La noche en la que todos pueden asesinar

Actualizado
  • 10/10/2013 02:00
Creado
  • 10/10/2013 02:00
PANAMÁ. ¿Qué pasaría si una noche por año el gobierno deshabilitara los órganos de justicia, de salud, de primeros auxilios y anunciara ...

PANAMÁ. ¿Qué pasaría si una noche por año el gobierno deshabilitara los órganos de justicia, de salud, de primeros auxilios y anunciara que todo lo que las leyes prohíben, desde asesinatos y violaciones a robos y destrucción de propiedades ajenas, está permitido, sin penas ni castigos posteriores?

Ésta es la excelente idea de la cual parte La noche de la expiación, la segunda película escrita y dirigida por James DeMonaco. Este thriller futurista nos sitúa en el año 2022, y gracias a esa noche excepcional, que se repite todos los años, gracias a esa especie de monstruosa festividad anual que hace que la gente deba cambiar el clásico ‘feliz día’ por ‘que tengas una noche segura’, la sociedad norteamericana vive su mejor momento.

En ese 2022, que no está muy lejos de este 2013, la tasa de empleo es del uno por ciento, el crimen está más bajo que nunca y la violencia casi no existe. Con excepción de esa única noche de violencia incontenida.

Desde el comienzo de la película, las noticias televisivas nos dan dos formas de entender lo que sucede. Por un lado, el argumento oficial afirma que este salvajismo acotado y desmedido ayuda a liberar la violencia en la sociedad y a hacer que la gente pueda salir a las calles a desatar el caos y matar a quienes se les antoje para continuar sus vidas de forma pacífica y feliz los siguientes 364 días del año.

Por el otro, esta purga podría ser parte de un plan mayor para exterminar a los pobres y los sectores más vulnerables, ya que sólo los que tengan forma de costearse un buen sistema de protección para ese día y amurallar sus casas con la última tecnología en seguridad son los que tienen mayores posibilidades de seguir con vida.

No es casualidad que toda la película transcurra en la casa de la familia Sandin, la cual está a favor de la purga pero no siente la necesidad de salir a expresar su violencia. Sobre todo si tenemos en cuenta que James (Ethan Hawke), el padre de la familia, es además el encargado de vender esos sistemas de seguridad en los barrios más adinerados.

La mejor opción para los Sandin es bloquear todo y encerrarse a esperar el campanazo que anuncie el final de esta jornada salvaje para luego continuar sus vidas. Pero todo va de mal en peor.

Primero la hija adolescente (Adelaide Kane) deja que el novio se quede con un arma en la casa durante el toque de queda; y después el hijo (Max Burkholder) deja entrar a un vagabundo afroamericano que estaba siendo perseguido por un grupo de jóvenes racistas y que están dispuestos a todo para atraparlo y asesinarlo.

Es justo en ese momento, en medio de la decisión de la familia entre expulsar al extraño o defenderse hasta las últimas consecuencias, cuando lo que prometía ser una crítica social a modo de ironía se hace agua y la película se transforma en puros gritos, tiros y sangre. Los giros del guión se hacen cada vez más previsibles, y entre lugares comunes y obviedades, llega el final.

La noche de la expiación podría haber sido una de esas películas destinadas a quedar grabadas en nuestras retinas, pero desaprovecha su excelente idea inicial y se convierte —aunque no es poco— sólo en entretenimiento.

A fin de cuentas, no siempre una buena idea hace una gran película. Pero eso tampoco es condición para que no sea un éxito. El fin de semana de su estreno, la película recaudó más de 10 veces la suma que llevó de inversión —la irrisoria cantidad de 3 millones de dólares—, y hace poco se anunció que habrá una segunda parte para el año que viene.

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