Bárbara Palacios, en el hotel Hilton, durante la entrevista con este medio. Roberto Barrios | La Estrella de Panamá
Ocurrió un lunes 21 de julio, cuando Bárbara Palacios –con un impactante vestido azul y dos broches en forma de libélula en los hombros– conquistó al universo en suelo panameño. Esa joven radiante –de sonrisa indeleble y espíritu pujante– que deslumbró al jurado en el centro de convenciones Atlapa, se parece en gran medida a esta que contaremos ahora, solo que en aquella ocasión corría el año 1986. Desde entonces, el rostro de la Miss Universo venezolana se quedó en la memoria de muchos de aquellos y estos tiempos.
Bárbara no es solo una mujer de belleza universal capaz de sonreír pese a las líneas torcidas de la vida: también es una mujer que abre su alma cuando su misión es construir. Una conversadora sensible, inteligente, divertida. Una madre y esposa que ama sin medida. Una influencer con propósito. Un ser humano que no suelta a Dios y que entiende que es su centro de existencia. Una auténtica superviviente –de inseguridades de niña, de violencia y abusos domésticos–. Un manojo de inspiración que no se acomoda a la opinión de las masas. Una cosa más: una dama que convirtió su dolor en una oportunidad.
Nos recibe en el piso L2 del hotel Hilton, a solo pocas horas de su vuelo a Miami, ciudad donde reside. Interrumpe un almuerzo para lograr esta cita y lo hace comprometida, sonriente. Tras casi una hora de charla, en la que hablamos de esto y aquello, Bárbara inspiró, reveló y agradeció. Aquí una mujer “nunca víctima, siempre victoriosa”, dice ella.
Pregunta.- ¿Cómo es la Bárbara de 2022 y qué le queda de la de 1986?
Bárbara Palacios, Miss Universo 1986. Roberto Barrios| La Estrella de Panamá
Respuesta.- (
Ríe) Puedes imaginarte según la edad, tengo 58 años, estoy casada hace 34 años y tengo dos hijos adultos; estoy muy contenta por el apoyo por parte de mi familia y de mi esposo. También he estado trabajando por muchos años como conferencista, autora, y a través de mi empresa apoyando a otras organizaciones. Fue así como me di cuenta de que había un nicho que no estaba tratado, que no estaba realmente tomado en cuenta, y dije: 'Ese va a ser mi nicho'. Vi que en muchas fundaciones medianas y pequeñas, que hacen una labor maravillosa, que trabajan con las víctimas de violencia doméstica y abuso infantil, atienden a las personas pero no tienen respaldos gubernamentales. Estas víctimas no tienen el apoyo o la visibilidad para alcanzar a personas particulares o empresas y decidí poner ahí mi plataforma, mi nombre, mi credibilidad y años de trabajo para ayudar a estas fundaciones.
Así es como creé Moved To Serve International, que en español significa 'movidos para servir'. Esta organización acaba de nacer, la estrenamos hace pocas semanas en una exposición de arte en Miami con 14 artistas latinoamericanos que visibilizan la causa y nos apoyaron donando parte de sus obras a la fundación, a su vez nosotros nos preparamos para ir a diferentes países y apoyarlos. ¿Que qué hace la fundación? Primero analiza la situación del país y luego busca a aquellas organizaciones medianas y pequeñas que tienen trabajo de años y legalmente están cumpliendo con sus objetivos, pero más importante: están con las víctimas. Nosotros empezamos con Venezuela, acabamos de dar la primera donación a la fundación 'Ángeles del Camino'; su presidenta es Beatriz Bustamante, quien tiene muchísimos años trabajando en el país (en este tipo de casos). Fue así como dije: '¡Vamos a Panamá!' y planeamos ir a otros países en los próximos meses.
P.- Leí en una entrevista que tuvo una infancia dura... Pero, ¿cómo fue realmente su niñez?
R.- Fui una niña que sufrió dentro de un ambiente tan disfuncional. En mi caso desde los seis o siete años, ya hablaba de Dios. El cuento empieza porque yo quería irme a vivir a la casa de Dios.
Tenía una maletita con mi ropa y mis muñecos y les decía que me iba a casa de Dios, pensando que Él tenía una casa física. A partir de ahí, en esa búsqueda, fui creciendo y viviendo todo esto que las víctimas sobrevivimos. Nosotros salimos a la calle, seguimos estudiando, hacemos actividades, pero la gente no sabe la verdad. En mi caso, tuve que ocultar esa verdad porque parte de la problemática es que las víctimas sienten culpa y hasta vergüenza de que esto suceda; si no lo exteriorizan y si las personas no lo detectan, no pueden ayudar. Es un problema que arrastra muchísimas consecuencias en el aspecto emocional y el propósito de vida.
