Hacer cine con el teléfono celular

Actualizado
  • 14/05/2023 00:00
Creado
  • 14/05/2023 00:00
Del confinamiento pandémico surgió un documental y luego una idea: enseñar cine con el teléfono celular y abordar temas sobre identidad y territorio. El proyecto lo llevan adelante los hermanos Orgun y Duiren Wagua
Orgun Wagua fue invitado a participar en el documental en el que 23 personas mostrarían un día de sus vidas en pandemia.

¿Quién se acuerda de la pandemia? ¿Del confinamiento? ¿Del transcurrir silencioso de esos días que fueron semanas y meses? ¿De la gente cantando ópera en sus balcones? ¿De quienes no resistieron porque ni siquiera tenían balcones para asomarse a la vida?

Esta nota no guarda relación con la pandemia, hago constar. O sí. Porque todo empezó en 2020 cuando, confinado como todos, el cineasta Orgun Wagua fue invitado a participar en el largometraje documental en el que 23 personas, de igual número de países de Iberoamérica, mostrarían un día de sus vidas en pandemia.

Los convocados hicieron las filmaciones con un teléfono celular.

Además de constituirse en la primera mirada internacional sobre la pandemia —y se llamó El mundo en pausa—, el proyecto se fijó otro objetivo: que cada uno de los convocados hiciera las filmaciones con un teléfono celular, por la sencilla razón de que era el equipo que todas y todos tenían a la mano en aquellas circunstancias. Wagua se puso manos a la obra.

De esa experiencia surgió una reflexión: que era posible hacer cine con el celular. Y a partir de ahí imaginó lo que lleva casi dos años realizando en distintas comunidades indígenas del país y de la ciudad capital: los talleres de “celumetraje". El solo nombre provoca curiosidad, ¿cierto?

Lleva casi dos años realizando “celumetraje en distintas comunidades indígenas del país.

“Yo siempre he creído que el cine debería entrar en las escuelas, así como la poesía, la música y la literatura”, cuenta Orgun, desde la oficina de Wagua Films, empresa que lleva adelante con su hermano, Duiren Wagua. Ambos son cineastas: A Orgun le gusta la investigación previa y la escritura del guión; a Duiren le apasiona la fotografía.

La cuestión es que, como el mismo Orgun dice, el cine no es una actividad barata; una cámara es costosa. Pero con la llegada de celulares cada vez más sofisticados y tras ver el resultado del largometraje, ya no lo dudó más: “los celulares ahora tienen una capacidad de fotografía muy buena, y también se puede editar con una calidad media… Fue ahí que empezamos a pensar en la posibilidad de realizar talleres para chicos y chicas que quisieran entender un poco el cine, y enseñarles lo que sabemos desde nuestra experiencia, nuestra educación y nuestra formación como cineastas”.

Duiren Wagua, cineasta.

Más allá de las posibilidades técnicas de los celulares y de los contenidos formales de los talleres, otra veta interesante de esta propuesta es la posibilidad de explorar las preocupaciones y realidades de las comunidades. A partir de unas clases que impartieron en la Comarca Ngäbe Buglé, con mujeres que se dedicaban al cultivo del café como nueva actividad productiva, supieron no sólo lo que implicaba este proyecto en particular sino el cambio que había supuesto para las vidas de estas mujeres, porque antes de sembrar en sus propias tierras debían migrar a Costa Rica durante la época de cosecha del grano para generar ingresos. Lo que resultó, entonces, no fue una “simple historia” sobre la siembra de café, sino una historia de independencia y empoderamiento femenino.

Para cada taller, los hermanos Wagua eligen un tema general y luego, junto a los talleristas, empiezan a buscar enfoques específicos. “La idea no es tratar los temas de forma superficial, sino hundirnos y llegar al punto central. Cuando eso pasa, los chicos y las chicas aprenden que los problemas sociales no son nada más lo que vemos, sino que tienen raíces que hay que indagar. Eso es lo lindo que tiene el cine: su capacidad de desenterrar cosas y mostrarlas”, explica Orgun.

Orgun Wagua, cineasta.

Para Duiren, otro elemento importante de los talleres es que se han convertido en un espacio para fortalecer la identidad y reforzar el sentido de pertenencia. Todo esto lo trabaja a través del módulo de fotografía: “lo que hago es proponer un análisis de la mirada; mirar lo cotidiano de otra forma. También les cuento mucho de la pintura, porque siempre nos cuentan de los artistas de Europa, pero yo les cuento de los gunas: Kantule, Achu, Ologwagdi, Paniza…. A partir de ahí entramos al análisis de la fotografía, la luz, los planos y el encuadre”.

Hasta ahora, los talleres de celumetraje han llegado a las comunidades gunas de Ustupu, Ipetí y Cartí; a Hato Ratón, en la Comarca Ngäbe Buglé; a Coclesito, en la provincia de Colón; y a Santa Fe y Arimae, en Darién.

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