, te toma por asalto; el tema te decide, muchas veces sin permiso de los elementos. El resto y el reto es darle forma artística.

Por otra parte, ¿guardas poemas que no han visto la luz?

Sí, tengo material inédito de unos quince años para acá. En reposo. De vez en cuando hago exhumaciones, reescribo, cambio de contexto, reagrupo, mando propuestas a concursos para que pierdan, y vuelvo a enterrar; cosas así.

¿Planteas tu trabajo en el desarrollo de un tema o has escrito algún poema suelto?

Una obra como He dicho nostalgias, que reúne tres libros previos con ejes temáticos desarrollados con largo aliento, puede dar la impresión de que no escribo poemas «sueltos», sino que acostumbro a ofrecer una extensa sucesión de versos supeditados a una unidad poemática. Sin embargo, 3 de mis 7 libros están integrados por poemas sueltos que después de escritos fueron agrupados con visión de conjunto. Además, tengo varios publicados en revistas, antologías colectivas y en mi blog personal.

Celebras estas bodas de plata con una trilogía con tus libros más significativos (esto según la propia edición). ¿Qué consideras que aporta cada uno de estos libros al producto que tenemos en nuestras manos?

Sí, es una reedición, en un solo tomo, de esos títulos ya agotados, que espero llegue a nuevos lectores. Con ese fin entregué a la Biblioteca Nacional un número de ejemplares para 25 bibliotecas públicas del país. Cada uno aporta su testimonio de viaje. De la incursión nostálgica por el Azuero de mi niñez y adolescencia (en Viaje a la península soñada), pasando por los territorios compartidos con un padre inolvidable (en La hora de tu olvido), hasta la travesía agónica y transformadora por derroteros espirituales (en Pasaba yo por los días).

Has dicho nostalgias, ¿qué hay del porvenir? ¿trabajas en un poemario nuevo?

He dicho nostalgias, sí, que además son las nostalgias del porvenir. Porque de seguro estarán allí como motivo latente, revisitado y observado para intentar no repetirme.

¿Qué tan simple o qué tan complejo es ser un poeta el día de hoy?

De simple nada. Mira cómo estamos. Mira el país. Mira el mundo. A los retos cotidianos de mera subsistencia se suman los grandes retos de intentar comprender para qué vivimos en este mundo cada vez más convulso; de manera que, asistidos de cierto sentido, evitemos perder el sentido y busquemos, en cambio, florecer para nosotros y para los otros, haciendo contrapeso a la palanca del mal.

Un motivo que nos hermana con los filósofos, por más que Platón haya querido expulsar a los poetas de su república. Si aquellos hacen su búsqueda en la razón de los silogismos, los poetas, en cambio, buscan oficiando el verso en la sinrazón de la belleza. Parece cada vez más urgente juntar ambos procedimientos, hacer la síntesis, para acercarnos a la visión, en busca de un equilibrio, de una armonía. Sin ese equilibrio nos quedamos en la mera subsistencia, no se vive, se vegeta, y somos obscenamente manipulables y descartables.

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