Yo entre los 16 y 17 años pedía: '¡Diosito, llévame, llévame contigo!' y oraba todos los días para al día siguiente no amanecer.
P.- ¿De quién recibía esos maltratos? ¿Cómo se reconcilia con la vida después de eso?
R.- (
Suspira) No quiero hablar del tema, pero fue de la familia. Entonces en esa comunicación con Dios y viendo que pasaba el tiempo, y Dios por supuesto no me llevaba, entendí que Él tenía una oportunidad para mí, pero si yo no ponía de mi parte nunca iba a sanar.
Me comprometí con Dios para perdonar, sanar, seguir estudiando, salir adelante, y en algún momento de mi vida ayudar a otras víctimas. Yo sin Dios no sería quien soy.
P.-
¿Y cómo supo que existía Dios?
R.- Es impresionante, porque cuando era pequeña tuve que haber visto algo, escuchado algo y lo agarré; por su gracia divina lo pude descubrir. Ya al crecer, en los colegios y todo, yo buscaba siempre estudios bíblicos. Me di cuenta de que tenía que buscar y entender la palabra; ya más grande, a los 13 y 14 años vi que en las iglesias había estudios bíblicos e iba, a través de esa ayuda que me daban sin saber mi caso fui entendiendo que tenemos un padre, un creador que nos ama y nos guarda con su misericordia.
P.- Me hablaba, antes de grabar, de sus hijos, ¿qué les ha inculcado tras su experiencia?
R.- En la medida que fueron creciendo, lo primero que les inculqué fue que tuvieran una relación con Cristo. Siempre les dije que dependía de ellos tener una relación con Cristo; mamá y papá van a estar ahí pero quien verdaderamente estará con ellos es Dios. Después, a nivel humano, como madre, y con mi esposo Víctor, brindarles todo el amor, decirles que una familia funcional sí se puede dar y las personas que hemos sido víctimas de familias disfuncionales sí sanamos, sí perdonamos y trabajamos en el reto de superarnos como seres humanos, alcanzando confianza, sabiendo que somos amados por Dios y que podemos hacer un bien en la sociedad; podemos insertarnos nuevamente para ayudar, crear nuestras propias familias, y detectar en quiénes está el problema de la violencia con la intuición y percepción que hemos desarrollado.
También es importante que la gente se conciencie, la violencia doméstica y el abuso infantil es un crimen, no lo veamos como algo normal.
P.- Entonces, ¿qué puede considerarse violencia doméstica?
R.- La negligencia es violencia doméstica, está considerada dentro del patrón del abuso infantil. Son cosas que hacemos y no nos damos cuenta, la gente dice que los están disciplinando, pero ¿cuál es la disciplina? ¿El maltrato, el golpe? También el abuso verbal, hay personas que no tocan a nadie, pero maltratan verbalmente a esas criaturas, van enseñándoles una percepción de sí mismos que no es verdad. Entonces,
luego se convierten en hombres y mujeres con complejos, inseguridades y sin propósito.
P.- Vivió todos esos momentos crueles de pequeña, pero ¿cómo llega el día en el que se hace mujer y decide ir a un certamen de belleza?
R.- Nunca pensé en un certamen de belleza, nunca quise ser figura pública, y eso es algo que siempre comento.
Una niña que viene de una situación tan adversa, lo último que piensa es si es bonita o no. Jamás me interesó la belleza, lo que yo quería era sanar, trabajar, luchar, independizarme y poder ayudar a la gente y a mi familia también. Me preparé como publicista, trabajaba desde los 17 años porque necesitaba pagar mis estudios universitarios. Ver el trabajo y el esfuerzo me dio la confianza de que yo podía ser una persona que de víctima pasara a ser victoriosa.
Así pasaron los años, me gradué de mercadeo y empecé a trabajar en una empresa de publicidad muy importante en el momento. Desde mucho antes Osmael Sousa, a quien conocía por los medios, intentó convencerme por cinco años para que participara en el Miss Venezuela, y yo le decía: 'Muchas gracias, pero no es para mí'. Cuando vio que me gradué, él llamó al presidente de la empresa en la cual trabajaba y le dijo: 'Tú la vas a convencer, Bárbara no se va a meter porque lo que ella ama es su trabajo. ¡Ayúdame!'. Yo no sabía nada, un día me llama el presidente de la empresa, llego yo a su oficina y entro casi llorando. En eso recordé que mis compañeros de gráfica estaban haciendo unos afiches que decían 'algún día serás Miss Venezuela' y antes de que dijera nada, yo dije: 'Disculpe si algún compañero ha puesto un afiche de Miss Venezuela, quiero que usted sepa que yo amo mi trabajo y no tengo interés en los concursos'. Él me miró y me dijo: 'Vamos a hablar de eso. Siéntate tranquila'. Ahí fue donde me persuadió. Me tomó una semana, lloré tanto porque me parecía que estaba, en cierta manera, en contra de mis pensamientos sobre la mujer. Siempre dije que la mujer no puede ser valorada solo porque es bella, tiene que ser valorada por quien es como ser humano y su preparación. Fue un enfrentamiento conmigo, pero con todo en bandeja de plata, me di cuenta de que esto era un plan de Dios.
No solo ganó el Miss Venezuela, también fue la tercera Miss Universo venezolana...
(Ríe) Hubo un concurso antes del Miss Universo, Miss Sudamérica, que también fue en Venezuela y gané. Haciendo todo esto lo que quiero es que las mujeres entiendan que yo no estoy aquí por la corona, sino por llevar un mensaje. Siempre les decía a los medios que si no tuviera la preparación, si no fuera ejecutiva de cuentas, si no hubiera pasado por la universidad y si no fuera una persona que superó situaciones del pasado, no tendría la capacidad de representar este título ni ninguno otro. Fue un reto, pero estoy segura de que esa plataforma que Dios me permitió en ese momento fue lo que me preparó para los eventos de hoy. Gracias a ese puente que Dios puso, me permite ayudar a otros países latinoamericanos con Moved To Service International.
Ya su impronta es imborrable, ¿qué hace cuando la paran en la calle?
La gente es muy especial, siempre me preguntan qué sentí en ese momento y yo lo cuento como si estuviera vibrando. Me encanta esa oportunidad de conocer a las personas, darles una abrazo o por lo menos un mensaje. Yo sé que es parte de mi misión de vida, que no se vaya nadie sin saber que yo estoy ahí para ellos. Profundamente, tengo un llamado de brindarles la oportunidad a las personas de que también crezcan en Dios. A través de mis libros y trabajo llevo ese mensaje.
Una de sus paisanas también Miss Universo, Dayana Mendoza, se ha dedicado también a hablar del poder de Dios en sus redes sociales. Tiene muchos seguidores, pero también duros detractores... ¿qué les dice?
Pienso que cada uno en la vida tiene un propósito y un llamado. La Iglesia tiene un llamado y cada vez es mayor, vemos la destrucción de este mundo: cómo los valores, la familia y todo se va corrompiendo, cómo el mismo hombre aniquila las grandezas y las bendiciones que Dios nos dio. Considero que es un tiempo muy importante, somos diferentes denominaciones, cada una muy respetable. Cada denominación tiene sus patrones y formas de comunicación. En la medida en que podamos respetar que cada nominación es diferente, pero que somos hermanos en Cristo, veremos el amor de Dios. Cada ser humano que lleva este mensaje, tiene formas de compartirlo con el mundo, lo importante es que sea genuino y esté basado en su testimonio.
Preguntas cortas para finalizar, sin ninguna relación una con la otra...
¡Claro! No me quiero ir...
¿Cuántas vidas tiene Bárbara Palacios?
Tengo una sola (vida), eterna. Ahora en diciembre cumplo mis 59 años, porque en el cielo cumpliré muchos más. A mí me confunde mucho cuando las personas dicen: 'No voy a decir mi edad, no quiero que me vean las arrugas', porque creo que no hay cosa más grande que nosotros podamos decir nuestra edad y que disfrutemos el momento.
¿Qué importancia tiene el sexo en la vida?
En mi caso te diría que debe ser algo donde ella se cuide y sepa con quién va a tener una relación hermosa, fructífera. Debe ser la persona que elija con conciencia, que ame, y con quien pueda crear una familia y un hogar. No puedes construir una relación con alguien si no te amas, no te aprecias y no te perdonas. Toda mujer que sepa que vale y se respete, entonces va a estar preparada para saber quién realmente la ama.
¿Cuánto le pesa la corona a una 'miss'?
Depende de ella misma, de su actitud, porque a mí no me pesó nada; yo le puse el peso a mi corona.
Secreto de la belleza...
Hablar con mis células. (ríe).
Alguna cirugía...
Vive en Florida hace muchos años, pero ¿cuál es la patria de Bárbara Palacios?
Venezuela, mi amada Venezuela. Es mi patria, la llevo en mi corazón. Donde me presento, yo represento lo genuino, grande y lo bello de mi nación. Me siento muy bendecida de ser latinoamericana.
Tres deseos para Venezuela en 2023.
Liberta, libertad y libertad.
Cuando 'La Decana' registró el día en el que Bárbara Palacios se convirtió en Miss Universo
Primera plana de La Estrella de Panamá, martes 22 de julio de 1986. Ivette Leonardi | La Estrella de Panamá